*¡Nuevo capítulo todos los martes y jueves!*
Un encuentro, una mirada, una voz, solo eso es suficiente para que alguien se meta en tus venas y se convierta en todo tu mundo.
El estoico Ben Danner ya tiene mucho con lo qué lidiar en su vida; una vid...
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Aeryn
Cuando falté a la reunión semanal de tejido de punto después de mis clases para tomar un avión a Los Ángeles, no me parecía una tan mala idea.
Puede que no conozca a Ben y solo lo haya visto un par de veces, pero después de leer la noticia de lo que pasó con Jason y como eso ha condenado a la banda, no pude evitar sentir culpa.
Tal vez si Ben no hubiera estado en Nueva York y hubiera ido a la fiesta de su amigo, eso no hubiera pasado. Tal vez él hubiera estado ahí para evitar que todo se fuera a la mierda o, por lo menos, hubiera hecho que no fuera tan mediático. Ben Danner tiene el don inexplicable de manipular las cosas a su favor. Es posible que le hubiera pasado algo de suerte a su amigo.
Sin embargo, estuvo todo el día conmigo. Lo distraje y la culpa me pesa en el corazon.
Tal vez si no le hubiera dicho que se quede, nada de eso hubiera pasado.
O tal vez sí.
No lo sabríamos a este punto.
Lo único que quería hacer durante todo el día, era ir corriendo a ver cómo estaba él. No me importó si tal vez no me recuerda o si es una persona completamente diferente en Los Ángeles a lo que es en Nueva York. Por primera vez estaríamos en su territorio, no en el mío, pero eso me pareció irrelevante. Solo quería verlo, saber que estaba bien. Saber que el hecho de que su carrera se hubiera ido a la mierda no significaba que su alma también.
Y no había pensado en eso mientras Max conducía por las calles de Los Ángeles, buscándolo, haciendo lo que le pedí, porque por más que odie admitirlo, tengo el dinero suficiente para encontrar a quien quiera y lo utilicé.
Pero ahora que estoy aquí, parada justo en la cima del letrero de Hollywood, mis tacones clavándose en la tierra y el mismísimo Ben Danner mirándome sin expresión en su rostro y en sus ojos… pues, ya no me parece una gran idea.
De hecho, es una muy, muy mala idea.
«¿En qué demonios estaba pensando?»
Su expresión es ilegible mientras me observa, sus ojos ambos luciendo oscuros gracias a la tenue luz de la noche, que es solo aclarada por la luz de los faros de mi auto.
Y es hermoso. ¿Ya he dicho que es hermoso?
Lleva una camisa de franela negra, pantalones vaqueros flojos y rotos, y una actitud de «vete a la mierda» que puede asustar a cualquiera, pero no a mí. No sé por qué no a mí, solo sé que mi corazón late más fuerte al verlo así.
Sus ojos bajan lentamente por mi cuerpo hasta detenerse en mis tacones brillantes, llenos de piedras brillantes, y después subir hasta mi rostro de nuevo. El escaneo es un poco grosero, como si estuviera evaluando si soy lo suficientemente digna como para estar en su presencia o algo así, es difícil saber lo que piensa, pero realmente quisiera hacerlo.