*¡Nuevo capítulo todos los martes y jueves!*
Un encuentro, una mirada, una voz, solo eso es suficiente para que alguien se meta en tus venas y se convierta en todo tu mundo.
El estoico Ben Danner ya tiene mucho con lo qué lidiar en su vida; una vid...
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Ben
No me sorprende ver la cama vacía al despertarme, pero lo que sí lo hace es acercarme a la ventana y vislumbrar a Aeryn a lo lejos, sentada sobre la nieve debajo de un árbol, abrazando sus piernas con sus brazos.
Luce inquieta, así como lo hizo cuando Max nos dijo que la gente estaba grabándonos mientras nos besábamos en George Street.
Lanzo un suspiro antes de voltearme. No tengo mi ropa aquí, por lo que me visto con lo mismo que usé ayer, me coloco las botas, antes de salir de la villa para ir buscarla.
El frío escocés es mucho más cruel que el de Rockville o nueva York. Me cala los huesos y me quema la piel, pero no me importa. Solo quiero llegar a ella. Ya no quiero volver a estar lejos de ella.
No se ha movido de debajo del árbol, sigue en la misma posición en la que se encontraba al momento que me levanté y la vi. Al llegar a su altura, me siento a su lado y ella ni siquiera se mueve para mirarme; sus ojos siguen clavados frente a ella, en el castillo que se ve desde aquí, luciendo algo lejano.
Sabía que Aeryn era rica, pero jamás pensé que solo el tamaño del palacio donde creció iba a tener el tamaño de todo el pueblo en donde yo crecí. El castillo principal parece ser un poco más pequeño que el palacio de Versalles y, además, los amplios jardines, las villas esparcidas a varias hectáreas de distancia las unas de las otras, la pista de NASCAR a varios kilómetros de aquí, el parque acuático, el río, la laguna... Todo esto me hizo caer en cuenta que Aeryn y yo somos de mundos tan diferentes y apartados el uno del otro. Me hizo comprender lo que está en juego.
Ella siempre tuvo mucho más de perder que yo.
Y, aun así, no puedo dejarla ir.
—Hay un video en internet —murmura, rompiendo el silencio y llamando mi atención. Ella sigue sin mirarme—. Es sobre nosotros, cuando nos estábamos besando en George Street.
Me paso una mano por el cabello, sintiéndome impotente.
—Mierda.
—Sí... —lanza un suspiro—. Es una mierda.
—Pensé que nadie podía subir nada de ti y tu familia.
—Y no pueden. Era un turista. Al regresar a su país, vendió el video a un medio local y ese medio se lo vendió al Info Daily. Está por todas partes. Ya no pueden controlar la difusión.
—Yo... —respiro profundamente—. Lo siento mucho, Ángel.
—Las acciones de Corporaciones Cole empezaron a bajar otra vez —continúa, ignorándome por completo—. No habían subido hasta ahora, pero ya no estaban en pérdida y con esto...
Se limpia las lágrimas con sus manos y mi corazón se rompe un poco más.