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Aeryn

—Te ves hermosa —dice Beth cuando salgo de mi habitación—. Si me gustaran las chicas, no te dejaría ir a esa cita, si sabes a lo que me refiero.

Riendo, le muestro mi dedo medio y ella ríe también.

Lanzo un suspiro tembloroso, los nervios regresando a mí y abro mis brazos, mostrándole mi vestido azul. Puede que esté usando una carta bastante injusta al colocarme un vestido del color exacto de mis ojos solo para que Ben recalque que el color del vestido es exactamente igual al de mis ojos, valga la redundancia, pero me encanta Ben y quiero encantarle y esa es una mentira porque estoy enamorada de él y solo quiero que él esté enamorado de mí y...

Y ahora tengo la capacidad de balbucear incluso dentro de mi cabeza, genial.

—¿Crees que esto es adecuado? —le pregunto a mi mejor amiga—. Dijo que íbamos a hacer todas las cosas clichés de las citas, pero no sé lo que él considere cliché porque tampoco ha tenido citas y... Ay Dios, creo que iré a cambiarme.

Beth ríe y se acerca a mí, tomando de mis hombros desnudos para detenerme.

—Alto ahí, pastelito hermoso, estás muy bien. Lo suficientemente formal como para ir a un restaurante italiano, y lo suficientemente relajada como para ir al cine.

Suelto un suspiro.

—¿Lo crees?

—¡Claro! Incluso te ves lo suficientemente sexy como para hacerle una mamada en un autocine.

No puedo evitar reírme porque... bueno, quisiera hacerle a Ben una mamada en un autocine, a decir verdad. Esa noche que nos acostamos, no pude hacerlo, así que las ganas no han parado de aumentar.

Estoy segura de que, si mis padres pudieran leer mis pensamientos, me desheredarían.

—Vale, yo... creo que ya bajaré.

—Espera.

Beth me baja el escote y me sube un poco la falda. Es un vestido ajustado y era algo recatado hasta esta intromisión. Lanzo un bufido y me acomodo el escote de nuevo, pero no me bajo la falda.

—Nada va a pasar —le digo a mi mejor amiga.

Ella suelta una risa.

—Sí, claro, solo procura no embarazarte.

Le jalo el cabello y ella me da una nalgada. Riendo, me despido de una tierna y dormida Magdalena, acariciando su esponjosa cabecita, antes de salir de mi casa.

Acomodo un mechón de mi cabello detrás de mi oreja y luego lo suelto, mirándome en el espejo del ascensor mientras bajo los dos pisos que separan su departamento del mío.

La Adicción de Ben (WA #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora