*¡Nuevo capítulo todos los martes y jueves!*
Un encuentro, una mirada, una voz, solo eso es suficiente para que alguien se meta en tus venas y se convierta en todo tu mundo.
El estoico Ben Danner ya tiene mucho con lo qué lidiar en su vida; una vid...
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Aeryn
«Este día ha sido muy extraño.»
Mientras camino por el pasillo de la facultad, no puedo evitar fijarme en el hecho de que todo el mundo me está mirando.
No lo digo desde un lado ególatra o que piense que soy el centro de atención, es que literalmente todo el mundo me está observando cruzar el pasillo; desde alumnos hasta profesores. Cada paso que doy llama la atención de cualquiera a un radio de veinte metros. Todos se voltean cuando estoy pasando, los escucho susurrar mientras me miran, pero nadie se acerca, solo susurran mientras se detienen para mirarme fijamente.
Frunzo el entrecejo, antes de agachar la cabeza y apartar mis ojos de los de ellos. Mi vestido luce perfectamente planchado y mi abrigo, aunque es grande, es bonito. Estoy usando la ropa de siempre y aunque mis vestidos vintage no son diseñados para pasar desapercibidos, nunca había sido el centro de atención. De hecho, siempre he sido muy invisible desde que llegué aquí, así que estoy segura de que la gran mayoría de estas personas no me conocen de nada.
Y, aun así, me están mirando.
—¡Aeryn! —grita una voz muy conocida que hace girarme de inmediato.
Al voltear, no puedo evitar sentir sorpresa al ver a Beth, mi mejor amiga que estudia a varios kilómetros de aquí, en Juilliard, correr por el pasillo de la NYU completamente de la nada y luciendo agitada.
Lleva su violín dentro de su caja, colgando de su hombro, su abrigo de lana rosa atado en su cintura y su cabello rubio amarrado en un moño despeinado. Está frente a mí en cuestión de segundos gracias a su rápida maratón, por lo que se encuentra jadeando, pero no le importa. En lugar de recuperarse, toma mi mano y me arrastra por el pasillo hacia Dios sabe dónde.
Estoy muy confundida ahora.
—¿Beth?
—¡Shh! —me susurra, mirándome sobre su hombro—. ¿Dónde están los baños?
—A la izquierda.
Lanza un bufido.
—¿Dónde está tu baño?
—No tengo un baño personal aquí. Todos los que me conocen creen que soy pobre y tengo una beca. Tener un baño hubiera sido incongruente para mi narrativa.
—Maldición —gruñe, antes de caminar conmigo hacia el baño y cerrar la puerta detrás de sí.
Al entrar, nos damos cuenta de que está lleno de chicas, chicas que se giran de inmediato para mirarme, pero no es la típica mirada vacía que te darían un grupo de extraños, sino que un par lucen sorprendidas, otras intrigadas, y una luce molesta cuando me ve, como si le hubiera quitado algo. Incluso algunas lanzan un jadeo o toman su teléfono para poder tomar fotos de mi cara sin haber pedido ningún tipo de permiso o dar una maldita explicación.