*¡Nuevo capítulo todos los martes y jueves!*
Un encuentro, una mirada, una voz, solo eso es suficiente para que alguien se meta en tus venas y se convierta en todo tu mundo.
El estoico Ben Danner ya tiene mucho con lo qué lidiar en su vida; una vid...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
--------------------
Ben
—¿Se puede saber qué carajos hacen en mi cita? —pregunto por tercera vez, mientras Jason y Cameron intentan tomarse una foto con mi chica, o más bien dicho, mi novia está posando en las fotos de esos dos idiotas.
Traidora.
Scott está sentado en uno de los sofás ambientados mientras come la hamburguesa de Aeryn, que no comió porque se inclinó más hacia la comida libanesa que también compré para ella.
Me molesta ver cómo el idiota que más detesto come tranquilamente en mi carpa, mientras dos imbéciles están riendo y tomándose fotos con mi novia, en medio de mi maldita cita.
—Malditos hijos de puta —les gruño—. Si no me dicen qué están haciendo aquí, los lanzaré al puto mar y los veré ahogarse y congelarse mientras sonrío, disfrutando observar cómo se van lentamente al infierno.
—Ben, no seas grosero —me riñe Aeryn.
Lanzo un suspiro.
—El insulto no era para ti, mi amor.
—No me importa. Estás siendo grosero con nuestros invitados.
—¡Pero si no son invitados! Se colaron de la nada.
—De hecho, Gabriel sí nos invitó —dice Jason, antes de hacer una pose que consiste en hacer un pico con los labios, cerrar un ojo y formar un corazón con el índice y el pulgar.
—¿Cómo que Graham los invitó? —gruño.
—Nos dijo que vengamos porque aquí estaríamos más seguros —esta vez habla Cam, mientras hace un corazón con ambos brazos sobre su cabeza y sonríe encantadoramente hacia la cámara.
—¿Seguros de qué? —pregunto, y Aeryn aleja la cámara para que salgamos Scott y yo también.
No sé si se debe a memoria muscular, pero ambos posamos como si estuviéramos jodidamente felices. Yo guiño un ojo y mando un beso volado, mientras que Scott sonríe y abre los brazos con felicidad.
Cuando mi chica termina de tomar la foto, ambos volvemos a nuestra cara de culo.
—Las cosas no son muy buenas para nosotros en Los Ángeles —dice Scott, con la boca repleta de comida, antes de darle un gran sorbo a su refresco y tomárselo hasta casi la mitad.
A pesar de que odio verlo tragarse la hamburguesa que compré con mi dinero, su comentario me llama la atención, por lo que pregunto:
—¿A qué te refieres?
—No lo has sentido porque pasas muy pocos días en Los Ángeles y nadie sabe que estás viviendo en Nueva York —dice Cameron mientras hace otra pose jodidamente tierna y ni me mira.