*¡Nuevo capítulo todos los martes y jueves!*
Un encuentro, una mirada, una voz, solo eso es suficiente para que alguien se meta en tus venas y se convierta en todo tu mundo.
El estoico Ben Danner ya tiene mucho con lo qué lidiar en su vida; una vid...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
--------------------
Ben
Aeryn abre la puerta de su departamento y cuando entramos, suelto un jadeo.
Estamos en el piso ciento siete, lo que nos da una buena vista a la ciudad y a los edificios a nuestro alrededor. El ruido queda un poco ahogado debido a la altura, la luz del sol se filtra por las grandes ventanas y la verdad es que es hermoso.
Su departamento tampoco se queda atrás. No pensé que habría departamentos tan amplios en Nueva York, pero había olvidado que su amiga y ella eran niñas ricas.
Se nota que ningún hombre ha vivido o piensa vivir aquí. Los muebles son de un tono lila bastante claro, con cojines blancos y cobijas decorativas esponjosas. Una gran alfombra blanca se encuentra en el medio de la sala de estar y encima una mesa de cristal. Hay un televisor enorme en la pared, pero no se encuentra ningún rastro de alguna consola de video juegos. La cocina es abierta, con muebles blancos y electrodomésticos relucientes.
Todo está muy bien ordenado, al punto que llega a ser espeluznante, a pesar de unos cuantos juguetes en el suelo.
¿Juguetes...?
Miro a mi derecha y ahí se encuentra un gran y enorme rascador para gato color rosa de tres niveles, lleno de flores de plástico y elementos para que un gato sea muy feliz.
Y encima, hay una gran gata gorda color naranja, mirándome con sus ojos verdes y saltones. Tiene un collar con una flor rosa en el centro y lazos rosas en sus orejas, es bastante grande y bastante redonda.
—¿Qué es eso? —pregunto, completamente horrorizado.
La gata se incorpora y veo como su cabello empieza a erizarse.
Parece que quiere atacarme.
—No es eso —bufa Aeryn, acercándose a la gata y acariciando su cabeza, haciendo que la gran bola naranja se relaje—. No es una cosa. Es mi dulce Magdalena.
—Qué horrible nombre.
Aeryn sonríe, cargando a su gata y dejándola en el suelo. Magdalena sale corriendo hacia alguna habitación, dejándonos solos.
—No es horrible. Es dulce. Las magdalenas son pastelillos con crema deliciosos y me recuerdan mucho a mi dulce y tierno amor.
La miro, preguntándome si el horror que intento reflejar en mi rostro expresa todo el horror que siento por dentro.