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Ben

—¡Esto es increíble! —exclama mi novia, con una sonrisa en su rostro una vez entramos a mi casa en Malibú.

Dejo nuestras maletas en el porche de la entrada mientras la dejo mirar cada espacio dentro de mi casa. No hay paredes de piedra o libreros grandes, de hecho, todo es tan monocromático y oscuro que no me había dado cuenta de lo frío que es este lugar hasta ahora, con su presencia iluminando mi espacio.

Me acerco a ella con rapidez cuando va a la sala y la tomo en mis brazos, apartando sus pies del suelo y sujetándola del culo, dando una vuelta con ella en mis brazos. Aeryn ríe y coloca sus manos sobre mis hombros para sostenerse, observándome bastante feliz. Su sonrisa es hipnotizante.

—¿Qué haces? —pregunta y no puedo evitar sonreír también.

—Quiero follar a mi novia en mi casa.

Lanza una risa.

—Te dije que, si hubiéramos ido en uno de mis aviones, lo hubiéramos hecho en el aire durante todo el vuelo.

—Tú no querías que tus padres se enteren de tu loca escapada a Los Ángeles con tu amante.

—¿Así que ahora eres mi amante?

Mi sonrisa se ensancha.

—Te follaré como uno.

Sus labios se juntan a los míos en un beso bastante tierno para mis palabras, pero la verdad es que no me sorprende, ella hace que todo sea más adorable.

Aunque, sigo siendo yo mismo, así que un gemido se le escapa cuando muerdo su labio inferior y lo lamo para calmar su ardor. Me encanta besarla y me encanta el hecho de que a ella también le encante. Hemos sido novios poco tiempo, una semana, dos días y cuatro horas para ser exactos, pero es como si hubiéramos hecho esto desde el momento en que nos conocimos.

Casi nada ha cambiado, a excepción de que ahora dormir es un eufemismo para lo que hacemos casi todas las noches y ya no tenemos miedo a besarnos. El deseo aplacó al miedo por completo y sucedió lo que estaba destinado a suceder, si es que una parte de mí creyera en el destino.

—Ben... —gime en mis labios cuando la acomodo hasta que sus piernas me rodean la cintura—. Vamos a una habitación. Debe haber alguien aquí y no quiero incomodar.

La miro y no puedo evitar que la ternura se filtre por mi pecho.

—No hay nadie... le dije a Greta que se mantuviera alejada de la casa estos días si no quería verme las bolas.

Hace una mueca.

—Eso suena horrible, pero ¿quién diablos es Greta?

Lanzo una risa.

La Adicción de Ben (WA #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora