*¡Nuevo capítulo todos los martes y jueves!*
Un encuentro, una mirada, una voz, solo eso es suficiente para que alguien se meta en tus venas y se convierta en todo tu mundo.
El estoico Ben Danner ya tiene mucho con lo qué lidiar en su vida; una vid...
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Ben
—Te dije que eran buenas hamburguesas. —digo cuando Aeryn lanza un gemido al probar un bocado de su comida.
Intento que el sonido no desvíe mis pensamientos, aunque es realmente difícil.
No debería pensar así. No de esta chica. Puede que sea una chica verdaderamente hermosa y que esto que está pasando entre nosotros sea algo realmente extraño, pero esto es tan inocente que debería mantener mis pensamientos cachondos apagados y mi polla dentro de mis pantalones.
Es difícil… tan difícil.
Sobre todo, cuando hace ese tipo de sonidos.
«Mantente enfocado, Benjamin.»
—Es tan bueno. —suspira—. Mi madre va a matarme, no debería estar comiendo esto.
—Yo tampoco.
No me refiero a la comida. Me refiero a pasar más tiempo con ella del necesario. No debería estar comiendo en un restaurante temático en Palm Springs con esta chica, no después de todo lo que pasó hoy (o ayer, ya que es pasada la medianoche). Alguien podría vernos, tomar fotos, subirlas y así arruinar un poco más mi carrera.
Aunque, por alguna razón, el miedo que me recorre se debe más a lo que pueda pasarle a ella si es que le ven conmigo. Alguien podría filtrar que la hija de un magnate estaba en una cita con Ben Danner y eso sería terrible. Sé que no es una cita (yo no tengo citas), pero también sé que no tengo la mejor reputación. Solo una razón para vincularla con mi nombre y quedará arruinada.
No le haré eso.
Sin embargo, tampoco puedo alejarme.
Si soy honesto, no he podido hacerlo desde que la conocí.
No sé qué diablos me está pasando, pero es así.
Y agradezco que el restaurante esté vacío a excepción de dos ancianas tomando té en una mesa, una mesera que parece tener cincuenta años y el cocinero que solo pasa escondido en la cocina.
Comemos y ella llena el silencio contándome lo que sea que se le pasa por la cabeza. Escucho con atención, intentando convencerme que solo lo hago para olvidar el hecho de que mi carrera está en ruinas, pero la verdad es que me encanta el sonido de su voz, la manera en que sus ojos se iluminan, su risa, como sus mejillas se sonrojan cada vez que se emociona.
«Estoy en tantos problemas.»
Puede que ella sea millonaria, pero pago la cuenta después de luchar con su ardua insistencia de pagar. Salimos del restaurante y vamos a mi auto. La noche es calurosa, un contraste del pueblo donde crecí que, a pesar de ser verano, siempre corría el viento y el frío de las montañas enfriaba mis pies por las noches.