El ambiente en el laboratorio era tenso y opresivo, como si las paredes mismas estuvieran atentas a cada susurro de miedo. Elia y sus compañeros cautivos estaban reunidos en una sala amplia, donde un grupo de instructores del laboratorio les esperaba. La clase de hoy era sobre el uso de armas, y la idea de tener que pelear con seres vivos llenaba a Elia de miedo. Ella podía sentir el mismo temor reflejado en los rostros de sus compañeros, quienes intercambiaban miradas nerviosas.
El instructor, un hombre corpulento con una voz autoritaria y un aire intimidante, explicó las reglas del combate. "Hoy aprenderán a defenderse. Recuerden, no se trata solo de sobrevivir, sino de eliminar la amenaza." Sus palabras resonaron en la mente de Elia como un eco aterrador. La idea de matar a un ser vivo la aterraba profundamente.
Cuando comenzó la pelea, el caos se desató rápidamente. Las instrucciones eran simples: cada uno debía enfrentarse a un oponente entrenado del laboratorio. Elia se encontró frente a un hombre musculoso que la miraba con desdén, como si su vida no valiera nada. La adrenalina corría por sus venas mientras esquivaba ataques y contraatacaba.
Elia sintió que el tiempo se alargaba; cada movimiento era una danza mortal. Su mente luchaba contra el pánico mientras trataba de recordar las técnicas que le habían enseñado. Desvió un puño hacia su cara y respondió con una patada bien dirigida que hizo tambalear al hombre. Pero él era más fuerte y más experimentado; no tardó en recuperarse y arremeter con furia.
Con cada golpe intercambiado, su corazón latía con más fuerza. La habitación se llenaba del sonido sordo de los golpes y los gritos ahogados. El sudor le caía por la frente y su respiración se volvía cada vez más entrecortada. La lucha parecía interminable, pero en ese momento, Elia no podía permitirse rendirse.
Después de lo que pareció una eternidad, se vio frente al hombre que había estado atacándola sin piedad. Con determinación renovada, logró desarmarlo en un movimiento rápido, haciendo que su arma cayera al suelo con un ruido sordo. Sin embargo, él no estaba dispuesto a rendirse tan fácilmente; se lanzó hacia ella con una furia renovada.
En un instante crucial, Elia tomó una decisión desesperada. Recordando cómo había visto a otros luchar en situaciones similares, concentró toda su fuerza en su brazo y golpeó al hombre en la mandíbula con un impacto devastador. Se escuchó un crujido seco cuando cayó al suelo, inerte.
Elia dio un paso atrás, aturdida por lo que acababa de hacer. La imagen del hombre cayendo al suelo quedó grabada en su mente como una pesadilla viviente. La sangre brotó de su boca y manchó el suelo gris del laboratorio; ella sintió que el mundo se desvanecía a su alrededor.
La sangre salpicó su reloj, ese pequeño objeto que siempre había considerado un símbolo de tiempo y esperanza. Desesperada por no arruinarlo, comenzó a limpiarlo con las manos temblorosas mientras sus compañeros observaban en silencio, algunos con horror y otros con incredulidad.
En medio del caos emocional que la envolvía, no se dio cuenta de que alguien se acercaba por detrás hasta que sintió una presencia amenazante tras ella. Justo cuando giró la cabeza para mirar, un hombre más apareció para atacarla desde atrás. Pero antes de que pudiera reaccionar completamente, un golpe resonó en el aire; el atacante cayó al suelo inconsciente.
Elia giró rápidamente para ver al niño con ojos azules y cabello amarillo sonriendo ampliamente. "No tienes que ser tan descuidada," le dijo con una sonrisa brillante antes de alejarse como si nada hubiera pasado.
Elia lo observó irse con mezcla de gratitud y confusión. ¿Por qué siempre estaba sonriendo? En medio del caos y la violencia, él parecía ser un rayo de luz en la oscuridad. Sin embargo, no tenía tiempo para pensar más en eso; su mente estaba llena del horror que acababa de vivir.
Al final de la clase, cuando todos fueron llevados nuevamente a sus celdas, Elia caminó sola por el pasillo sombrío. Sus compañeros estaban demasiado asustados o traumatizados para hablar entre sí; el silencio era abrumador.
Reflexionaba sobre lo que había hecho: había matado a un ser vivo. La realidad le pesaba en el pecho como una losa pesada e insostenible. Mientras avanzaba hacia su celda, cada paso le recordaba el eco del crujido del golpe y el goteo caliente de la sangre sobre su reloj.
Al llegar a su celda, se sentó en el borde de la cama y miró su reloj manchado de sangre; era un recordatorio constante del precio pagado por sobrevivir. Era más que metal y cristal; ahora simbolizaba algo oscuro dentro de ella: la pérdida no solo de su inocencia sino también parte fundamental de sí misma.
Y así, mientras las horas pasaban lentamente en aquel oscuro laboratorio, Elia supo que debía encontrar una manera de lidiar con sus demonios internos si quería sobrevivir no solo físicamente sino también emocionalmente. En medio del dolor y la confusión, comenzaría a buscar respuestas dentro de sí misma; tal vez allí encontraría la fortaleza para enfrentar lo inevitable que vendría después.
ESTÁS LEYENDO
𝕻𝖗𝖊𝖌𝖚𝖓𝖙𝖆𝖑𝖊 𝖆 𝖑𝖆 𝖑𝖚𝖓𝖆
Science FictionEn un laboratorio secreto, la madre de Elia decide participar en experimentos a cambio de dinero. Al enterarse de que su hija sería robada y ellos asesinados al nacer, huyen a una cabaña. Sin embargo, son descubiertos y asesinados por los secuaces d...