Capítulo 42: Alma en pena

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Elia respiraba con dificultad después de la feroz pelea con las sesenta mujeres. La adrenalina aún corría por sus venas, pero sabía que no podía detenerse. La misión de rescatar al niño atrapado en la organización malvada la impulsaba a seguir adelante. Sin embargo, un nuevo desafío se presentaba ante ella: un pasillo lleno de trampas mortales.

A medida que avanzaba, Elia se percató de las primeras trampas: un suelo cubierto de placas de metal que se hundían al pisar, listas para atrapar cualquier intruso. Con un salto ágil, logró esquivar las placas y aterrizar en una sección segura.

Más adelante, una serie de dardos afilados emergieron de las paredes como si quisieran perforar su piel. Con su telequinesis, Elia desvió los dardos en el último segundo, haciendo que impactaran contra el muro opuesto. Su corazón latía fuerte, pero no había tiempo para titubear.

Al llegar a una trampa más compleja, un mecanismo activado por presión hacía que enormes bloques de piedra cayeran del techo. Con rapidez y precisión, Elia utilizó su hipnosis para ralentizar el movimiento de las piedras, permitiendo que pasara justo a tiempo mientras los bloques caían pesadamente detrás de ella.

Finalmente, después de superar cada trampa con destreza y determinación, llegó a una sala amplia y sombría. En el centro, una mujer estaba arrodillada, sumida en una profunda oración. Elia se acercó sigilosamente, tratando de evaluar la situación antes de actuar.

Sin embargo, antes de que pudiera reaccionar, la mujer levantó la vista y con un movimiento ágil sacó una espada larga de casi dos metros que parecía materializarse de la nada. Sin previo aviso, apuñaló a Elia en el costado.

El dolor fue agudo; escupió sangre mientras se alejaba con un salto desesperado, sintiendo cómo la herida ardía. La mujer sonrió con satisfacción al ver a su oponente tambalearse. "¿Creías que sería tan fácil?", dijo con desprecio.

Con cada movimiento, la mujer creaba nuevas armas: cuchillos voladores y hachas que surcaban el aire hacia Elia. Ella se movía rápidamente para esquivar los ataques. Una hacha pasó silbando cerca de su rostro; sintió el aire cortante justo antes de que impactara en la pared detrás de ella.

Elia se concentró y canalizó su telequinesis para desviar otro cuchillo que volaba hacia su pecho. Con un gesto rápido de su mano, hizo que el arma girara en el aire y regresara hacia la mujer. Sin embargo, esta lo interceptó con un movimiento ágil y lo desvió con su espada.

La pelea continuó intensificándose; cada golpe resonaba en el aire como un trueno sordo. La mujer era hábil y feroz; sus ataques eran precisos y letales. Por momentos, Elia tuvo dificultades para mantenerse al día con los movimientos rápidos y fluidos de su oponente.

Con un giro rápido, la mujer lanzó otra serie de cuchillos hacia Elia. Esta vez no pudo esquivarlos todos; uno le rasgó el brazo izquierdo mientras otro le cortaba una parte del rostro. La sangre comenzaba a manchar su ropa y el suelo frío del laboratorio.

Pero Elia no iba a dejarse vencer tan fácilmente. Recordando sus entrenamientos en combate cuerpo a cuerpo y su determinación por salvar al niño cautivo, se lanzó hacia adelante con renovada energía. Usando su agilidad natural y habilidades marciales, logró cerrar la distancia entre ambas.

Con un golpe rápido en el abdomen, hizo retroceder a la mujer brevemente. Sin perder tiempo, siguió atacando con patadas precisas y puñetazos certeros. La mujer intentó recuperar el control creando una espada más pequeña para defenderse; chocaron sus armas en un espectáculo brillante de acero contra acero.

"¡No eres rival para mí!" gritó la mujer mientras giraba sobre sí misma para intentar cortar a Elia por detrás.

Pero Elia anticipó el movimiento gracias a sus instintos agudos; se lanzó al suelo justo a tiempo para evitar el golpe mortal. En ese momento crítico, decidió utilizar su hipnosis: enfocando su mirada intensamente en los ojos de la mujer mientras se levantaba rápidamente del suelo.

"¡Detente!" ordenó Elia mentalmente mientras extendía su mano hacia ella.

Por un instante fugaz, los ojos de la mujer vacilaron; parecía dudar ante el poder hipnótico que emanaba Elia. Pero no fue suficiente; sacudió la cabeza como si despertara de un trance y volvió a atacar furiosamente.

La lucha continuó con ambos intercambiando golpes feroces hasta que Elia sintió que sus fuerzas empezaban a flaquear. La mujer parecía disfrutar del combate; cada herida infligida solo alimentaba su sed de victoria.

Finalmente, cuando todo parecía perdido y tras recibir otro corte profundo en su costado que hizo caer a Elia al suelo exhausta y herida, la mujer se acercó lentamente con una sonrisa triunfante pintada en su rostro.

"Creíste que podrías vencerme", dijo burlonamente mientras levantaba nuevamente su espada para asestar el golpe final.

Pero algo dentro de Elia resonó profundamente: recordando al niño atrapado detrás de esas paredes oscuras y frías, sintió cómo una ola de poder crecía dentro de ella. Con un grito desgarrador e impulsada por una fuerza inquebrantable, se levantó nuevamente con todas sus fuerzas restantes.

Con determinación ardiente en sus ojos heridos y agitados por el combate feroz, sacó su pistola y disparó sin dudarlo ni un segundo: el proyectil atravesó el aire oscuro como un relámpago antes de impactar directamente en la cabeza de la mujer.

La figura arrogante cayó al suelo sin vida, dejando a Elia temblando por el esfuerzo realizado. A pesar del triunfo momentáneo sobre esa formidable adversaria, sabía que aún tenía mucho camino por recorrer; tenía que encontrar al niño antes de que fuera demasiado tarde.

Con dolor punzante en su costado y cada respiración sintiéndose como si fuera fuego ardiendo dentro suyo, avanzó por los fríos pasillos de la organización oscura. Cada paso resonaba como un eco en su mente; cada sombra parecía amenazarla mientras continuaba su búsqueda desesperada del niño perdido.

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𝕻𝖗𝖊𝖌𝖚𝖓𝖙𝖆𝖑𝖊 𝖆 𝖑𝖆 𝖑𝖚𝖓𝖆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora