Elia no pudo dormir nada toda la noche. Su mente estaba atrapada en un torbellino de pensamientos sobre aquel chico desconocido, un enigma que había logrado detenerla en su propia trampa mental. ¿Era realmente tan fuerte? ¿Cómo había percibido su intento de control? La inquietud la consumía, y cada vez que cerraba los ojos, su mente regresaba a su mirada desafiante.
-¡Ahhhhhh! -exclamó, frustrada, mientras se pasaba las manos por el rostro. Estaba demasiado cansada por no haber podido dormir y por pensar en ese chico misterioso. La oscuridad de su celda parecía cerrarse sobre ella, amplificando sus temores.
De repente, una voz resonó desde el pasillo, rompiendo el silencio opresivo de su prisión:
-¡Elia! Ve a la sala 8, ahí estarán tus compañeros rivales.
La voz se desvaneció rápidamente, dejándola en estado de shock. ¿¡Ya era hora!? Se le había pasado el tiempo volando. Con rapidez, se alistó y salió con determinación hacia la sala designada. Al cruzar la puerta, sus ojos se encontraron con una multitud de jóvenes; aproximadamente cincuenta, todos con miradas decididas pero también con un destello de miedo en sus rostros. Elia sintió un escalofrío recorrer su espalda. ¿Estaría allí el chico del que no podía dejar de pensar?
Sacudió la cabeza para despejarse y comenzó a analizar a los demás competidores. Todos parecían tener habilidades extraordinarias; algunos eran más altos y robustos, mientras que otros poseían una agilidad inquietante. Sin embargo, lo que más le llamó la atención fue la atmósfera tensa que los rodeaba. Era evidente que cada uno sabía lo que estaba en juego.
De repente, una voz resonó en toda la sala:
-En este combate se han elegido a los 50 experimentos que cumplieron con las expectativas de Caleb. Tendrán que enfrentarse durante seis días. Los que logren sobrevivir serán premiados. No podrán usar armas; será puro combate físico y sus dichosos poderes. Aunque pidan que se termine el combate, no lo haremos; si mueren varios, solo quedarán sus cuerpos aquí y los recogeremos cuando termine el tiempo.
Elia sintió cómo su corazón se aceleraba ante esa realidad brutal. Tenía que dejar todas las armas que había logrado acumular durante su tiempo en el laboratorio. Pero tampoco era tan mala en combate físico; además, contaba con sus habilidades de telequinesis y hipnosis, dos poderes que podrían darle ventaja si sabía usarlos correctamente.
Pasaron horas llenas de murmullos nerviosos mientras esperaban instrucciones adicionales. Finalmente, los encargados del laboratorio los llevaron a una gran sala destinada al combate. Era vasta y aterradora; rocas gigantes ofrecían escondites naturales y pequeñas cuevas proporcionaban refugio temporal. Algunas paredes eran lo suficientemente altas como para treparlas y obtener una vista completa del terreno.
Elia comprendió rápidamente que este combate no solo consistiría en pelear; también sería un juego psicológico de esconderse y moverse estratégicamente. La presión aumentaba; sabía que debía salir con vida de esta situación crítica. No podía morir así; tenía que volver a ver a Andrei y Zarek. Se lo había prometido a ellos y a sí misma.
Los encargados les dieron diez minutos para dispersarse antes de comenzar la contienda final. Algunos competidores empezaron a esconderse apresuradamente mientras otros permanecían paralizados por el miedo ante lo inevitable.
Elia tomó una decisión rápida: treparía una pared para obtener una mejor vista del campo de batalla y poder localizar a sus contrincantes antes de ser localizada ella misma. Cada paso que daba hacia arriba era un recordatorio de su determinación: tenía que matarlos si quería sobrevivir. No podría permitir que nadie le suplicara piedad; esta vez no habría lugar para la compasión ni para las dudas.
Ella llevaba demasiado tiempo sufriendo torturas y maltratos como para rendirse ahora sin luchar por su vida. La rabia crecía dentro de ella como un fuego inextinguible; necesitaba salir adelante.
-Yo soy Elia -murmuró para sí misma-, la llamada de la muerte.
Con esa declaración resonando en su mente, sintió cómo el poder comenzaba a fluir dentro de ella. Era hora de demostrar lo fuerte que realmente era; no solo para sí misma, sino también para aquellos que creían en ella. Iba a sobrevivir y luchar con todo lo que tenía porque había llegado el momento de tomar control de su destino.
Mientras sus contrincantes se dispersaban por el vasto terreno, Elia tomó aire profundamente y dejó escapar un susurro lleno de determinación: ¡el combate estaba a punto de comenzar!
ESTÁS LEYENDO
𝕻𝖗𝖊𝖌𝖚𝖓𝖙𝖆𝖑𝖊 𝖆 𝖑𝖆 𝖑𝖚𝖓𝖆
Science FictionEn un laboratorio secreto, la madre de Elia decide participar en experimentos a cambio de dinero. Al enterarse de que su hija sería robada y ellos asesinados al nacer, huyen a una cabaña. Sin embargo, son descubiertos y asesinados por los secuaces d...