Capítulo 37: Elementos

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La lucha apenas comenzaba, y Elia estaba lista para enfrentar lo imposible. Con un grito desafiante que resonó entre los árboles y las rocas cercanas, canalizó toda su energía hacia su espada. Al hacerlo, comenzó a danzar entre los elementos desatados como nunca antes lo había hecho. La espada se convirtió en una extensión de su voluntad; cada movimiento era una declaración de su resistencia.

Mientras uno de los maestros elementales se tambaleaba hacia atrás por el impacto inesperado de su ataque, Elia giró rápidamente para enfrentar al maestro del agua. Este la observaba con una mezcla de sorpresa y desprecio; no esperaba que una simple recluta pudiera ser tan feroz.

Sin embargo, cuando finalmente se enfrentó al maestro del viento, sintió cómo este intentaba crear un torbellino voraz para arrastrarla nuevamente hacia él. Pero esta vez no iba a dejarse llevar; levantó su espada hacia el cielo y gritó con toda su fuerza: “¡Soy más fuerte que tus vientos!” En ese momento crucial, recordó su verdadero poder: la telequinesis y la hipnosis.

Concentrándose profundamente, extendió su mano y cerró los ojos mientras invocaba su telequinesis. Las corrientes de aire comenzaron a girar a su alrededor como si estuvieran bajo su control. Con un movimiento decidido de la mano, desvió el torbellino hacia el maestro del viento mismo, quien se vio sorprendido por la repentina traición de su propio elemento.

El maestro del fuego lanzó un ataque directo hacia ella en un intento desesperado por frenar su avance. Pero Elia no se detuvo; utilizó su hipnosis para hacer que el maestro del fuego dudara por un instante. Sus ojos brillaron intensamente mientras sus palabras resonaban en la mente del elemental: “No eres más que una sombra; retrocede”.

Esa pequeña interrupción fue suficiente para que Elia aprovechara la oportunidad y lanzara un golpe certero con su espada hacia el maestro del agua. Este retrocedió con sorpresa al sentir cómo sus movimientos eran guiados por algo más que solo fuerza física.

La lucha continuaba siendo intensa; cada intercambio era una batalla no solo contra sus oponentes físicos sino también contra las limitaciones impuestas sobre ella. El laboratorio no era solo un lugar de cautiverio; era un campo de batalla donde debía demostrar quién era realmente.

Con cada ataque exitoso y cada defensa efectiva, Elia sentía cómo crecía en confianza y poder. La lucha no era solo por ella misma; luchaba por aquellos que habían caído antes que ella y por quienes aún estaban atrapados en las sombras del miedo.

Finalmente enfrentándose al maestro del viento una vez más, sintió cómo algo dentro de ella se encendía como un fuego inextinguible. Concentrándose profundamente, levantó la espada sobre su cabeza y gritó: “¡No soy solo una herramienta para ustedes! ¡Soy Elia!” Con eso canalizó toda su energía telequinética hacia la espada.

Una explosión de luz emanó de ella mientras las corrientes de aire comenzaban a girar a su alrededor en respuesta a su voluntad inquebrantable. Los maestros elementales sintieron cómo el ambiente cambiaba; estaban ante algo más grande que ellos mismos.

Elia había transformado lo que comenzó como una simple prueba física en una batalla épica entre libertad y opresión. Con cada golpe y cada movimiento estratégico, estaba reclamando no solo su destino sino también el destino de todos aquellos que habían sido silenciados en este oscuro laboratorio.

La lucha continuaría hasta el último aliento; pero ahora sabía quién era realmente: no solo era la recluta asustada sino también una guerrera nacida entre las llamas del sufrimiento y el desafío… ¡y estaba lista para reclamar lo que le pertenecía!

Los cuatro maestros se preparaban para el enfrentamiento final contra Elia.

A medida que la batalla se intensificaba, Elia se movía con gracia y determinación, esquivando los ataques de los maestros. Sin embargo, el tiempo no estaba de su lado. En el fondo de su mente, sabía que su tiempo se estaba agotando. La cuenta regresiva resonaba como un eco en su corazón: solo le quedaban unos minutos antes de que todo terminara.

Los maestros, conscientes de esto también, intensificaron sus esfuerzos. Cada golpe que lanzaban era más feroz que el anterior, pero Elia no se rendía. Sabía que debía luchar con todas sus fuerzas si quería sobrevivir a este desafío.

Pero cuando los cuatro maestros finalmente se reunieron para lanzar su ataque final, un destello de luz iluminó  y el sonido del reloj marcando el final del tiempo resonó en el aire. Elia sintió una mezcla de alivio y desesperación; la batalla había terminado antes de que pudieran acabar con ella. Un silencio sepulcral llenó la habitación mientras todos procesaban lo que había sucedido.

Elia respiró profundamente, sabiendo que había logrado sobrevivir un día más. Pero la incertidumbre sobre lo que vendría después aún pesaba sobre ella.

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𝕻𝖗𝖊𝖌𝖚𝖓𝖙𝖆𝖑𝖊 𝖆 𝖑𝖆 𝖑𝖚𝖓𝖆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora