Capítulo 34: El Entrenamiento de Elia

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El frío de las celdas del laboratorio era abrumador, y el silencio opresivo solo se rompía por el eco lejano de pasos y murmullos. Sin embargo, en el corazón de Elia, una llama ardía con más fuerza que nunca. Sabía que la evaluación se acercaba, y el mero pensamiento de ser sometida a torturas si no cumplía con las expectativas la llenaba de una determinación casi feroz. No podía enfrentarse a esa prueba sola; necesitaba aliados.

Con paso firme y decidido, se dirigió a las celdas de sus compañeros reclutas, Marco y Luna. Ambos habían demostrado su valía en entrenamientos anteriores, y Elia sabía que sus habilidades podrían ser la clave para su éxito. Al llegar a sus celdas, sintió una mezcla de urgencia y confianza.

-¡Marco! ¡Luna! -los llamó en voz baja-. Necesito su ayuda.

Los dos jóvenes miraron a Elia con curiosidad, pero también con respeto. Habían visto cómo se enfrentaba a los desafíos con una fuerza y una agudeza inquebrantables.

-Pronto me evaluarán -continuó Elia-. Tengo que estar preparada para lo que venga. Si no lo logro, las consecuencias serán terribles.

Marco asintió primero, su rostro serio. -Sabemos lo que está en juego. Contar contigo es un honor.

Luna sonrió levemente, ajustándose el cabello. -¿Qué necesitas que hagamos?

Elia les explicó su plan: harían un combate cuerpo a cuerpo para que ella pudiera entrenarse en condiciones similares a las de la evaluación. Con el permiso de los empleados del laboratorio, los tres salieron de sus celdas hacia una enorme sala de entrenamiento.

El vasto espacio estaba equipado con colchonetas gruesas y diversos elementos para practicar combate: sacos de boxeo, maniquíes y áreas abiertas para moverse libremente. La atmósfera era eléctrica; la adrenalina comenzaba a correr por las venas de Elia.

-Hoy haremos un combate -anunció con determinación-. Yo contra ustedes dos.

Elia sacó un pañuelo negro de su bolsillo y se lo colocó sobre los ojos, cubriendo su visión por completo. Luego pidió a Marco que le atara las manos juntas con un trozo de cinta resistente que encontraron en una esquina del salón.

-¿Estás segura de esto? -preguntó Marco mientras lo hacía.

-Confíen en mí -respondió ella con firmeza-. Necesito adaptarme a las circunstancias más difíciles.

Una vez asegurada y lista, les indicó que se prepararan para atacar. Ambos compañeros se pusieron en posición, listos para el desafío que tenían por delante.

-Cuando estén listos para pelear, avísenme -dijo mientras cerraba los ojos mentalmente.

Después de unos momentos tensos de silencio, Marco y Luna gritaron al unísono:

-¡Ya estamos listos!

Sin perder tiempo, Elia sintió el aire cambiar a su alrededor y se lanzó hacia adelante como un rayo. Aunque no podía ver nada, confiaba en su instinto y en sus habilidades adquiridas durante meses de entrenamiento riguroso. Esquivó con destreza los primeros golpes; sus compañeros lanzaron puñetazos al aire vacío mientras ella se movía como una sombra entre ellos.

Marco fue el primero en intentar golpearla con un gancho al rostro. Elia se inclinó hacia atrás justo a tiempo, sintiendo la ráfaga del aire generado por el movimiento cercano. Con un giro ágil, lanzó una patada lateral hacia él, golpeando su costado con precisión; Marco cayó hacia un lado pero rápidamente recuperó el equilibrio.

Luna aprovechó la distracción para atacar desde atrás con un rodillazo dirigido a la espalda de Elia. Sin embargo, ella ya anticipaba ese movimiento; dio un salto hacia adelante justo cuando Luna intentaba impactar. La joven luchadora aterrizó suavemente antes de girar sobre sus talones y lanzar una patada hacia Luna, quien apenas pudo esquivarla por milímetros.

La pelea continuó así: golpes esquivados por instinto puro mientras Elia mantenía su mente alerta ante cada movimiento de sus compañeros. Se sentía viva; cada ataque era como una danza donde ella llevaba la delantera gracias a su capacidad analítica.

Mientras continuaba esquivando golpes y lanzando patadas cuando tenía la oportunidad, una idea brillante surgió en su mente: ¿y si hacía que ambos se golpearan entre sí? Con astucia táctica, comenzó a moverse estratégicamente entre ellos, provocando confusión.

Primero hizo que Marco lanzara un golpe directo hacia ella; cuando él avanzó con determinación, ella se apartó rápidamente y empujó suavemente su brazo hacia Luna, quien estaba demasiado cerca como para reaccionar adecuadamente. El impacto fue inevitable: Luna recibió el golpe en el costado y cayó al suelo con sorpresa.

Elia sonrió bajo su pañuelo negro; había logrado crear la oportunidad perfecta para seguir dominando la pelea sin perder energía innecesariamente. Mientras tanto, Marco miraba atónito cómo su compañera caía al suelo; eso le dio tiempo suficiente para recuperarse y volver al ataque contra Elia.

Sin embargo, ella estaba lista para este momento. Con movimientos fluidos como agua corriente, esquivó otro puñetazo lanzado por Marco e hizo girar su cuerpo hacia él en un movimiento envolvente antes de golpearlo justo en el abdomen con una patada bien ejecutada. La fuerza del impacto lo hizo tambalearse hacia atrás mientras ella giraba nuevamente hacia Luna.

Finalmente decidió utilizar toda su energía acumulada en un último movimiento espectacular: saltó alto en el aire como si desafiara la gravedad misma y lanzó ambas piernas hacia adelante con potencia desbordante; sus pies impactaron simultáneamente contra los hombros de ambos compañeros reclutas.

El efecto fue inmediato: ambos fueron derribados al suelo como si fueran muñecos desinflados por la fuerza del ataque aéreo combinado. Los tres quedaron tendidos sobre la colchoneta durante unos momentos, recuperándose del intenso combate.

Marco fue el primero en levantarse lentamente, respirando pesadamente mientras miraba a Elia con admiración genuina pintada en su rostro-: Eres increíble... No puedo creer cómo lograste manejar todo eso sin ver nada ni tener tus manos libres.

Luna también se incorporó lentamente mientras se sacudía el polvo-: Nos has enseñado una lección sobre cómo usar tanto la mente como la fuerza física en situaciones críticas.

Elia sonrió bajo su pañuelo negro; había logrado más que solo entrenar hoy: había fortalecido no solo sus habilidades físicas sino también su vínculo con sus compañeros reclutas.

Y así terminó otra jornada intensa pero enriquecedora.

𝕻𝖗𝖊𝖌𝖚𝖓𝖙𝖆𝖑𝖊 𝖆 𝖑𝖆 𝖑𝖚𝖓𝖆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora