El sol comenzaba a asomarse por el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados. Elia se despertó lentamente, sintiendo la brisa fresca en su rostro. Confundida y desorientada, parpadeó varias veces antes de darse cuenta de que había pasado la noche en el balcón. Se incorporó de golpe ¿Qué había pasado?
De repente, la puerta del balcón se abrió con un chirrido y apareció Andrei, sosteniendo una bandeja con comida.
-¡Robe esto, come! Será tu desayuno -dijo con una sonrisa traviesa.
Elia lo miró incrédula, frunciendo el ceño. ¿Realmente le había robado a un miembro del personal solo para asegurarse de que desayunara? Era un tipo raro, eso no podía negarlo. Pero, a pesar de sus dudas, aceptó la bandeja y comenzó a comer en silencio mientras él la contemplaba con una expresión entre divertida y admirativa.
-Eres increíblemente hermosa cuando comes -la sorprendió Andrei con uno de sus típicos piropos.
Elia no sintió nada ante esas palabras; simplemente lo miró con desdén y continuó comiendo. No estaba en el estado de ánimo para juegos ni halagos vacíos. Había demasiadas cosas en su mente que la distraían: las sombras del laboratorio, los secretos ocultos y la sensación de peligro que siempre la acompañaba.
Después de unos momentos de silencio incómodo, Andrei rompió el hechizo.
-¿Qué te parece si exploramos el laboratorio? -propuso con entusiasmo.
Elia soltó una risa inesperada antes de responder con seriedad:
-No.
Andrei frunció el ceño al escuchar su respuesta.
-Pero... -intentó insistir.
-No -repitió Elia, esta vez con firmeza-. ¿Acaso quieres que nos eliminen?
Andrei la miró con determinación en sus ojos.
-Lo haremos muy sigilosamente -dijo mientras la tomaba del brazo y empezaba a correr por los pasillos oscuros del laboratorio.
El corazón de Elia latía aceleradamente; la emoción y la adrenalina crecían en su interior. ¿Qué estaba pasando? ¿A dónde la llevaba Andrei? La mezcla de miedo y curiosidad era electrizante.
Mientras corrían por los pasillos iluminados solo por luces parpadeantes, Elia no podía evitar preguntarse qué secretos escondía aquel lugar. La promesa de descubrir algo nuevo la llenaba de energía; tal vez esta aventura sería justo lo que necesitaba para sacudirse la confusión que había sentido en las últimas semanas.
Andrei tiró de ella hacia un corredor angosto que parecía más oscuro que los demás. Las sombras danzaban a su alrededor mientras avanzaban rápidamente. Elia podía sentir cómo su corazón latía más rápido con cada paso que daban hacia lo desconocido. A medida que se adentraban más en el laboratorio, el ambiente se tornaba más inquietante; los ecos de sus pasos resonaban como si fueran los únicos seres vivos en aquel lugar desolado.
Finalmente, llegaron a una puerta metálica marcada con un símbolo extraño. Andrei se detuvo frente a ella y respiró hondo antes de girarse hacia Elia.
-Aquí es donde guardan las cosas más interesantes -dijo en voz baja, casi como si temiera ser escuchado.
Elia miró la puerta con recelo. Sabía que cruzar ese umbral podría significar meterse en problemas serios, pero también había algo irresistible en la idea de descubrir lo que se escondía detrás.
-¿Estás seguro de esto? -preguntó, sintiendo cómo su estómago se retorcía ante la posibilidad.
Andrei asintió vehementemente, su mirada llena de emoción contagiosa.
-Confía en mí. Solo será un vistazo rápido.
Con un último vistazo hacia atrás, Elia tomó aire y decidió seguirlo. Andrei empujó suavemente la puerta, revelando una habitación oscura llena de equipos extraños y frascos etiquetados con nombres incomprensibles. La luz tenue apenas iluminaba los rostros curiosos que adornaban las paredes: fotografías antiguas y gráficos científicos cubiertos por una capa de polvo.
A medida que entraban, Elia sintió una mezcla extraña entre temor y fascinación. La habitación estaba impregnada del olor peculiar a químicos y metal frío; cada rincón parecía contar una historia olvidada.
Andrei comenzó a explorar frenéticamente, abriendo cajones y revisando documentos dispersos por toda la mesa central.
-Mira esto -dijo alzando un frasco pequeño lleno de un líquido color esmeralda-. No tengo idea de qué es, pero parece interesante.
Elia se acercó un poco más para observarlo mejor. Sin embargo, su mente seguía dando vueltas sobre las posibles consecuencias de estar allí: ¿Qué pasaría si alguien los descubría? La posibilidad era aterradora pero también emocionante; era como estar al borde del abismo sin saber si iba a caer o volar.
De repente, escucharon un ruido sordo proveniente del pasillo exterior. Ambos se congelaron al instante; el corazón les latía desbocado mientras intercambiaban miradas nerviosas.
-¿Quién fue eso? -susurró Elia sin poder ocultar su inquietud.
Andrei frunció el ceño al escuchar nuevamente el sonido, esta vez más cerca.
-Debemos escondernos -respondió rápidamente mientras buscaba un lugar donde ocultarse entre las sombras del laboratorio.
Elia sintió cómo su pulso aumentaba aún más al darse cuenta del riesgo real que estaban corriendo. Se acurrucaron detrás de una máquina enorme cubierta por una tela polvorienta mientras esperaban a ver quién o qué venía hacia ellos.
La emoción del momento llenaba el aire pesado entre ellos; era una mezcla peligrosa entre miedo y adrenalina que hacía vibrar cada fibra del cuerpo de Elia. En ese instante comprendió que esta aventura podría ser mucho más intensa e impredecible de lo que jamás habría imaginado...

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𝕻𝖗𝖊𝖌𝖚𝖓𝖙𝖆𝖑𝖊 𝖆 𝖑𝖆 𝖑𝖚𝖓𝖆
Science FictionEn un laboratorio secreto, la madre de Elia decide participar en experimentos a cambio de dinero. Al enterarse de que su hija sería robada y ellos asesinados al nacer, huyen a una cabaña. Sin embargo, son descubiertos y asesinados por los secuaces d...