Capítulo 6: Experimentación en la Oscuridad

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Elia y Elara se encontraban en una sala fría y estéril, rodeadas de máquinas misteriosas que emitían luces parpadeantes y sonidos inquietantes. Habían sido seleccionadas para participar en una serie de experimentos que prometían desvelar los secretos de la mente humana, pero lo que realmente les aguardaba era un camino lleno de dolor y sufrimiento.

Los científicos, encabezados por el jefe Caleb, eran implacables en su búsqueda de resultados. Caleb, con su mirada fría y calculadora, parecía disfrutar del poder que tenía sobre ellas. Cada vez que entraba en la sala, un escalofrío recorría la espina dorsal de Elia. No solo despreciaba su actitud arrogante, sino también la forma en que trataba a todas como meros objetos en su búsqueda de conocimiento. Para él, Elia y Elara eran solo piezas en un rompecabezas complejo, destinadas a ser manipuladas hasta que dieran los resultados deseados.

Elia se sentía atrapada entre el deseo de rebelarse contra esa situación y la presión constante de cumplir con las expectativas del laboratorio. Durante una prueba particularmente invasiva, donde la única tarea era concentrarse intensamente, Elia sintió un destello de poder. Logró mover una pluma que estaba sobre la mesa con solo pensarlo. En ese instante, el aire se volvió denso y electrizante; la pluma comenzó a flotar lentamente hacia ella.

Los ojos del jefe Caleb brillaron con emoción al ver lo que había logrado. "¡Esto es increíble!" exclamó con entusiasmo. "Elia, has hecho algo que nunca habíamos visto antes." Sin embargo, mientras sus palabras resonaban en la sala, Elia no pudo evitar sentir un profundo desprecio hacia él y sus secuaces.

"¿Increíble? ¿Es eso lo que ves?" pensó Elia, sintiendo cómo el asco se apoderaba de ella. "Soy solo un experimento más para ti. No soy tu marioneta." A pesar de haber logrado algo extraordinario, la satisfacción se mezclaba con el repudio por estar contribuyendo a sus crueles objetivos. Su mente se llenó de imágenes del jefe Caleb riendo con sus colegas sobre sus logros; cada risa resonaba como un eco vacío en su corazón.

Mientras tanto, Elara observaba desde un rincón, sintiendo cómo la tristeza se apoderaba de ella. La distancia entre ellas crecía a medida que las expectativas del mundo exterior comenzaban a separarlas. A pesar de sus esfuerzos por concentrarse y desbloquear su propio potencial, no había logrado nada comparable a lo que había hecho Elia.

Cuando finalmente tuvieron un momento a solas después de la prueba, Elara rompió el silencio. "Elia," comenzó con voz temblorosa, "no sé qué me pasa. Todos los días intento concentrarme como tú lo hiciste hoy y... simplemente no puedo."

Elia se giró hacia ella, notando las lágrimas brillando en los ojos de su amiga. "¿Por qué te sientes así? Eres increíble," le dijo intentando infundirle confianza.

"Pero no estoy logrando nada," respondió Elara con una tristeza palpable. "Miro lo que haces y me siento tan insignificante... Como si todo lo que soy no fuera suficiente." Las palabras salieron como un torrente; cada una era un reflejo del dolor interno que había estado acumulando.

Elia sintió una punzada en el corazón al escuchar a su amiga hablar así. "No te menosprecies," le dijo firmemente. "Lo que estamos pasando aquí es horrible. No deberías medir tu valor por lo que ellos quieren ver."

"Pero ellos nos ven así," insistió Elara, ahogando un sollozo. "Solo les importan los resultados... No importa cuántas veces intente o cuánto desee ayudar."

En ese momento, Elia comprendió cuán profundamente afectada estaba su amiga por la presión del laboratorio y el desprecio del jefe Caleb hacia ellas como seres humanos. "Escucha," dijo Elia con determinación. "No podemos dejar que ellos decidan nuestro valor ni nuestra amistad."

Elara asintió lentamente mientras las lágrimas comenzaban a deslizarse por sus mejillas. "Pero es difícil," admitió.

"Lo sé," respondió Elia suavemente. "Pero tienes algo dentro de ti que ellos nunca podrán entender ni aprovechar." En ese momento compartieron una conexión profunda; aunque estaban atrapadas en un lugar oscuro y aterrador, su amistad seguía siendo una luz brillante en medio del caos.

Las miradas del equipo estaban fijas en Elia, quien se sentía atrapada entre el deseo de rebelarse contra su situación y la presión constante de cumplir con las expectativas del laboratorio. Pero por dentro luchaba con sentimientos contradictorios: admiración por su propio poder y desprecio hacia sí misma por dar resultados.

Mientras continuaban hablando sobre sus miedos e inseguridades, ambas niñas comenzaron a forjar una nueva determinación: no permitirían que el desprecio del jefe Caleb ni las expectativas del laboratorio definieran quiénes eran realmente.

Así concluía otro día en el laboratorio: un día lleno de descubrimientos tanto brillantes como oscuros, donde dos amigas navegaban por caminos diferentes bajo el mismo cielo sombrío. Con cada conversación compartida y cada lágrima derramada, comenzaban a encontrar fuerza no solo en sus habilidades individuales sino también en su inquebrantable vínculo como amigas.

𝕻𝖗𝖊𝖌𝖚𝖓𝖙𝖆𝖑𝖊 𝖆 𝖑𝖆 𝖑𝖚𝖓𝖆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora