Capítulo 18: La Caza del Reaper

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El aire estaba cargado de tensión mientras Elia y sus compañeros caminaban en silencio por el oscuro pasillo del laboratorio. Las luces parpadeaban de manera inquietante, creando sombras que danzaban en las paredes metálicas. Cada uno de ellos sabía que se acercaban a un destino aterrador, y el miedo era palpable. Sus corazones latían al unísono con el eco de sus pasos, resonando en la fría estructura que los rodeaba.

De repente, un empujón brusco hizo que Elia tropezara y cayera sobre unas rocas afiladas que sobresalían del suelo. Un dolor agudo recorrió su rodilla al rasparse contra la superficie áspera, y una pequeña mancha de sangre comenzó a formarse. "¡Mira por dónde caminas!", le dijo secamente la niña que la había empujado, sin detenerse en su avance. Elia se quedó en el suelo por un instante, sintiendo cómo la rabia empezaba a burbujear en su interior, pero rápidamente se levantó y siguió adelante, aunque cojeando un poco.

En su mente, las palabras de la niña resonaban como un eco burlón. ¿Por qué no podía ser más solidaria? Pero no era momento para reflexionar sobre eso; debían concentrarse en lo que estaba por venir. Al llegar al área central, los encargados del experimento se alinearon frente a ellos, sus rostros impasibles como siempre. "El Reaper solo atacará cuando huela sangre", explicó uno de ellos con voz monótona. El corazón de Elia se aceleró al escuchar esas palabras; sabía lo que eso significaba.

Elia sintió una mezcla de terror y determinación. No podía dejar que su miedo la paralizara. Con un gesto brusco, los encargados liberaron al monstruo. De las sombras emergió el Reaper: una criatura sin ojos y con una boca enorme llena de dientes afilados como cuchillas. Su altura era aterradora, alcanzando casi los tres metros. El aire se volvió denso; Elia sintió que el pánico se apoderaba de ella cuando el monstruo giró su cabeza hacia ella, como si hubiera olfateado su miedo.

Sin pensar dos veces, Elia comenzó a correr. La criatura la persiguió con una velocidad descomunal; sus pasos resonaban como tambores en el suelo y cada golpe parecía retumbar en su pecho. Sus compañeros quedaron paralizados por el terror; miraban con ojos desorbitados mientras Elia intentaba escapar. A pesar de su valentía, sabía que no podía enfrentarse al Reaper directamente; solo podía huir.

Mientras corría, empujó a algunos de sus compañeros hacia los lados, buscando crear un obstáculo para que el monstruo tuviera que sortearlos. "¡Muévanse!", gritó desesperadamente mientras sentía la respiración caliente del Reaper cerca de su nuca. En ese momento crucial, cada segundo parecía una eternidad.

El pasillo se volvía más estrecho y oscuro a medida que avanzaba; las luces parpadeantes arrojaban destellos inquietantes sobre los rostros aterrados de sus compañeros. Se dio cuenta de que estaban perdiendo la esperanza; algunos habían caído al suelo en estado de shock. Pero Elia no podía detenerse para ayudarles; su instinto de supervivencia era más fuerte.

Finalmente, cuando Elia se encontró acorralada contra una pared fría y dura, sintió que el verdadero terror la invadía. No quería morir así; no quería convertirse en un mero trofeo para aquella bestia. En un momento de pura desesperación, sus ojos se posaron en una niña pequeña que observaba desde lejos con miedo reflejado en su rostro.

Una ráfaga oscura cruzó por la mente de Elia y con una sonrisa sádica elevó a la niña con sus poderes telequinéticos. La criatura no tardó en acercarse y devorarla vorazmente ante los ojos horrorizados de sus compañeros. Nadie pudo moverse; todos estaban paralizados por el horror de lo que acababan de presenciar. Sin embargo, entre ellos había un niño de cabello amarillo y ojos azules que seguía sonriendo como si nada hubiera pasado.

La risa del niño resonaba en los oídos de Elia como un eco macabro mientras observaba cómo sus compañeros se desmoronaban ante la brutalidad del acto cometido. La culpa comenzaba a consumirla; sabía que había cruzado una línea inquebrantable pero ya era demasiado tarde para lamentaciones.

Se enderezó frente a todos ellos y habló con voz firme: "No se emocionen ni sientan compasión por lo que acaba de suceder. No estoy aquí para hacer amigos ni para formar un equipo. Estoy aquí para sobrevivir, y no dudaré en sacrificar a quien sea si eso significa salvarme." Sus palabras resonaron con frialdad en el aire helado del laboratorio.

Un silencio sepulcral siguió a sus declaraciones; cada uno procesaba lo ocurrido a su manera. Algunos lloraban en silencio mientras otros miraban a Elia con mezcla de miedo y respeto. Era consciente del abismo moral al que había descendido: había dejado atrás cualquier atisbo de humanidad.

Con esas palabras resonando en el aire helado del laboratorio, la prueba llegó a su fin. Elia dio media vuelta y se dirigió hacia su celda, sintiendo el peso de sus acciones sobre sus hombros pero decidida a seguir adelante cueste lo que cueste. Mientras caminaba sola por el pasillo oscuro nuevamente, se preguntó si alguna vez podría perdonarse a sí misma por lo sucedido o si estaba condenada a vivir con esa culpa eternamente.

Los ecos del horror resonaban aún en su mente mientras cerraba la puerta tras ella, dejando atrás no solo a sus compañeros sino también los restos fragmentados del ser humano que alguna vez fue.

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𝕻𝖗𝖊𝖌𝖚𝖓𝖙𝖆𝖑𝖊 𝖆 𝖑𝖆 𝖑𝖚𝖓𝖆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora