El coche frenó de golpe al llegar a la mansión, y Alex no perdió ni un segundo. Miró por el espejo retrovisor y vio a Julia, todavía inconsciente en el asiento trasero. Su corazón se apretó de culpa. Había dejado atrás a sus hombres, aquellos que siempre le seguían sin dudar. Pero confiaba en Dante, sabía que era un buen líder y que se aseguraría de que todos salieran de allí con vida.
Abrió la puerta trasera y sacó a Julia en brazos, sintiendo cómo su cuerpo todavía estaba frío, demasiado frío. La situación era crítica. Caminó apresuradamente hacia la puerta principal, su respiración agitada mientras la preocupación crecía en su interior. Necesitaba que ella estuviera bien, tenía que estarlo.
—¡Necesito ayuda aquí! —gritó Alex al entrar en la mansión.
Los empleados se acercaron rápidamente, sus rostros reflejando la preocupación al ver la condición en la que Julia se encontraba. Alex se dirigió hacia uno de los sofás, colocándola con cuidado sobre la superficie blanda.
—Hagan que entre en calor —ordenó, con la voz cargada de autoridad pero también de un miedo que no podía esconder—. A este paso, tiene que estar a punto de la hipotermia.
Julia yacía en la cama, y Alex no podía apartar la vista de ella. Estaba sucia, el cabello empapado y pegado a su rostro, su piel pálida y cubierta de manchas de barro y sangre. Las marcas de golpes se extendían por sus brazos, su rostro amoratado. Parecía frágil, rota, como si todo lo que había pasado la hubiera desgastado por completo.
Una de las empleadas, Marta, se acercó a él con una mirada de preocupación.
—Señor, deje que nosotras la atendamos —le dijo con voz suave—. La limpiaremos y haremos que entre en calor. Necesita descansar.
Alex se quedó un segundo observando a Julia, dudando en dejarla, en alejarse de su lado siquiera por un momento. No sabía si era normal que siguiera inconsciente, y la incertidumbre lo mataba por dentro. La culpa, el miedo, la impotencia... todo se mezclaba en su mente.
—¿Es normal que siga inconsciente? —preguntó, con un nudo en la garganta.
—Está muy agotada, pero estará bien, señor. Solo necesita tiempo —respondió Marta con una sonrisa tranquilizadora—. Nosotros nos ocuparemos de ella.
Alex respiró profundamente y asintió, dando un paso atrás. Se sentía impotente al tener que delegar el cuidado de Julia, pero sabía que era lo mejor. Necesitaba confiar en los demás. Observó cómo las empleadas comenzaban a trabajar, trayendo mantas, toallas y agua caliente.
—Cualquier cambio, cualquier cosa... me avisan de inmediato —dijo Alex, con un tono que dejaba claro que no aceptaría ninguna demora.
Alex bajó las escaleras hasta la planta de abajo, sus pasos pesados resonando en la casa vacía. Hasta ahora no había notado la intensidad del dolor que provenía de su costado, pero la adrenalina comenzaba a desvanecerse y la realidad se abría paso, cada latido de su corazón enviando una punzada de dolor a través de su cuerpo.
Caminó hacia el baño y se miró al espejo, observando su reflejo con una expresión dura.
Su rostro estaba sucio, con manchas de polvo y sangre seca que salpicaban su piel. Los ojos oscuros, cargados de cansancio, reflejaban la lucha interna, el peso de todo lo que había sucedido. Sus labios estaban partidos, y una pequeña herida en la frente aún sangraba levemente.Con un suspiro entrecortado, se quitó la camiseta, dejando al descubierto su torso fuerte y marcado. Su cuerpo, musculoso y trabajado por años de enfrentamientos y entrenamientos, ahora mostraba las cicatrices de una vida llena de violencia. Cada músculo estaba tenso, cada movimiento le recordaba el enfrentamiento de esta noche.
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SUSURROS EN LA OSCURIDAD|| 2 Finalizada
RomanceDespués de un rescate arriesgado, Alex logra salvar a Julia de las manos de los Delgado. Sin embargo, el precio de este rescate fue alto: las autoridades han comenzado a seguir cada uno de sus pasos, y ahora Alex y Julia no solo se enfrentan a sus e...