CAPITULO 18

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ALEX

Estábamos de camino a la reunión, en silencio. Julia iba junto a mí, mirando por la ventana del coche. Ninguno de los dos decía nada, pero el silencio no era incómodo. Era como si ambos necesitáramos ese momento para procesar todo lo que había pasado, para encontrar las palabras correctas antes de hablar.

Verla así, tan frágil, me afectaba más de lo que quería admitir. No podía sacarme de la cabeza lo débil que se veía, cómo había llegado a ese punto sin que yo me diera cuenta. Y me enfadaba. Me enfadaba pensar que había dejado que su salud se deteriorara tanto, que había llegado al límite sin pedir ayuda, sin confiar en mí. Era una mezcla de preocupación y rabia que me quemaba por dentro, una sensación de impotencia que me hacía querer culpar a alguien, a cualquiera, incluso a ella.

Pero también sabía que no era tan simple. Sabía que Julia era fuerte, que había soportado más de lo que cualquiera podría soportar. Había tomado decisiones difíciles, había luchado por mantenerse a flote, incluso cuando todo parecía ir en su contra. Y ahí estaba yo, sin saber qué decir ni cómo ayudarla, simplemente esperando que ella encontrara la fuerza para seguir adelante.

La miré de reojo, observando su perfil. A pesar de todo, había algo en su presencia que me calmaba, que me hacía sentir que todavía había esperanza. La determinación que siempre mostraba, esa chispa de lucha que nunca parecía desaparecer del todo, incluso cuando las cosas se ponían oscuras. Quería decirle algo, quería que supiera que no estaba sola, que yo estaba allí, dispuesto a lo que fuera necesario. Pero las palabras se me quedaban atascadas en la garganta, atrapadas por el miedo de no saber si ella quería escucharme.

—No tardaré mucho. Espera en mi oficina —le dije, y Julia simplemente asintió.

Bajamos del coche y nos dirigimos hacia el edificio, atravesando la entrada principal. Logísticas Moretti se alzaba imponente frente a nosotros, sus líneas modernas y su fachada de vidrio reflejaban el sol de la mañana, otorgándole un aire majestuoso y casi intimidante. Los escalones de mármol blanco conducían hasta las enormes puertas de vidrio, que se abrían automáticamente al acercarnos.

El vestíbulo era amplio, decorado con un estilo minimalista pero lujoso. El suelo de mármol reluciente se extendía bajo nuestros pies, mientras la luz natural se filtraba a través de los ventanales, llenando el espacio de un brillo cálido. Grandes columnas de piedra blanca se erguían alrededor del vestíbulo, dando al lugar una atmósfera casi monumental, como si se tratara de un lugar sagrado del poder. Al fondo, una enorme escalinata de cristal ascendía hacia los pisos superiores, y a cada lado del vestíbulo había mostradores donde el personal atendía a los visitantes.

Julia miró a su alrededor, sus ojos abriéndose con sorpresa mientras absorbía la grandiosidad del lugar. Se notaba que estaba impresionada, aunque intentaba disimularlo.

—Esto es... —murmuró, sus palabras quedándose a medio camino mientras observaba el vestíbulo con asombro.

Yo no pude evitar soltar una ligera risa al ver su reacción.

—Está bien, ¿no? —dije con una sonrisa burlona, tratando de romper un poco la tensión.

Ella me miró y negó con la cabeza, una leve sonrisa dibujándose en sus labios.

—Sí, supongo que sí... está más que bien —dijo, sus ojos todavía recorriendo el lugar.

Sentí una especie de orgullo al escucharla. No por el edificio en sí, ni por la riqueza que representaba, sino porque, a pesar de todo lo que habíamos pasado, todavía podía verla impresionarse, todavía podía ver esa chispa en sus ojos.

Saludé a las recepcionistas al pasar, intercambiando un par de palabras corteses antes de dirigirnos al ascensor. Julia seguía mirando a su alrededor, maravillada por la magnitud del lugar. Aun así, sentía su mirada fija en mí de vez en cuando, y finalmente habló.

SUSURROS EN LA OSCURIDAD|| 2 FinalizadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora