JULIA
Estábamos los dos cenando en silencio, en esta mesa que ahora parecía kilométrica. No sabía qué decir, y aparentemente Alex tampoco. El silencio era denso, incómodo, y el sonido de los cubiertos contra los platos parecía amplificado por la ausencia de palabras.
No entendía su actitud. De repente, podía ser tan bueno conmigo, se preocupaba, intentaba cuidarme, y luego todo cambiaba en un instante. Se enfadaba, me hablaba de una manera tan fría, como si no significara nada, o simplemente me ignoraba por completo. Era como si hubiera dos Alex distintos y nunca sabía con cuál de ellos me iba a encontrar.
Cada vez me siento más confundida. No entiendo nada de lo que pasa entre nosotros, si es que hay algo, o si todo esto es una ilusión que solo existe en mi mente. Su preocupación me desconcierta, y su enfado me duele, y a veces siento que no soy más que un peón en medio de su mundo complicado, alguien que está allí sin un propósito real.
Siento que estoy viviendo en una película, un drama en concreto, o quizás una comedia donde todos se están riendo de mí en secreto. Todo se siente tan surrealista, como si el suelo bajo mis pies se desmoronara cada vez que creo haber encontrado algo estable. Cada mirada de Alex, cada palabra que dice o deja de decir, me sumerge más en esta sensación de estar perdida, de no saber qué esperar de él, o de mí misma.
Le miré de reojo, tratando de descifrar algo en su expresión, pero su rostro era impasible. Estaba concentrado en su comida, como si nada de lo que había dicho hace un momento, con toda su ira y decisión, le afectara ahora. Me pregunté qué pensaba realmente, si alguna vez se detenía a considerar cómo me hacía sentir todo esto. Pero sabía que no podía preguntárselo, no podía enfrentarme a él y exigirle respuestas, porque sabía que eso solo lo enfurecería más, y la última cosa que quería era avivar ese lado de él.
Así que simplemente me quedé en silencio, comiendo lentamente, tratando de llenar el vacío con algo de comida, aunque sabía que ese vacío en mi pecho no tenía nada que ver con el hambre.
Quería hablarle de Natalia, quería intentar convencerle de que le perdonara la vida a Marcos, aunque fuera con la condición de desterrarlo, de hacer que se marchara del país y no volviera nunca más. Pero no me atrevía a decir nada de eso. No con el estado de ánimo en el que estaba Alex ahora, con esa ira latente que parecía apenas contenida bajo la superficie.
Cada vez que abría la boca para decir algo, las palabras se quedaban atrapadas en mi garganta. No sabía cómo abordarlo sin desencadenar su enfado, sin que interpretara mi petición como un desafío a su autoridad. Lo había visto antes, esa mirada oscura, ese tono frío que usaba cuando no quería que nadie lo contradijera, y no quería ser yo quien desatara eso de nuevo.
Además, ¿cómo iba a pedirle que mostrara compasión por alguien que nos había traicionado de esa manera? Alex veía el mundo en términos de lealtad y traición, y Marcos había cruzado la línea. Pedir clemencia para él era ir en contra de todo lo que Alex representaba, y aunque yo quería hacerlo por Natalia, no podía dejar de pensar que, tal vez, no tenía ningún derecho a pedir tal cosa.
Cuando terminamos de comer, recogí los platos y los llevé al fregadero. Me aseguré de dejarlos limpios antes de darme la vuelta para dirigirme hacia las escaleras, dispuesta a subir a mi habitación. Estaba intentando evitar cualquier momento incómodo, manteniendo la rutina, pero entonces escuché su voz.
—Espera —dijo Alex.
Me detuve en seco y me giré para mirarle. Había algo en su expresión, algo que no lograba descifrar. Lo miré con curiosidad, sin entender del todo qué era lo que quería.
—¿Qué pasa? —pregunté, mi voz apenas un susurro.
Alex me miró, y pude ver cómo sus labios se abrían levemente, como si estuviera a punto de decir algo importante. Pero luego, como si se arrepintiera, cerró la boca y desvió la mirada. Parecía casi incómodo, una imagen que no le había visto nunca, y eso solo me llenó de más preguntas.
Me acerqué un poco, intentando entenderlo.
—¿Qué es lo que pasa, Alex? —le pregunté nuevamente, buscando su mirada.
Finalmente, soltó un suspiro y me miró de nuevo, aunque su expresión se había endurecido un poco.
—No es nada. Solo... se me pasó por la cabeza que podríamos sentarnos en el sofá y ver algo en la tele —dijo, pero luego se burló de sí mismo, como si fuera la cosa más ridícula que podría haber sugerido—. Pero olvídalo, es una tontería.
Antes de que pudiera reaccionar, Alex se dio la vuelta y se marchó hacia otra habitación, como si quisiera escapar del momento, de la vulnerabilidad que acababa de mostrar.
Me quedé allí, de pie, sin saber muy bien cómo responder. Había una sensación extraña en mi pecho, una mezcla de sorpresa y tristeza por lo que acababa de ocurrir. Todo lo que pude decir fue un débil:
—Vale...
La palabra apenas salió de mis labios antes de que él desapareciera de mi vista. Me quedé un segundo más en el lugar, intentando procesar lo que acababa de pasar. Parecía que, por un instante, Alex había querido dejar caer sus barreras, invitándome a compartir algo simple, algo normal. Y luego, tan rápido como había abierto esa puerta, la había cerrado de golpe, demasiado inseguro de lo que significaría.
Subí las escaleras, con la cabeza llena de preguntas.
¿A qué venía esto? ¿Quería jugar conmigo? ¿Mantenerme en tensión? ¿Darme esperanzas solo para luego arrebatármelas? Esos pensamientos me empezaron a llenar de una rabia repentina, algo que hacía tiempo que no sentía de esa manera. Me giré bruscamente, y sin pensarlo dos veces, bajé las escaleras de nuevo, decidida a enfrentarme a Alex de una vez.
—No, ¿sabes qué? No vale —grité mientras cruzaba el pasillo hacia la cocina.
Ahí estaba él, de pie donde lo había dejado, como si nada hubiera cambiado, como si el momento incómodo de antes no hubiera sucedido. Sentí que algo explotaba dentro de mí al verlo tan indiferente, como si yo no fuera nada más que una parte del mobiliario de su vida.
—¿Qué cojones crees que estás haciendo, Alex? —solté, mi voz cargada de ira contenida—. ¿Qué te crees que eres? Cada día tienes una actitud diferente hacia mí, y ya no lo soporto. ¿Estás jugando conmigo?
Alex me miró, sorprendido por mi reacción, pero yo ya no podía contenerme.
—Un día te preocupas, me cuidas, y luego, al siguiente, te enfadas, me tratas como si no importara nada —continué, las palabras salían de mi boca como si finalmente se liberaran todas esas emociones que había estado reprimiendo—. Me ignoras, luego intentas ser amable, luego te burlas de ti mismo por siquiera sugerir que podríamos pasar un rato juntos. ¿Qué quieres de mí? Porque yo ya no entiendo nada.
Sentía mis manos temblar, mi pecho subía y bajaba por la respiración acelerada. No estaba segura si era por la rabia o por la vulnerabilidad que estaba dejando expuesta. Pero había llegado a mi límite, no podía seguir aguantando la montaña rusa emocional que él me imponía.
—No sé si te das cuenta de lo que estás haciendo, pero esto no es un juego, Alex. Soy una persona. Tengo sentimientos. Y no puedes seguir tratándome como si fuera algo que puedes tomar y soltar cuando te venga en gana. Si no quieres nada conmigo, perfecto, pero entonces déjalo claro de una vez, porque estoy harta de intentar adivinar qué es lo que pasa por tu cabeza.
Las palabras seguían fluyendo, casi sin filtro, cada palabra que había contenido hasta ese momento se derramaba sobre él. Vi su expresión endurecerse, sus ojos volverse más fríos, pero en ese momento no me importaba. La frustración, la confusión y la tristeza acumuladas me estaban llevando al límite.
—¿Sabes qué es lo peor? Que yo estaba empezando a confiar en ti. Pensaba que había algo, pensaba que, tal vez, podríamos construir algo juntos, pero me mantienes en esta constante incertidumbre, como si te diera miedo... ¡como si te diera miedo sentir algo! —dije, mi voz quebrándose al final, y sentí cómo las lágrimas empezaban a acumularse en mis ojos, aunque me negaba a dejarlas caer.
Todo lo que quería era que entendiera, que se diera cuenta del daño que me estaba haciendo, y que me dijera de una vez si valía la pena seguir esperando algo de él, o si debía darme por vencida.
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SUSURROS EN LA OSCURIDAD|| 2 Finalizada
RomanceDespués de un rescate arriesgado, Alex logra salvar a Julia de las manos de los Delgado. Sin embargo, el precio de este rescate fue alto: las autoridades han comenzado a seguir cada uno de sus pasos, y ahora Alex y Julia no solo se enfrentan a sus e...