CAPITULO 29

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JULIA

Pedaleaba con todas mis fuerzas, el corazón latiéndome a mil por hora. No podía dejar de pensar en lo que acababa de hacer, en lo que le había entregado a Natalia y en si mis amigos conseguirían escapar a tiempo. Mi mente era un torbellino, lleno de preguntas y miedos. Había traicionado a Alex para salvar a Marcos, pero la duda me consumía. ¿Habrían logrado salir? No podía saberlo, pero una cosa estaba clara: tenía que volver a la mansión antes de que Alex sospechara.

La vista de la mansión apareció en el horizonte, pero algo no estaba bien. Desde la distancia, pude ver que la casa estaba llena de coches. Demasiados. La preocupación se apoderó de mí al instante. ¿Qué estaba pasando?

Con las piernas temblorosas, dejé la bicicleta a un lado y corrí hacia la puerta principal. Al entrar, noté que la mansión estaba llena de gente. Hombres armados, todos en movimiento, ocupando cada rincón como si estuvieran preparándose para algo grande. La tensión en el aire era palpable. Sentí un nudo en la garganta y el estómago se me revolvió.

—¿Qué está pasando? —pregunté, con la voz quebrada, mientras uno de los hombres pasaba junto a mí.

—Estamos bajo ataque —respondió el hombre sin detenerse, su tono era grave.

Mi corazón dio un vuelco. ¿Ataque? Todo lo que estaba pasando comenzó a abrumarme. El caos a mi alrededor, la prisa de los hombres armados, el miedo en sus rostros. Estaba en shock, incapaz de asimilarlo todo de golpe.

Sin pensarlo más, subí corriendo las escaleras, mi mente nublada por la preocupación. ¿Dónde está Alex? Necesitaba encontrarlo, explicarle lo que había hecho, aunque la angustia y el miedo a enfrentarme a la verdad me consumían. Las piernas apenas me respondían mientras subía de dos en dos los escalones, mi respiración agitada.

Finalmente llegué al piso de arriba y me dirigí hacia la oficina de Alex. Abrí la puerta sin llamar, mi corazón latiendo tan fuerte que podía escucharlo en mis oídos. Al entrar, lo vi de pie, de espaldas a la puerta, mirando por la ventana. La silueta de su figura imponente me hizo detenerme un segundo.

—Alex... —murmuré, con un nudo en la garganta, pero él no respondió.

Me acerqué un paso más, mis manos temblaban, la tensión en el ambiente me aplastaba.

—¿Qué está pasando? —pregunté, con la voz apenas audible.

Alex seguía en silencio, de pie, inmóvil. Su cuerpo parecía una roca, cargado de una calma inquietante. Sentí cómo el miedo me invadía.

—¿Dónde has estado? —preguntó finalmente, su tono frío, sin mirarme.

Tragué saliva, notando el sudor en mis manos. Mi corazón dio un vuelco.

—He... he ido a hacer un recado —respondí, mi voz temblorosa.

Me sentía expuesta, vulnerable. Sabía que estaba mintiendo, pero tenía que mantener la calma. Estaba nerviosa, tratando de parecer natural, pero mis manos temblaban. Intenté sonreír, pero la tensión en mi rostro era evidente. Alex seguía de espaldas, sin moverse. El silencio se extendió entre nosotros como una pesada nube de incertidumbre.

Alex seguía de espaldas, su silueta inmóvil frente a la ventana. El aire en la oficina se sentía denso, pesado, como si me estuviera ahogando. Mi corazón latía tan fuerte que sentía que iba a salirse de mi pecho. Su voz, tan fría, tan distante, me atravesaba como un cuchillo.

—¿Dónde estabas? —repitió, esta vez con más dureza.

Un escalofrío me recorrió la espalda, y por un segundo, no pude moverme. Mis piernas temblaban, y mis manos empezaban a sudar. ¿Sospechaba algo? ¿Sabía lo que había hecho? Mi mente trataba de encontrar alguna excusa, algo convincente, pero las palabras no querían salir.

SUSURROS EN LA OSCURIDAD|| 2 FinalizadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora