CAPITULO 37

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Alex y Julia acababan de aterrizar en Italia. El sol bañaba las colinas que rodeaban la carretera mientras el coche avanzaba, el viento cálido entraba por las ventanas abiertas. Julia miraba el paisaje, una sonrisa emocionada iluminando su rostro.

—No puedo creerlo, Alex —dijo Julia, mirando hacia él, que conducía con una tranquilidad que pocas veces había visto en él—. Después de todo lo que hemos pasado... estoy a punto de ver a Nico. Ha pasado tanto tiempo.

Alex, quien llevaba las manos firmes en el volante, sonrió suavemente. Había algo en sus ojos que brillaba, una calma nueva, una paz que nunca había sentido antes.

—Lo sé —respondió, mirándola de reojo—. Va a estar tan grande que ni lo vas a reconocer. No ha parado de preguntar por ti desde que le dije que vendríamos.

Julia rió, aunque sus ojos se llenaron de lágrimas de pura felicidad.

—Un año y medio sin verle... Estoy segura de que ni siquiera sabrá quién soy.

—No digas eso —dijo Alex, con una sonrisa reconfortante—. No se ha olvidado de ti, Julia. No lo hará nunca.

Finalmente, el coche se detuvo frente a una hermosa casa de piedra, rodeada de árboles y flores que adornaban el jardín. Era un lugar acogedor, con una terraza donde se podía ver el horizonte. La casa parecía sacada de una postal, el tipo de hogar en el que uno podía imaginarse empezar de nuevo.

Julia bajó del coche con el corazón acelerado. Y ahí, corriendo desde la entrada de la casa, apareció Nico. Su cabello rubio ondeaba con la brisa, y había crecido mucho desde la última vez que lo vio.

—¡Julia! ¡Alex! —gritó el niño con una emoción incontenible mientras corría hacia ellos.

Julia sintió que el tiempo se detenía cuando Nico se lanzó a sus brazos. El abrazo fue largo, lleno de amor, de todas las palabras no dichas durante los meses que habían estado separados. Alex también los rodeó con sus brazos, y los tres se quedaron abrazados en la entrada de su nueva vida.

—Has crecido tanto, Nico —dijo Julia, acariciando su cabello—. Te he echado de menos cada día.

—Yo también te he echado de menos, Julia. —dijo el niño, con una enorme sonrisa—. Vamos, entren. Rosa está dentro preparando la comida. Dijo que te daría uno de sus abrazos de oso.

Cuando entraron en la casa, Rosa salió de la cocina con una gran sonrisa en el rostro y, fiel a su palabra, le dio a Julia un abrazo cálido, que casi la hizo tambalearse.

—¡Por fin! —dijo Rosa, con su característica voz—. Me alegra tanto verte, niña. Estás en los huesos, vamos a tener que alimentarte bien.

Julia rió y respondió:

—Tú siempre con tus abrazos. ¡Te he echado de menos!

La casa estaba llena de luz y alegría. Este era el comienzo de la vida que siempre había soñado. Lejos de la violencia, del peligro, solo rodeada de las personas que más amaba. Julia no podía estar más feliz.

Mientras tanto, al otro lado de la ciudad, Dante caminaba por los pasillos del pabellón central, observando a sus hombres. Todo estaba bajo su control. Después de la caída de los Delgado, la situación se había tranquilizado, pero él siempre estaba preparado para lo peor.

Dante había asumido el control total de los negocios de Alex, tanto legales como ilegales. Y, aunque el trabajo era duro, a él le encantaba. Esto era su vida, lo que sabía hacer mejor. Alex le había confiado todo, y Dante lo había cogido con ganas, decidido a no defraudarlo.

Pero no todo era tan fácil. Las autoridades estaban cada vez más cerca, especialmente la agente Laura Molina. O como él prefería llamarla: la mosca cojonera. Ella no dejaba de husmear, hurgando en cada rincón, molesta y determinada. La caída de los Delgado no le había bastado; ahora tenía a los Moretti en el punto de mira, y no pensaba detenerse hasta descubrir la verdad.

Dante sentía una mezcla de rabia y diversión cada vez que pensaba en ella. Sabía que estaba tras él ahora, buscando cualquier motivo para derrumbar lo que habían construido. Esa mujer no se daba por vencida.

—Algún día te vas a quemar con lo que buscas, Molina —murmuró Dante para sí mismo, mirando a sus hombres moverse con la misma precisión de siempre—. Pero mientras tanto, yo seguiré aquí, manteniendo todo en pie.

La tranquilidad de la ciudad era solo una fachada. Sabía que los Moretti estaban más fuertes que nunca, aunque el enemigo ahora llevaba uniforme. Y mientras tanto, él, Dante, estaba listo para cualquier cosa.

En Italia, mientras tanto, Julia y Alex, junto a Nico, comenzaban su nueva vida. Una vida lejos del caos, donde por fin podían ser felices.

Y así, mientras la tarde caía sobre las colinas italianas, Alex abrazó a Julia bajo el cielo despejado, sabiendo que, por fin, habían encontrado su lugar en el mundo.

SUSURROS EN LA OSCURIDAD|| 2 FinalizadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora