CAPITULO 36

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JULIA

Despertar del coma fue como fue como salir de una pesadilla interminable. Al principio, todo era oscuro, como si estuviera atrapada en un sueño profundo del que no podía escapar. Sentía mi cuerpo pesado, como si no me perteneciera, y poco a poco, empecé a recuperar la sensación en mis extremidades. Un dolor sordo me recorrió el costado, pero era distante, como si mi mente aún estuviera tratando de procesar lo que sucedía.

Intenté abrir los ojos, pero parecía que mis párpados pesaban una tonelada. Finalmente, con mucho esfuerzo, logré entreabrirlos. Al principio, todo era borroso, las luces del cuarto de hospital me deslumbraban. Parpadeé un par de veces, y entonces vi una figura de espaldas a mí, a unos metros de la cama. No sabía quién era al principio, mi mente aún estaba desorientada, pero entonces un nombre salió de mis labios antes de que pudiera detenerme.

—¿Alex...? —mi voz era apenas un susurro, pero fue suficiente para que la figura se diera la vuelta de inmediato.

Era él. Alex estaba ahí. No podía ver su expresión con claridad, pero noté cómo su cuerpo se tensó por un instante antes de acercarse rápidamente hacia mí. Sus pasos eran firmes, casi desesperados, y cuando llegó a mi lado, se inclinó hacia mí, su mirada llena de una mezcla de alivio y algo que no podía identificar del todo.

—Julia... estás despierta... —su voz estaba cargada de emoción contenida.

Intenté sonreír, pero un dolor agudo me atravesó el cuerpo. Me llevé una mano al costado, donde la herida estaba cubierta con vendas. El dolor era intenso, cada respiración me costaba, pero lo que más me pesaba era la confusión. Mi mente era un caos de imágenes y sonidos borrosos. Todo lo que recordaba era a Iván, su cuchillo, y el miedo... el miedo de morir.

—¿Qué... qué pasó? —logré preguntar con esfuerzo, mi garganta seca y mi voz débil.

Alex se sentó a mi lado, tomó mi mano con suavidad, pero sus ojos revelaban lo que no decía con palabras. Estaba asustado, pero intentaba mantenerse firme por mí.

—Iván... te atacó —comenzó a decir, su voz baja, mientras me acariciaba la mano con el pulgar—. Logré dispararle, pero... te hirió. Te apuñaló dos veces, Julia. Perdiste mucha sangre.

Cerré los ojos mientras las palabras resonaban en mi mente. Apuñalada... eso explicaba el dolor. Sentí que el miedo volvía, pero lo aparté rápidamente. Estaba viva. Eso era lo único que importaba en ese momento.

—Pensé que te había perdido... —la voz de Alex se quebró por un momento, y cuando abrí los ojos, vi que estaba luchando por contener las lágrimas—. No te imaginas el miedo que sentí.

Su confesión me dejó sin palabras. Ver a Alex, siempre tan fuerte y contenido, mostrando su vulnerabilidad frente a mí, me desarmó por completo.

ulia se quedó mirándolo, sus ojos aún algo nublados por el dolor y el cansancio. Aún con dificultad, alzó la mano temblorosa y le agarró suavemente la mano. A pesar del esfuerzo, una pequeña sonrisa apareció en sus labios.

—Ya todo está bien —le susurró, mientras sentía la calidez de su mano sosteniendo la suya.

Alex, visiblemente emocionado, se levantó rápidamente y llamó a los médicos. En pocos segundos, varios médicos y enfermeras entraron en la habitación con prisa, revisando los monitores y haciéndole preguntas a Julia sobre cómo se sentía.

Uno de los médicos se adelantó para hablarle directamente a ella, mientras ajustaba algunos aparatos.

—Julia, has sido muy fuerte. Las heridas que sufriste fueron graves, pero afortunadamente pudimos estabilizarte a tiempo. Tuvimos que operar de emergencia para reparar el daño en tu hígado y en uno de tus pulmones, pero ahora estás fuera de peligro. Aún necesitarás recuperarte, pero estamos satisfechos con cómo ha ido todo.

Julia asintió levemente, aunque la información apenas llegaba a su mente. Todo era un poco borroso, pero el alivio de saber que estaba viva era lo único que importaba en ese momento.

Cuando los médicos se fueron, dejándolos solos nuevamente, Alex se acercó a la cama. Sus ojos estaban llenos de emoción contenida, y sin pensarlo dos veces, volvió a susurrar con una voz suave pero firme.

—Te quiero, Julia. —Esta vez no hubo dudas en su voz, no había temor. Lo dijo con toda la sinceridad que había en su corazón.

Julia, aún débil, le devolvió la mirada con una pequeña sonrisa y una lágrima escapando de sus ojos.

—Yo también te quiero, Alex.

El silencio se instaló por unos segundos entre ambos, pero esta vez no era incómodo, era un espacio de paz entre dos almas que habían pasado por el caos. Pero Julia, con la mente aún confundida, finalmente preguntó.

—¿Y ahora? —su voz era apenas un susurro.

Alex la miró fijamente, sus ojos intensos pero suaves al mismo tiempo, y después de un largo momento, dijo con seguridad:

—Nos vamos.

Julia lo miró, parpadeando sin entender del todo.

—¿Cómo? —preguntó, su confusión aumentando.

—Nos vamos a Italia. Tú, yo... y Nico —dijo Alex con firmeza, mientras apretaba suavemente su mano. Julia se quedó callada, procesando lo que había dicho.

—Estoy cansado de todo esto, Julia. —Alex hizo una pausa, bajando la mirada por un momento, como si lo que estaba diciendo fuera algo que había tenido en su mente durante mucho tiempo—. Sentir que te perdía... Casi me muero, Julia. No puedo vivir sabiendo que por tenerte a mi lado te estoy poniendo en peligro. Ya no más.

Julia lo escuchaba, pero en su interior luchaba contra sus propias emociones.

—No te puedes ir... todo esto... —intentó decir, pero Alex la interrumpió suavemente.

—Lo dejaré todo en manos de Dante. —Alex esbozó una pequeña sonrisa que no alcanzaba a ocultar del todo la seriedad de sus palabras—. La empresa legal... y la no tan legal, todo será de él. Nos marcharemos juntos.

Julia no sabía qué decir, el miedo y la incertidumbre la abrumaban. Pero luego recordó su enfermedad. Se mordió el labio, y finalmente dijo en un tono lleno de tristeza:

—Yo... Ojalá pudiera, Alex, pero no puedo. Estoy en la lista de espera para un nuevo riñón... Sabes que no puedo irme ahora.

Alex la miró, con una determinación que la sorprendió.

—Eso lo podemos solucionar. —Su tono era seguro, firme—. Es solo cuestión de dinero, y tengo de sobra. —Tomó su mano entre las suyas—. ¿Entonces? Te pregunto una última vez... ¿Te vienes conmigo, Julia?

Lo miré, mis ojos llenos de amor, sin poder creer lo que estaba ocurriendo. Alex, el hombre que tantas veces me había mantenido al margen de su mundo, ahora estaba abriéndome su corazón. Me había dicho que me quería, que dejaría todo por mí, y yo no podía evitar sentirme completamente abrumada. Él me estaba ofreciendo algo que nunca imaginé: una vida lejos de todo el caos, una vida tranquila en Italia, con Nico.

Mi corazón latía con fuerza, pero esta vez no era miedo. Era esperanza. Esperanza por la vida que podríamos tener juntos. Alex estaba dispuesto a dejar atrás todo su mundo oscuro por mí. Y mientras lo miraba, pensé: Si esto es un sueño, no quiero despertar.

Apreté su mano con fuerza, buscando aferrarme a esta nueva realidad. Sentía que, con él, todo era posible.

—Sí... —murmuré, mi voz temblando, pero llena de determinación—. Contigo, Alex. Me voy contigo a donde sea.

Antes de que pudiera decir nada más, Alex me besó. Fue un beso suave, lleno de amor, pero también de promesas. En ese momento, supe que todo lo que habíamos vivido nos había llevado hasta aquí. Estábamos dispuestos a dejar atrás el dolor y comenzar algo nuevo juntos.

SUSURROS EN LA OSCURIDAD|| 2 FinalizadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora