CAPITULO 20

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Mientras tanto, Alex esperaba en la sala de espera, inquieto, nervioso, intentando distraerse contestando correos corporativos en su teléfono. Cada respuesta que enviaba era una forma de mantener su mente ocupada, aunque sabía que no estaba logrando distraerse realmente. Miraba el reloj cada diez segundos, y cada uno de esos segundos se le hacía eterno, como si el tiempo se hubiera detenido por completo.

Había hecho más de cinco llamadas para asegurarse de que los doctores la atendieran hoy. Movió todos los hilos necesarios, contactó a las personas correctas, y aun así no podía evitar sentirse impotente. Todavía no sabía con certeza lo que Julia significaba para él; la gran pregunta seguía ahí, sin respuesta, porque le asustaba lo que esa respuesta podría significar. Y, sin embargo, sabía que su bienestar se había convertido, de alguna manera inexplicable, en una prioridad para él.

Podía sentir la ansiedad apretándole el pecho, esa sensación que lo invadía cuando algo escapaba de su control. No se trataba solo de preocuparse por alguien más, era algo más profundo, algo que no podía ignorar. Su mente volvía una y otra vez a Julia, a cómo la había dejado entrar en su vida, y cómo, sin darse cuenta, ella se había convertido en una parte fundamental de todo.

La puerta de la consulta seguía cerrada, y cada vez que escuchaba un ruido, sus ojos se levantaban con la esperanza de ver a Julia salir. Pero el tiempo seguía avanzando, demasiado lento, y la incertidumbre lo carcomía.


En la otra punta de la ciudad, Natalia y Marcos estaban juntos en el pequeño apartamento que compartían desde hacía un tiempo. La tensión en el ambiente era palpable, pero también había una sensación de resignación, como si ambos supieran que este momento iba a llegar eventualmente. Marcos se veía cansado, su rostro marcado por la culpa y la preocupación. Natalia lo miraba, sus ojos llenos de una mezcla de emociones difíciles de descifrar.

—Nunca pensé que estaríamos así, Marcos —dijo Natalia, rompiendo el silencio, su voz apenas un susurro—. Todo lo que pasó, todo lo que hiciste... me destrozó. No sabía si podría perdonarte.

Marcos asintió lentamente, mirando hacia el suelo, incapaz de encontrar las palabras adecuadas. Sabía que no había excusa para lo que había hecho, que la había puesto en peligro, que había traicionado a Julia. Y sin embargo, ahí estaba, delante de la persona que más amaba, sin saber si la perdería para siempre.

—Lo sé, Natalia —dijo con la voz rota—. Todo lo que hice fue un error tras otro. Y sé que no puedo justificarlo, pero... pensé que era la única manera de mantenernos a salvo. No sé cómo llegamos a este punto. Solo sé que... lo siento, lo siento de verdad. Lamento haberte puesto en peligro, lamento haberte mentido.

Natalia lo miró fijamente, sus ojos llenos de lágrimas, mientras las palabras de Marcos calaban en lo más profundo de su corazón. Sentía una mezcla de dolor, tristeza, pero también amor. Porque a pesar de todo lo que había pasado, a pesar de las mentiras, sabía que lo amaba. Y esa realización era algo que no podía ignorar, algo que no podía simplemente dejar atrás.

—Te odio por haberme puesto en esa situación, por haberme mentido —dijo, con un sollozo contenido—. Pero... también sé que te amo, Marcos. No puedo imaginarme una vida sin ti. Por más que lo intente, no puedo dejar de sentir lo que siento.

Marcos levantó la mirada, sorprendido. Vio cómo las lágrimas corrían por el rostro de Natalia, y algo dentro de él se rompió. Dio un paso hacia ella, sus manos temblorosas mientras la tomaba de las manos.

—¿De verdad? —preguntó, con la voz entrecortada—. Después de todo lo que he hecho... ¿aún me amas?

Natalia asintió, una lágrima deslizándose por su mejilla mientras lo miraba con sinceridad.

SUSURROS EN LA OSCURIDAD|| 2 FinalizadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora