CAPITULO 35

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Habían pasado días desde el ataque, pero cada segundo de aquel día estaba grabado a fuego en la mente de Alex. La desesperación, el miedo, y la culpa lo envolvían, como una nube que no podía disipar. Ese día, cuando Julia se desangraba en sus brazos, sintió cómo el mundo se le desmoronaba. Iván la había acuchillado dos veces, y el miedo a perderla lo consumía.

Aquel día Alex Conducía a una velocidad increíble, ignorando semáforos y señales, con las manos temblorosas en el volante y el corazón martilleando en el pecho. Las lágrimas, esas que hacía años no derramaba, se deslizaban por sus mejillas, mientras intentaba mantener la vista en la carretera.

—No te vayas, no me hagas esto... —murmuraba una y otra vez, mientras miraba a Julia, que yacía inconsciente en el asiento del copiloto, la vida escapándose de su cuerpo.

Cuando llegaron al hospital, Alex salió del coche y, con Julia en brazos, corrió hacia urgencias. La sangre empapaba su ropa, pero no le importaba. Lo único que le importaba era que Julia sobreviviera.

—¡Necesito ayuda! —gritó con desesperación mientras entraba, su voz rota por el miedo—. ¡Está desangrándose! ¡Hagan algo!

Los médicos corrieron hacia él, tomando a Julia rápidamente. La montaron en una camilla, y uno de ellos, con las manos llenas de sangre, preguntó:

—¿Qué ha pasado? ¿Cómo ocurrió esto?

—¡Iván la acuchilló! Dos veces, en el costado. ¡Tiene que vivir! —gritó Alex, su voz quebrada por el terror y la rabia.

Lo vio todo en cámara lenta. Cómo la subían a la camilla, cómo intentaban detener la hemorragia, cómo las puertas de la sala de emergencias se cerraban tras ellos, dejándolo allí, solo. Intentó seguirlos, pero uno de los enfermeros lo detuvo.

—No puede pasar, señor. Tiene que esperar aquí.

Alex, con las manos temblorosas y cubiertas de sangre, se dejó caer en una silla de la sala de espera. Se agarró la cabeza con las manos, intentando contener el pánico que lo consumía. Estaba perdiendo a la mujer que amaba. Otra vez. Igual que Valeria. El miedo de volver a vivir esa pesadilla lo hacía sentir que el aire faltaba, como si el mundo se cerrara sobre él.

"¿Por qué? ¿Por qué tiene que pasarme esto otra vez?" Pensaba en la mirada de Julia antes de que Iván la hiriera. El miedo en sus ojos, la fragilidad de su cuerpo, y la certeza de que, si la perdía, no sabría cómo seguir adelante. El recuerdo de Valeria se coló en su mente, como un fantasma que no lo dejaba en paz. No podía perder a otra mujer, no a Julia.

Un rato después, cuando el reloj parecía avanzar a un ritmo imposible de lento, un médico salió por las puertas de emergencia y preguntó:

—¿Los acompañantes de Julia?

Alex se levantó de inmediato, con el corazón en la garganta.

—Yo, soy yo. ¿Qué ha pasado?

El médico, con el rostro serio y profesional, le explicó:

—Las heridas que ha sufrido son profundas. El cuchillo ha desgarrado el hígado y perforado un pulmón. Tenemos que intervenir de inmediato.

Alex sintió como si el suelo se hundiera bajo sus pies.

—¿Qué? —preguntó, incapaz de procesarlo—. ¿Va a estar bien?

—Vamos a hacer todo lo posible —respondió el médico—. La estamos preparando para cirugía. Necesitamos detener la hemorragia interna y reparar los órganos dañados.

—¡Métanla ya! —gritó Alex—. Si algo le pasa a ella, prendo fuego a este puto hospital, ¿me entiendes?

El médico, asustado por la amenaza, asintió sin decir una palabra más, y se alejó rápidamente hacia el quirófano. Sabía quién era Alex Moretti, y sabía que era perfectamente capaz de cumplir esa amenaza.

SUSURROS EN LA OSCURIDAD|| 2 FinalizadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora