UN AMOR FORJADO EN EL DESTINO (DEVIE)

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El sol de la tarde iluminaba suavemente los jardines de Auradon, donde la mayoría de los estudiantes aprovechaban el tiempo libre después de las clases para relajarse

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El sol de la tarde iluminaba suavemente los jardines de Auradon, donde la mayoría de los estudiantes aprovechaban el tiempo libre después de las clases para relajarse. Evie, la hija de la Reina Malvada, se encontraba sentada en un banco de piedra, en su lugar favorito, bordando con paciencia uno de sus nuevos diseños para la clase de costura. Aunque adoraba la moda y todo lo relacionado con el diseño, su mente ese día estaba lejos de las telas y los hilos.

Doug, el hijo de Tontín, uno de los Siete Enanitos, no salía de sus pensamientos. Desde que llegaron a Auradon, habían pasado mucho tiempo juntos, estudiando, compartiendo intereses y desarrollando una amistad que, con el tiempo, había crecido en algo más. Sin embargo, ambos eran demasiado cautelosos para admitirlo. Doug era tímido y siempre trataba de no dar un paso en falso, mientras que Evie, a pesar de su confianza exterior, había luchado con la sombra de no sentirse lo suficientemente buena debido a las expectativas de su madre.

EVIE: ¿Qué es lo que piensas, Evie? (murmuró para sí, mientras continuaba bordando con gestos mecánicos). ¿Crees que te va a aceptar como eres? (Suspiró, dejando caer la aguja por un momento).

A pesar de su brillante sonrisa y su estilo impecable, Evie sabía que las cosas no siempre eran tan perfectas por dentro. Crecer bajo la sombra de la Reina Malvada había sido duro. Todo lo que su madre había querido de ella era belleza, poder y perfección. Pero Doug era diferente. Él veía a Evie por lo que era realmente: una chica que buscaba su propio camino, lejos de la oscuridad de la Isla de los Perdidos.

EVIE: ¿Por qué las cosas tienen que ser tan complicadas? (murmuró, perdiendo la concentración cuando escuchó unos pasos aproximándose).

Al alzar la vista, allí estaba Doug, con su clásico chaleco, gafas redondas y esa sonrisa ligeramente nerviosa que siempre hacía que Evie sintiera mariposas en el estómago. Él llevaba un cuaderno bajo el brazo, como siempre, listo para cualquier pregunta relacionada con historia o música. Doug tenía un don para los números y la música, lo cual fascinaba a Evie más de lo que estaba dispuesta a admitir.

DOUG: ¡Hola, Evie! (saludó Doug, rascándose la nuca como siempre lo hacía cuando estaba un poco nervioso). Estaba buscando un lugar tranquilo para repasar, y pensé que tal vez... podría unirme a ti. Si no te molesta, claro.
EVIE: ¡Doug! (respondió ella, sus ojos brillando con una calidez que no podía ocultar). ¡Claro! Sabes que me encanta tenerte por aquí.

Doug sonrió más relajado y se sentó junto a ella en el banco. Durante un rato, hubo un silencio cómodo entre los dos mientras Doug abría su cuaderno y Evie volvía a bordar, aunque su mente seguía distraída. Después de unos minutos, fue Doug quien rompió el silencio.

DOUG: Evie... hay algo que quiero decirte (dijo, mirando su cuaderno pero claramente sin prestar atención a lo que había escrito en él).

El corazón de Evie dio un pequeño brinco. ¿Lo haría? ¿Doug finalmente iba a decir lo que ella había sentido por tanto tiempo pero que no se había atrevido a mencionar?

EVIE: ¿Qué pasa, Doug? (preguntó, tratando de mantener la calma).

Doug cerró el cuaderno y lo puso a un lado, girando su cuerpo hacia ella, con su mirada nerviosa, pero determinada. Respiró hondo antes de hablar.

DOUG: Sabes que... desde que llegamos a Auradon, hemos pasado mucho tiempo juntos. Y siempre he admirado lo talentosa que eres, lo trabajadora, lo decidida. (Doug parecía luchar con las palabras, pero continuó). Eres increíble, Evie, no solo por lo que haces, sino por quién eres. Y... bueno, lo que quiero decir es que... me gustas. Mucho. Desde hace un tiempo, de hecho.

Evie sintió que el mundo a su alrededor se detenía por un segundo. Sus manos dejaron caer la tela y la aguja al suelo, y miró a Doug con los ojos muy abiertos. No había esperado que fuera tan directo, aunque parte de ella había soñado con ese momento.

EVIE: ¿En serio? (preguntó Evie, más sorprendida de lo que había querido mostrar). Doug, yo...

Antes de que pudiera terminar la frase, Doug intervino rápidamente, temiendo haber dicho algo mal.

DOUG: No tienes que decir nada ahora, no quiero que te sientas presionada o incómoda. Solo... quería ser honesto contigo. No podía seguir guardándomelo. Sé que vienes de un lugar complicado, con tantas expectativas de lo que deberías ser, pero lo que quiero que sepas es que, para mí, eres perfecta tal como eres. No tienes que ser la princesa perfecta o la hija de la Reina Malvada, solo Evie. Y eso es suficiente.

Las palabras de Doug tocaron algo profundo dentro de ella. Evie siempre había luchado con la sensación de no ser suficiente, de que su valor solo estaba en su apariencia o en lo que podía hacer por los demás. Pero con Doug, todo era diferente. Él la veía de una manera en que nadie más lo hacía.

EVIE: Doug... (dijo Evie con una sonrisa tímida). Gracias. De verdad, no sabes cuánto significan tus palabras para mí. Yo... siempre he sentido algo por ti también. Desde que llegamos aquí, has sido mi roca. Siempre tan amable, tan atento. Y me haces sentir que está bien no ser perfecta todo el tiempo.

Doug la miró con los ojos brillantes, como si no pudiera creer lo que estaba escuchando.

DOUG: ¿De verdad? (preguntó con un toque de incredulidad).

Evie asintió y tomó una de sus manos, entrelazando sus dedos con los de él.

EVIE: Sí, de verdad. Me haces sentir que no tengo que ser la persona que mi madre quería que fuera. Solo puedo ser Evie. Y si eso es suficiente para ti, entonces creo que podemos ser algo más que solo amigos.

Doug sonrió ampliamente, y en ese momento, todo el nerviosismo pareció desvanecerse.

DOUG: Eres más que suficiente, Evie (susurró antes de inclinarse y besar suavemente su mejilla).

Evie se sonrojó, sintiendo un calor agradable en su corazón. Por primera vez, las dudas que siempre la habían atormentado parecían disiparse. Sabía que, con Doug a su lado, no importaba lo que los demás pensaran. No importaba lo que el pasado dictara.

En ese momento, lo único que importaba era que, juntos, podían escribir su propio futuro. Y para Evie, ese futuro nunca había parecido tan brillante.

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