Capitulo 56

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El silencio que siguió fue incómodo, tanto que casi podía escucharse el latido del corazón de Abril mientras Gabriela seguía inmóvil, absolutamente anonadada. Sus ojos se movían rápidamente de un lado a otro, como si intentara procesar lo que estaba ocurriendo, pero no sabía cómo reaccionar. Si hacía un escándalo, quedaría mal delante de toda mi familia. Y si se quedaba callada, el impacto sería igual de fuerte. Se había quedado atrapada en una encrucijada emocional.

-¿Qué pasa? -preguntó mi madre, ajena al drama que se desarrollaba frente a ella.

Antes de que pudiera intervenir, Abril rompió el silencio, tomando el control con una calma que solo hacía que todo se sintiera más tenso.

-¿Qué está haciendo ella aquí? -preguntó directamente, sin titubeos.

Mi madre, sin captar del todo la gravedad de la situación, soltó una risa nerviosa.

-Ay, Abril, estás exagerando... Gabriela solo vino a saludar, no es para tanto. Todos estamos en familia.

El ambiente era incómodo, y la tensión era palpable. Sentí como si todo estuviera a punto de estallar, una discusión al borde de desatarse. Estaba listo para intervenir, para detener lo inevitable, pero de repente, una voz del fondo de la casa rompió el momento de manera casi milagrosa.

-¡Familia! Ya está servido el almuerzo -gritó uno de mis tíos desde el comedor.

Todos se movieron automáticamente hacia la mesa, como si esa señal nos hubiera sacado de un trance incómodo. El alivio era evidente, aunque la tensión aún flotaba en el aire. Mientras los demás empezaban a acercarse a la mesa, me volví hacia Abril.

-Amor, si no te sientes cómoda, nos vamos -le susurré, sabiendo que Gabriela seguía siendo una sombra en este momento.

Abril, que parecía haber recuperado la calma, negó suavemente con la cabeza.

-No, está bien -dijo, con una ligera sonrisa que no alcanzaba a sus ojos-. Hay más personas. Si estamos todos juntos, ella no podrá hacer nada.

Entendí lo que quería decir. Estábamos en terreno seguro, y ella se sentía en control, sabiendo que Gabriela no podría actuar como quisiera con tantas miradas encima.

Nos acercamos a la mesa, donde ya se estaban sentando todos. Gabriela, que ya estaba en su lugar, no apartaba la mirada de Abril ni por un segundo. Era una mirada fría, calculadora, que no podía ser más distinta a la expresión de felicidad que se esperaba en un ambiente familiar como ese. Abril lo notó, pero intentaba disimularlo, mostrándose relajada.

Cuando Abril estuvo a punto de sentarse, una de mis tías, que ya estaba acomodada, la observó con una sonrisa cálida.

-¡Abril, querida! ¡Pero si te ha crecido mucho la pancita! Te ves preciosa.

El comentario fue como una chispa de alegría para Abril, quien inmediatamente se iluminó y sonrió ampliamente, olvidándose por un momento de Gabriela.

-¡Ay, gracias! Sí, de hecho ya se me empezó a notar mucho más -dijo, poniéndose de perfil y ajustando su vestido largo para resaltar su vientre. El orgullo en su voz era evidente, y aunque la alegría era genuina, había algo más detrás de su entusiasmo.

Gabriela no apartaba la mirada, y esa frialdad persistente comenzaba a tornarse incómoda para todos en la mesa.

-Y... ¿ya saben qué será? -preguntó otra persona desde el otro lado de la mesa, rompiendo el silencio momentáneo.

Abril me miró con complicidad, sus ojos brillando con algo que no supe identificar al instante. Me tomó un segundo entender lo que estaba sucediendo, especialmente porque hasta hacía un momento estaba enfadada. Ahora, de repente, estaba emocionada, casi presumida.

A Un Paso De La Luna - Juan Pablo Villamil {morat} (Sin Editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora