A Un Paso De La Luna - Juan Pablo Villamil {morat} (Sin Editar)

Capitulo 48

Narra Abril*

"Y es que al fin
Si lo piensas no es tan loco
Dame todo, dame todo
Di que sí"

—Abril, ¿te casarías conmigo?

Cuando vi a Juan Pablo arrodillarse frente a mí, con esa pequeña caja en sus manos, mi mundo entero pareció detenerse. No podía creer lo que estaba pasando. Mi corazón latía con tanta fuerza que sentía que se me saldría del pecho. Nos habíamos prometido tantas cosas, habíamos recorrido tanto juntos, y ahora, en este instante, todo lo que habíamos soñado comenzaba a tomar forma.

Me quedé congelada por un instante. Las emociones eran demasiadas: la sorpresa, la alegría, el amor que sentía por él. Sentía lágrimas arremolinarse en mis ojos mientras lo miraba, y entre risas nerviosas y emocionadas, solo pude decir:

—Ay, Juan Pablo...

Mis ojos se llenaron de lágrimas, mientras lo miraba, sintiendo que cada palabra se aferraba a mi alma. Estaba frente al hombre que amaba, el hombre que había estado a mi lado en mis peores y mejores momentos, el que me había hecho reír hasta el cansancio y que había secado mis lágrimas cuando sentía que no podía más.

Entre risas nerviosas, traté de encontrar mis palabras, pero todo lo que podía sentir era ese amor tan profundo por él. Con el corazón latiendo desbocado, intenté buscar algo en mi pequeño bolso, pero antes de que pudiera sacar lo que llevaba ahí, me incliné hacia él, lo miré a los ojos, esos ojos que me han acompañado durante tanto tiempo, y sin pensarlo dos veces, agarré suavemente sus mejillas y le susurré:

—Sí... sí quiero, mi amor.

La sonrisa que se dibujó en su rostro fue el momento más hermoso que había visto en mi vida. Se levantó rápidamente y, en un instante, estábamos envueltos en un beso, como si el mundo hubiera desaparecido a nuestro alrededor. Sentía sus brazos rodeándome, protegiéndome, y el calor de su amor me envolvía como nunca antes. Nada más importaba. Solo nosotros.

Los aplausos y las voces de nuestros amigos y familiares se sentían lejanos, como si todo estuviera sucediendo en otra dimensión. Pero cuando Juan Pablo tomó mi mano y deslizó el anillo en mi dedo, el peso de lo que acababa de pasar me golpeó con toda su fuerza: íbamos a estar juntos para siempre.

Cuando nos separamos, aún con la emoción a flor de piel, tomé el micrófono. Sabía que tenía que decirle lo que llevaba guardando, algo que había esperado el momento perfecto para contarle. Y este, sin duda, lo era.

—Yo también tengo algo para darte —dije, tratando de controlar la emoción en mi voz—. No lo pensaba hacer hoy, pero creo que este es el mejor momento. Además... —me reí, mirando a todos alrededor— estoy empezando a creer que no estamos celebrando los dichosos nueve años.

La risa suave de los demás me dio valor, y vi cómo Juan Pablo me miraba, completamente intrigado. No tenía idea de lo que estaba por venir. Busqué en mi bolso y saqué la pequeña hoja que lo cambiaría todo: una ecografía. La sostuve frente a él, sintiendo que mi corazón estaba a punto de explotar de emoción.

Antes de que pudiera procesar lo que estaba viendo, le dije con una voz temblorosa, pero llena de alegría:

—Estoy embarazada, Villamil.

El tiempo se congeló nuevamente. Vi cómo sus ojos, llenos de sorpresa y emoción, me miraban fijamente. Su rostro pasó de la incredulidad a una sonrisa tan grande y pura que casi no podía creerlo. Sus manos temblaban mientras sostenía la ecografía, y en ese momento supe que no podía haber un instante más perfecto.