Capitulo 61

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Él no logró escucharme.

—¡Silencio! ¡No la dejan escuchar! —pidió Martín a los demás, mientras todos se detenían en sus movimientos. Sentí cómo mi corazón se aceleraba y, ahora más fuerte, repetí—: Creo que rompí fuente.

La habitación se volvió un lugar de caos y tensión. Villamil se levantó de un salto, su rostro pálido de preocupación—: ¿Qué? ¡Abril, habla! ¿Estás segura?

Asentí, tratando de mantener la calma, pero la incertidumbre se apoderaba de mí. Las risas y la música se detuvieron por completo; solo quedaba el latido acelerado de mi corazón y el murmullo de mis pensamientos.

Asentí, tratando de mantener la calma, pero la incertidumbre se apoderaba de mí. Las risas y la música se detuvieron por completo; solo quedaba el latido acelerado de mi corazón y el murmullo de mis pensamientos.

—¿Qué debemos hacer? —preguntó Martin, su voz temblorosa.

—¿Tienes todo listo? —interrogó Simon, su expresión ahora seria.

La pregunta me hizo sentir aún más vulnerable. Mi mente se apresuró a pensar en todo lo que necesitaba: la pañalera, el cochecito, la habitación del bebé... Todo parecía tan distante en ese momento.

—Solo... no sé. —Miré a Villamil, buscando respuestas en sus ojos verdes—. No estoy lista.

—Vamos, Abril. —Sus manos se aferraron a mis brazos, transmitiéndome fuerza—. Tú puedes.

Respiré hondo, intentando calmar el torbellino de emociones. La voz de la doctora resonaba en mi mente, el cáncer regresó. Y al mismo tiempo, mi bebé estaba a punto de nacer. Era una mezcla aterradora de felicidad y miedo.

—Amor, ¿qué necesitas? —preguntó Villamil, apretando mis manos con firmeza—. ¿Quieres que vayamos al hospital ahora?

Las lágrimas comenzaron a asomarse a mis ojos. —Sí, creo que sí.

— ¡Claro que hay que ir al hospital! — Exclamo Isaza respondiendo lo obvio.

El dolor comenzó a intensificarse en mi vientre justo cuando me senté en el auto, pero esta vez, no era solo el dolor físico lo que me consumía. Era el miedo, la angustia que parecía apoderarse de todo mi ser. Las ansias que había sentido durante meses por conocer a mi bebé habían sido reemplazadas por un pánico abrumador que no me dejaba respirar. No podía dejar de temblar. Mis manos, heladas y sudorosas, estaban fuera de mi control, y cada respiración que tomaba se sentía insuficiente, como si no lograra llenar mis pulmones.

Villamil se sentó a mi lado y me tomó la mano, con firmeza, como si quisiera infundirme su fuerza. Intentaba mantener la calma, pero yo sabía que podía ver el miedo reflejado en mis ojos. Trataba de sonreírme, de darme ánimos, pero yo apenas podía responder. Mi cuerpo estaba en otra parte, mi mente atrapada entre la realidad de que el parto estaba por empezar y el hecho devastador que me acababan de revelar: el cáncer había regresado.

—Respira, Abril —me dijo suavemente, apretando mi mano—. Vas a estar bien, ambos lo estaremos.

Pero no podía dejar de temblar, de sentirme atrapada entre las dos realidades. El dolor volvía en oleadas, cada vez más fuerte, haciéndome jadear. Traté de inhalar profundo, pero el aire no entraba como debía. No me sentía lista, no me sentía fuerte. ¿Cómo iba a traer una vida al mundo cuando la mía parecía estar desmoronándose?

Vi a Isaza corriendo hacia el auto, sosteniendo la pañalera con una mano y el teléfono en la otra. Se la pasó a Martin, que ya estaba en el puesto de copiloto, mientras Isaza tomaba el volante. Los otros chicos no se quedaban atrás en su preocupación; Simon se había quedado atrás para recoger a Laura, Kenia y Nath, y, de paso, avisar a mis padres y a los padres de Villamil que estaba a punto de nacer su nieta. Sabía que debía sentirme agradecida por todo el apoyo, pero ahora mismo solo sentía un nudo en el pecho que no se deshacía.

A Un Paso De La Luna - Juan Pablo Villamil {morat} (Sin Editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora