Habían pasado dos semanas desde aquella horrible noche. Aunque el tiempo había suavizado las heridas físicas, las marcas en su piel seguían ahí, recordándome constantemente todo lo que había sucedido por mi culpa. Finnian, siempre tan fuerte y protector, no se quejaba de nada, pero yo podía ver el dolor en sus ojos cada vez que movía los brazos o se tocaba el torso.
Cada mañana, cuando lo veía despertar con esas marcas que el rey —mi propio padre— le había dejado, algo se rompía dentro de mí. Me decía que ya no podía seguir torturándome, que no era mi culpa lo que había pasado, pero ¿cómo no sentirme responsable? Si tan solo no hubiera dejado que Finnian entrara en mi vida, quizás ahora estaría a salvo, lejos de la crueldad de mi padre.
Esta mañana, como todas las demás desde entonces, me desperté antes que él. Me senté a su lado en la cama y lo observé en silencio, la luz del amanecer bañando su rostro sereno. Aunque la mayoría de sus heridas habían sanado, las cicatrices, tanto físicas como emocionales, aún eran evidentes. Me dolía verlo así, y más aún, saber que yo era el motivo de su sufrimiento.
Finnian se removió ligeramente bajo las sábanas, dejando escapar un suspiro entre sueños. Quería abrazarlo, consolarlo, pero cada vez que lo hacía, el peso de la culpa me impedía disfrutar siquiera de ese simple gesto.
Finalmente, incapaz de soportar más esa sensación asfixiante, me levanté de la cama con cuidado para no despertarlo y me dirigí al baño. El frío del suelo me hizo estremecer, pero no detuve mi caminar hasta que estuve sola en la pequeña habitación.
Llené la tina con agua caliente, esperando que al menos el calor pudiera calmar la tormenta dentro de mí. Me desvestí lentamente y me sumergí en el agua, el vapor envolviéndome como un manto. Me apoyé en la pared de la bañera, abrazando mis piernas contra mi pecho, y cerré los ojos.
Pero ni siquiera el calor del agua era capaz de apaciguar los pensamientos que giraban sin descanso en mi cabeza. Una y otra vez me reprochaba lo que había pasado. Sabía que no era justo culparme por las acciones de mi padre, pero no podía evitarlo. Finnian había sufrido por mí, por mi familia, por mi silencio. Y ahora, a pesar de que estaba recuperándose, esas marcas en su piel parecían señalarme como la causante de todo.
El peso de la culpa era más fuerte que cualquier otro pensamiento. Más fuerte que mi odio hacia mi padre, más fuerte que mi preocupación por Finnian. Esa sensación me hundía, me aplastaba el pecho hasta que era difícil respirar.
No pude más. El nudo en mi garganta se deshizo, y las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas. No emití ningún sonido, llorando en silencio, abrazada a mis piernas como si pudiera protegerme de todo lo que había sucedido. El agua de la tina estaba cada vez más fría, pero no me importaba. Nada parecía importarme, excepto el incontrolable remordimiento que no me dejaba en paz.
¿Por qué todo había terminado de esa manera? ¿Por qué había tenido que herir a la persona que más me importaba? Las lágrimas continuaban cayendo, como si con ellas pudiera borrar lo que había sucedido... pero sabía que no sería tan fácil.
Sentí un leve movimiento en el agua, lo que me sacó de mis pensamientos. Al principio pensé que era mi imaginación, pero cuando giré un poco la cabeza, lo vi. Finnian había entrado en la bañera conmigo, silenciosamente, y ahora se encontraba detrás de mí. Me abrazó por la cintura con sus brazos fuertes, descansando su barbilla en mi hombro. El calor de su cuerpo me envolvió de inmediato, y por un momento, casi me olvidé de todo.
—¿Por qué estás llorando? —preguntó en voz baja, su tono lleno de preocupación.
Cerré los ojos con fuerza, tratando de contener las lágrimas, pero fue inútil. Mi pecho se apretó, y lo que había tratado de ocultar salió a la superficie.
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El corazón de una Princesa ✔
Fantasy"El corazón de una princesa" es una historia de valentía, amor y la búsqueda de la verdadera identidad en medio de las tensiones y complejidades de la vida real. Es el viaje de una mujer que, pese a haber nacido en la realeza, descubre que el verdad...