Habían pasado casi dos meses desde aquella noche del baile, y las cosas no podían ir mejor. Finnian, Nicolás y yo habíamos encontrado una rutina que se sentía natural, como si siempre hubiéramos sido una familia. Los papeles de adopción estaban a punto de finalizar, y pronto, Nicolás sería oficialmente nuestro hijo. Cada vez que pensaba en eso, una cálida emoción me invadía.
La cena de esta noche estaba tranquila, como siempre. El ambiente en la sala era acogedor, con una chimenea encendida y la luz tenue iluminando los platos de comida. Finnian cortaba su carne con elegancia mientras Nicolás, sentado frente a mí, comía con una sonrisa en el rostro. No había duda de que el pequeño había cambiado mucho en estos últimos meses; su piel tenía un tono más saludable y su rostro irradiaba alegría. Incluso se veía más confiado, con una postura erguida que no habíamos visto antes. Físicamente y emocionalmente, Nicolás estaba mejor que nunca.
—Pronto entrarás a la escuela, Nicolás —comenté con una sonrisa mientras lo observaba, emocionada por lo que el futuro le deparaba—. Harás nuevos amigos y aprenderás cosas increíbles.
Nicolás asintió, sus ojos brillando con entusiasmo, aunque noté un pequeño destello de nerviosismo.
—¿Y crees que les caeré bien? —preguntó, bajando la mirada hacia su plato por un segundo.
Finnian dejó sus cubiertos y le sonrió con ternura.
—Te aseguro que les encantarás, Nicolás. Eres un chico inteligente y divertido. No hay razón para que no hagas buenos amigos.
Yo asentí, apoyando a Finnian. Había algo en la forma en que Nicolás confiaba en nosotros ahora, que me llenaba de orgullo.
Finnian dejó su cuchillo y tenedor sobre el plato con un suspiro.
—Tengo que irme al cuartel ahora —dijo, mirándome con una leve disculpa en los ojos. Sabía que el deber lo llamaba, pero aun así, siempre me costaba despedirlo.
Le dediqué una sonrisa y le dije, como siempre, con un tono suave pero firme:
—Abrígate bien, ¿de acuerdo?
Él asintió, pero fue Nicolás quien habló primero.
—Que te vaya bien, Finnian —dijo el pequeño, sonriendo de oreja a oreja.
Finnian se inclinó hacia él, y con una sonrisa traviesa, le revolvió el cabello con suavidad.
—Gracias, chico —le respondió con afecto. Luego, levantándose, me dedicó una última mirada antes de dirigirse hacia la puerta. Yo me quedé observándolo, deseando que su trabajo no lo apartara tanto de nosotros esa noche.
Después de terminar de cenar, Nicolás y yo nos trasladamos a la sala para relajarnos un rato. Él estaba concentrado en escribir algo en su cuaderno mientras yo disfrutaba de una pequeña tacita de té y algunos bombones dispuestos en la mesa. Nicolás también tomaba uno de vez en cuando, con una sonrisa satisfecha en su rostro.
Mientras lo observaba, un escalofrío recorrió mi espalda, y decidí que sería mejor buscar una pequeña manta para cubrirme. Me levanté con cuidado y subí las escaleras hacia la habitación para encontrarla.
Mientras buscaba la manta en el armario, un ruido fuerte resonó por toda la casa. Parecía que algo se había roto, algo pesado, y mi corazón comenzó a latir con fuerza. La primera imagen que cruzó mi mente fue Nicolás. Sin pensarlo, tomé la manta en mis manos y corrí hacia abajo.
Cuando llegué al pie de las escaleras, mi corazón casi se detuvo.
Allí, en medio de la sala, estaba el padre biológico de Nicolás. Su presencia era imponente y perturbadora, como una sombra del pasado. Nicolás, apartado ligeramente de él, me miraba con los ojos bien abiertos, como si estuviera tan sorprendido y asustado como yo.
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El corazón de una Princesa ✔
Fantasy"El corazón de una princesa" es una historia de valentía, amor y la búsqueda de la verdadera identidad en medio de las tensiones y complejidades de la vida real. Es el viaje de una mujer que, pese a haber nacido en la realeza, descubre que el verdad...