El corazón de una Princesa ✔

♡ Capítulo 23 ♡

Finnian Ascot

El cuartel estaba en su típico bullicio. Las conversaciones, el sonido de espadas en práctica, los pasos firmes... todo lo que debería mantenerme enfocado en mis tareas. Sin embargo, desde la mañana, mi mente no hacía más que volver a la misma pregunta: ¿por qué estaba tan feliz Lissi ayer? Cada vez que intenté que me lo dijera, evadió la pregunta, como si estuviera guardando un secreto. Y ahora, no podía dejar de pensar en ello.

William, sentado a mi lado, no dejaba de hablar de lo mismo. —Te lo digo, Finn, hay mujeres que hacen cosas a espaldas de sus esposos. Especialmente cuando sus maridos pasan mucho tiempo fuera. Tienes que estar atento— Reí en su cara, o al menos lo intenté. No iba a caer en esas tonterías. Yo confiaba en Lissi... ¿no?

Pero cuanto más hablaba William, más difícil era ignorar el nudo en mi estómago. Mi cabeza sabía que era ridículo. Lissi nunca haría algo así. Pero la duda, esa maldita duda, seguía ahí, instalada en un rincón de mi mente. ¿Y si había traído a alguien más a la casa? ¿Y si por eso estaba tan feliz? La idea me quemaba por dentro, aunque intentara negarlo.

Decidí regresar a casa más temprano de lo usual. Tenía que... asegurarme, aunque odiaba admitirlo. No iba a preguntarle directamente. No podía mostrar mis inseguridades, pero... necesitaba ver con mis propios ojos. Algo no me cuadraba, y si no hacía nada, esas dudas me iban a consumir.

Cuando llegué a casa, el silencio me recibió. Nada fuera de lo normal. Entré sigilosamente, evitando que cualquier sirviente me viera. Quería observar sin ser visto, como si mis ojos pudieran revelar lo que mi corazón se negaba a aceptar. Me dirigí al salón, buscando a Lissi, pero no estaba allí. Luego, la vi desde la ventana del jardín.

Ahí estaba, en la hamaca blanca, leyendo un libro y disfrutando de la brisa de la tarde. Sonreía, como si el mundo no pudiera tocarla, tan tranquila, tan... feliz. Pero esa felicidad que antes me llenaba el pecho ahora me parecía sospechosa. ¿Con quién pensaba compartir esa sonrisa? Me escondí detrás de un pilar, observándola, esperando ver algún indicio de que había otro hombre.

Pero no había nadie más. Solo ella y su libro. Mis pensamientos corrían de un lado a otro. Era ridículo, lo sabía. Lissi no me engañaría. Pero... ¿y si lo hacía? ¿Y si había algo que yo no había visto?

Mi corazón luchaba contra mi cabeza. Las imágenes de ella sonriéndole a otro hombre me destrozaban, pero al mismo tiempo, cada recuerdo de su amor por mí me golpeaba aún más fuerte. No quería ser ese tipo de hombre, desconfiado, celoso. Pero maldita sea, ¿por qué no me decía lo que estaba pasando?

La cena transcurrió con normalidad. La conversación era tranquila, sobre cosas sin importancia. Hablamos de cómo los jardines estaban floreciendo, de cómo los criados habían hecho un buen trabajo manteniendo la casa en orden. Nada fuera de lo común, nada que me indicara que Lissi estuviera ocultando algo.

Pero aunque sus palabras eran suaves y sus sonrisas genuinas, la duda seguía en mi pecho, como una espina que no podía quitarme. ¿Por qué no me decía lo que la tenía tan feliz? Intenté seguir la conversación, pero mi mente vagaba, perdida en pensamientos que no podía controlar.

Después de la cena, nos fuimos a la sala de estar. El aire en la casa era tranquilo, pero mi mente era todo lo contrario. Me acomodé en uno de los sillones mientras Lissi se levantaba, diciendo que iría por algo especial. La seguí con la mirada, intentando descifrar en su caminar o en su actitud algún signo, cualquier cosa que delatara si había algo que yo no sabía.

Pocos minutos después, regresó con un postre en la mano. Lo reconocí al instante: una base de galletas de chocolate troceadas, con dulce de leche en el medio y crema Chantilly por encima. Uno de mis favoritos. Mi boca se hizo agua al verlo, pero mi mente seguía enfocada en otra cosa. Lissi se acercó, sonriendo, y sin dudarlo, se sentó en mis piernas. Su aroma, su calidez... era todo tan familiar, tan... nuestro.