Esta mañana, la casa estaba silenciosa. Finnian había salido temprano hacia el cuartel y yo, que normalmente disfrutaba de estos momentos de calma, me sentía inquieta. Desde hace unos días, las náuseas me habían estado atacando en los momentos más inesperados, y esta vez no fue la excepción.
Me levanté de la cama con esfuerzo, sintiendo que el estómago me daba vueltas, y bajé las escaleras lentamente. No podía soportar el olor de ciertos alimentos. Antes me encantaba el kiwi, ahora solo pensarlo me revolvía el estómago. A eso se sumaban algunas fragancias, especialmente las cítricas; cada vez que alguien pasaba cerca de mí oliendo a limón o naranja, las náuseas se intensificaban de inmediato.
Suspiré, sosteniéndome el vientre, que aún no mostraba señales claras de lo que temía. Pero había algo diferente en mí, algo que no podía ignorar.
—Por favor, ¿podrías llamar al médico? —le pedí a una de las sirvientas, que se encontraba limpiando cerca de la sala de estar.
Ella asintió, con rapidez, y desapareció en busca de alguien que pudiera cumplir mi petición. Mientras esperaba, me dejé caer en el sillón de la sala de estar, intentando tranquilizarme, pero el malestar seguía ahí, constante, recordándome que algo había cambiado.
Al cabo de un rato, el médico llegó, su expresión tranquila y profesional como siempre. Sin embargo, no pude evitar sentir un nudo en la garganta. ¿Y si esta vez era verdad? ¿Y si, después de tanto esperar, por fin iba a ser madre?
—Dígame, mi señora —dijo el médico al acercarse—, ¿cómo se siente?
—Náuseas... —murmuré, llevándome una mano al vientre—. Sobre todo con ciertos olores... y no puedo ni ver algunos alimentos.
Él asintió mientras tomaba asiento frente a mí, sacando sus herramientas para revisarme. Mis manos se aferraban al borde del sillón, mi respiración un poco más agitada de lo habitual. Finalmente, tras lo que pareció una eternidad, el médico sonrió.
—Felicidades, señora. Está embarazada.
El alivio, la emoción y el miedo se mezclaron en un torbellino de emociones. No sabía si reír o llorar. Después de todo este tiempo, de tanto esperar y de tantos intentos, por fin iba a ser madre. Mi corazón latía con fuerza mientras miraba al médico, todavía un poco incrédula.
—¿Esta... seguro? —pregunté, con la voz temblorosa.
—Completamente —respondió él, con una sonrisa tranquilizadora—. Lo que está experimentando es completamente normal. Voy a hacerle una dieta variada para asegurarnos de que tanto usted como el bebé estén saludables.
Asentí, apenas escuchando sus palabras. Mi mente seguía procesando la noticia. Finalmente...
Después de que el médico me diera la noticia, sentí una felicidad inigualable. Después de tanto tiempo de incertidumbre, miedo y esperanza, por fin iba a ser madre. Me encontraba en el jardín, tumbada en la hamaca blanca que estaba colgada entre dos árboles, disfrutando de la suave sombra y abanicándome para mitigar el calor de la tarde.
El jardín era mi refugio. Había sido diseñado a mi gusto, con un hermoso quiosco sencillo a un costado, donde solía sentarme a leer o tomar el té. Había sillones cómodos y una mesa pequeña donde podía dejar mis libros o cualquier refrigerio que me trajeran. Frente a mí, el pasto verde se extendía como una alfombra, adornado con las flores que había plantado con tanto esmero. El jardín era mi pequeño paraíso, un rincón donde podía sentir paz.
Mientras me abanicaba, me dejé llevar por la emoción de saber que, dentro de mí, estaba creciendo una nueva vida. No podía esperar a ver la cara de Finnian cuando se lo dijera, pero quería hacerlo de manera especial. Quería que fuera un momento inolvidable para ambos.
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El corazón de una Princesa ✔
Fantasía"El corazón de una princesa" es una historia de valentía, amor y la búsqueda de la verdadera identidad en medio de las tensiones y complejidades de la vida real. Es el viaje de una mujer que, pese a haber nacido en la realeza, descubre que el verdad...