Habían pasado poco más de dos meses desde que descubrí que estaba embarazada, y aunque mi pancita empezaba a notarse, aún era algo discreta. Era como un pequeño secreto que solo Finnian y yo compartíamos. A veces, me detenía a mirarme en el espejo, sorprendida de cómo la vida crecía en mí, y de cómo todo estaba cambiando a nuestro alrededor.
Cada vez que Finnian volvía del cuartel, era como si no quisiera despegarse de mí. Se había vuelto mucho más cariñoso, más atento. No solo me colmaba de besos y abrazos, sino que también encontraba momentos para hablarle al bebé, algo que al principio me hacía reír, pero que ahora me enternecía profundamente.
—Ya verás —le decía mientras me acariciaba el vientre con suavidad—. Vas a ser hermoso porque te vas a parecer mucho a tu mamá.
Yo sonreía cada vez que lo escuchaba decir eso, intentando imaginar cómo sería el bebé, si realmente se parecería a mí o si tendría los mismos ojos serios y curiosos de Finnian.
—Y te va a gustar mucho el día, porque cuando nazcas vamos a pasar horas en el jardín, mirando las flores y los árboles —añadía con su voz tranquila, casi susurrando, como si compartiera un secreto solo entre él y el bebé.
Me encantaba ver cómo Finnian se tomaba el tiempo para conectar con nuestro hijo, su voz siempre suave, llena de amor y ternura. Y aunque a veces intentaba disimularlo, sabía que cada vez que hablaba del jardín o del bebé, su mirada se llenaba de emoción. Me daba una paz inmensa tenerlo cerca, verlo tan comprometido y emocionado. Era como si el mundo hubiera cambiado para nosotros, y todo lo demás pareciera tan pequeño y distante.
El día en que Finnian tuvo que irse al cuartel nuevamente, la despedida fue tan dulce como siempre, pero esta vez sentí un nudo en el estómago. No era solo por el hecho de que se iría por unas horas, sino porque su partida, por más breve que fuera, siempre me dejaba un vacío. Él, como siempre, intentaba hacer la despedida lo más ligera posible.
—No te preocupes, estaré de vuelta antes de que te des cuenta —me dijo con una sonrisa mientras me daba un beso en los labios, suave pero lleno de cariño.
Antes de salir, se inclinó un poco hacia mi vientre y, con esa misma sonrisa, le dio un beso al bebé. Era un gesto que repetía cada vez que se iba, como si quisiera asegurarse de que el bebé supiera que él también estaba ahí, incluso cuando no lo podía ver.
—Cuida de mamá, ¿sí? —le susurró en tono juguetón, acariciando mi pancita con ternura.
Yo no pude evitar sonreír, ese pequeño gesto siempre me conmovía. Verlo tan involucrado y cariñoso me hacía sentir más fuerte, más preparada para lo que estaba por venir. Cuando se levantó y se despidió una última vez con un guiño, supe que, aunque lo extrañaría, todo estaría bien.
Finnian salió por la puerta, pero en mi corazón y en el del bebé, seguía muy presente.
Mis hermanas, Amelia e Iris, llegaron esa tarde de sorpresa, justo cuando el frío empezaba a hacerse sentir. Nos instalamos en el salón del té, donde el calor de la chimenea nos envolvía cómodamente, ya que afuera el invierno estaba acercándose rápidamente. Había algo en la compañía de mis hermanas que siempre me reconfortaba, y hoy más que nunca, me sentía afortunada de tenerlas cerca.
Amelia, siempre tan entusiasta, no podía ocultar su emoción por el bebé que estaba en camino.
—¡Va a ser el bebé más hermoso del mundo! —dijo con una sonrisa enorme mientras revolvía su té—. Y seguro sacará los ojos de Finnian... aunque espero que la sonrisa sea la tuya.
Iris, más tranquila como de costumbre, me miraba con esa ternura que solo una hermana puede tener. Sabía que este bebé traía consigo una mezcla de emociones y responsabilidades, pero también sabía que no había nadie mejor preparado para enfrentar todo lo que estaba por venir.
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El corazón de una Princesa ✔
Fantasy"El corazón de una princesa" es una historia de valentía, amor y la búsqueda de la verdadera identidad en medio de las tensiones y complejidades de la vida real. Es el viaje de una mujer que, pese a haber nacido en la realeza, descubre que el verdad...