🤍 Capitulo 36 🤍

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Nicolás Ascot

Había pasado casi una semana desde que papá se fue a la otra ciudad a trabajar. Lo extrañaba mucho, pero mamá y yo habíamos estado muy ocupados, así que el tiempo se había pasado volando. Mamá siempre encontraba la manera de hacer que los días fueran divertidos, aunque él no estuviera.

Hoy, como casi todos los días, jugamos en la nieve. Me encanta cuando la nieve cae despacito y el jardín parece cubierto de una manta blanca y esponjosa. Mamá y yo hicimos un muñeco de nieve. Bueno, en realidad lo hice casi todo yo, pero ella me ayudó con los detalles más difíciles, como ponerle los ojos y el sombrero.

Después de jugar, mamá y yo entramos a la casa para hacer mi tarea. Me encanta cuando me ayuda, porque siempre sabe cómo explicar las cosas de una manera que las entiendo rápido. Ella es la mejor mamá del mundo, no solo porque me ayuda con la escuela, sino porque siempre está a mi lado. Me hace sentir que puedo hacer cualquier cosa.

A veces, cuando me cuesta un poco, ella se sienta a mi lado y me explica con tanta paciencia, y yo pienso que de verdad no hay nadie mejor que ella. No solo porque es mi mamá, sino porque es muy buena en todo lo que hace. Siempre tiene una sonrisa para mí, aunque sé que con el bebé en su pancita, a veces se siente cansada. Pero nunca se queja.

Hoy fue un día normal. O al menos, eso creí hasta que mamá se puso un poco rara por la tarde. Estaba descansando en el sillón cuando de repente se llevó las manos al vientre y respiró profundo. Yo estaba jugando con mis bloques y la miré.

—¿Estás bien, mamá? —pregunté, algo preocupado.

Ella sonrió, pero su sonrisa se veía un poco tensa.

—Estoy bien, cariño —dijo—. El bebé se está moviendo mucho hoy.

Parecía que algo le dolía porque se quedó sentada un rato sin moverse mucho. Eso me hizo preocupar un poco más. Sabía que el bebé no debería nacer todavía, mamá siempre decía que aún faltaba unas semanas. Pero ahora la veía frotándose la barriga como si intentara calmar algo que no veía.

Entonces, de repente, mamá hizo una mueca y respiró hondo de nuevo. Su mano se apretó sobre su vientre y supe que algo pasaba.

—Mamá, ¿qué ocurre? —pregunté, con los ojos muy abiertos.

—Solo una pequeña contracción, nada de qué preocuparse, Nicolás —me respondió, pero su tono no me tranquilizó del todo. Mamá era fuerte, lo sabía, pero no quería que algo malo le pasara a ella o al bebé.

—¿Debería llamar a alguien? —pregunté mientras me acercaba, sintiéndome un poco nervioso.

Mamá negó con la cabeza, todavía sonriendo.

—No es necesario, cariño. No es el momento aún. El bebé solo está recordándome que falta poco para su llegada, pero no hoy. Estoy bien, de verdad —insistió.

La miré un momento, queriendo creerle, pero algo en su expresión me hizo sentir que tal vez no estaba tan segura. Mamá se recostó un poco más en el sillón, tomando aire profundamente para relajarse.

—Vamos a descansar un poco —dijo, guiñándome un ojo—. A veces, el bebé solo necesita que me tome las cosas con calma, igual que tú cuando tienes un día largo.

Me senté a su lado, sin saber qué más hacer. Sabía que mamá no mentía, pero estaba nervioso. El bebé no debía nacer aún, ¿cierto?

Al día siguiente por la tarde, mamá y yo decidimos hacer galletitas. Me encanta cuando hacemos cosas juntos en la cocina, es divertido y además siempre salen deliciosas. Mamá estaba de mejor humor hoy, parecía más relajada después de las contracciones del día anterior, lo cual me hizo sentir más tranquilo también.

El corazón de una Princesa ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora