♡ Capitulo 30 ♡

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El sol estaba suave sobre el jardín, filtrándose entre las hojas y creando sombras delicadas sobre el césped. Estaba sentada en mi hamaca blanca, balanceándome suavemente mientras observaba a Nicolás, quien se encontraba concentrado, con la lengua apenas asomando entre sus labios mientras escribía en su cuaderno. Lo veía luchar por formar algunas de las letras, pero había avanzado tanto desde que comenzamos que me sentía increíblemente orgullosa de él.

Finalmente, con una sonrisa satisfecha en su rostro, Nicolás cerró el cuaderno y se acercó a mí con pasos ligeros, extendiéndome la libreta con ambas manos.

—Terminé —me dijo con una mezcla de orgullo y timidez.

Tomé la libreta, hojeando las páginas. Había hecho un gran esfuerzo por escribir las palabras que le había dejado, nombres importantes del reino, como ciudades y la capital, además de algunas cuentas sencillas para que practicara. Aunque algunas letras se torcían y tambaleaban, había logrado mucho.

—¡Está perfecto, Nicolás! —le sonreí, sincera—. Has mejorado mucho.

Sus mejillas se sonrojaron levemente y me dedicó una sonrisa tímida antes de regresar a su rincón en el jardín. Allí, Finn y yo habíamos colocado algunos bloques de madera y juguetes simples que habíamos conseguido para él. Sin perder tiempo, se sentó en el suelo y comenzó a apilar los bloques, construyendo torres y murallas con su creatividad infantil.

Desde mi lugar en la hamaca, lo observé mientras jugaba, permitiéndome disfrutar de ese pequeño instante de tranquilidad. Nicolás se había convertido en una parte esencial de nuestras vidas, y verlo así, relajado y feliz, me hacía sentir que estábamos haciendo algo bien.

El sonido de los bloques chocando entre sí y sus risas mientras una torre se derrumbaba llenaban el aire, y mi corazón se hinchaba de alegría.

Me quedé observando a Nicolás un momento más, sonriendo al ver cómo se concentraba en sus bloques. Instintivamente, llevé una mano a mi vientre, acariciando suavemente la pequeña curva que había crecido en los últimos meses. Aunque no era tan evidente para los demás, Finnian y yo lo notábamos. Sentir esa pequeña vida dentro de mí, aunque aún lejana, ya me llenaba de una emoción indescriptible.

En ese instante, una sirvienta se acercó desde la casa, llevando una bandeja con fruta fresca y jugo, perfecta para refrescarnos en la mañana cálida.

—Señora, le he traído esto para que disfruten —dijo con una sonrisa, dejando la bandeja sobre la mesa pequeña junto a mí.

—Gracias —respondí amablemente, pero antes de que se retirara, noté que llevaba algo más en las manos.

—Ah, y también esto —añadió la sirvienta, extendiéndome una carta sellada—. Llegó esta mañana.

Tomé la carta con curiosidad, notando el sello desconocido en la parte delantera. Mientras la sirvienta se alejaba, mis dedos acariciaban el papel, preguntándome de quién podría ser. La coloqué en mi regazo por un momento, decidiendo abrirla cuando estuviera lista para leerla, mientras observaba a Nicolás jugando y disfrutaba del momento tranquilo en el jardín.

Comenzaba a leer la carta cuando, de repente, escuché unos pasos rápidos acercándose por detrás. Antes de poder reaccionar, una voz familiar irrumpió en el jardín.

—¡Lissi! —exclamó Amelia de manera brusca, haciendo que diera un pequeño salto en la silla, llevándome una mano al pecho.

—¡Amelia! Me asustaste —le dije con una sonrisa nerviosa mientras trataba de calmar el latido acelerado de mi corazón. Amelia soltó una risita, claramente divertida con mi reacción.

El corazón de una Princesa ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora