Capítulo 10 : La Favorita

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Los años pasaron volando, como si el tiempo se hubiera convertido en una brisa suave que acariciaba mi vida. Ahora estaba en mi último año de estudios de medicina, era algo que parecía tanto un final como un nuevo comienzo. Cada día en el campus era un recordatorio de cuánto había crecido, no solo como estudiante, sino también como persona.

Ethan y yo habíamos construido algo hermoso. Nuestra relación, una mezcla de risas y complicidad, se había vuelto un refugio en medio de la presión de los estudios. A menudo, encontrábamos tiempo para escaparnos a una cafetería cercana, donde nuestras charlas se llenaban de sueños y anhelos, compartiendo planes para el futuro mientras el aroma del café recién hecho nos envolvía. Me sentía más viva con él a mi lado, y cada momento juntos reafirmaba la conexión especial que habíamos encontrado.

En el aula, la confianza que había construido con el Dr. Anderson también había crecido. Desde mis primeros días en su clase de Fisiología Cardiovascular Avanzada, él había mostrado un interés genuino en mi aprendizaje. Era común que me identificaran como su favorita, y él lo decía con frecuencia, algo que al principio me llenaba de orgullo. A medida que pasaron los meses, esa atención se convirtió en un doble filo. Mientras me sentía halagada por su reconocimiento, notaba que él comenzaba a acercarse más, rompiendo ciertos límites que nunca había mencionado.

Las reuniones de tutoría se transformaron en momentos cruciales. Cada vez que me quedaba después de clase para discutir un tema en particular, el Dr. Anderson parecía ver en mí algo más que una estudiante. Su cercanía, en ocasiones, cruzaba la línea de lo profesional. Sus miradas duraban un poco más de lo habitual, y sus comentarios, aunque bien intencionados, a veces me hacían sentir incómoda. Era esa mezcla de admiración y confusión la que empezaba a pesar en mi mente, una tensión que me negaba a aceptar.

El aula estaba llena de energía y nerviosismo cuando nos reunimos para discutir la oportunidad de ser internos en el prestigioso Hospital General de Baltimore. El Dr. Anderson, con su habitual entusiasmo, ocupaba el frente de la sala, rodeado de estudiantes ansiosos por escuchar sobre la beca que podría cambiar nuestras vidas.

—Gracias a todos por venir —comenzó él, con una sonrisa que iluminaba su rostro—. Esta es una oportunidad única. El hospital ofrece un programa de internado para estudiantes destacados, y este año, solo hay cinco plazas disponibles.

Un murmullo de emoción recorrió la sala. El prestigio de ese hospital significaba mucho en nuestras futuras carreras, y la posibilidad de aprender de los mejores en el campo era un sueño hecho realidad.

—Los criterios son estrictos. Se evaluarán las calificaciones, la experiencia en el campo y las cartas de recomendación —continuó el Dr. Anderson—. Pero lo más importante, como siempre, es la pasión que demuestran por la medicina. Quiero que cada uno de ustedes sepa que este proceso no solo trata de números; trata de quiénes son como personas y cómo se relacionan con los demás.

Me senté erguida en mi asiento, sintiendo que el corazón me latía con fuerza. Esta era mi oportunidad, la oportunidad que había estado esperando. No podía permitir que se me escapara.

—Quiero que se enfoquen en sus entrevistas —dijo el Dr. Anderson, su voz resonando con una mezcla de firmeza y aliento—. Les haré algunas preguntas para ayudarles a prepararse. Recuerden, no solo se trata de demostrar lo que saben, sino también de mostrar cómo pueden contribuir al equipo.

A medida que hablaba, fui sintiendo una oleada de determinación. Sabía que, para mí, esta oportunidad era más que un simple puesto de internado; era la puerta de entrada a una carrera que había soñado desde que era niña. Pero a la vez, el peso de la competencia se hacía más evidente.

Con Amor, Hannah.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora