Capítulo 33: Verdades Ocultas

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Mi relación con Marco, después de aquella amenaza, comenzó a desvanecerse como el humo en el aire. Los besos que solían brotar entre risas y susurros se convirtieron en recuerdos lejanos, relegados a un rincón polvoriento de mi mente. Las cenas, que alguna vez fueron íntimos encuentros llenos de complicidad, se desvanecieron en un silencio incómodo. Mi departamento, que había sido testigo de momentos compartidos, volvió a ser un espacio solo para mí, donde la soledad se asentaba en cada rincón.

La vida en el hospital continuaba su curso. Las desapariciones de mis compañeros, incluidas las de Marco, comenzaron a disminuir en frecuencia, pero eso no era suficiente para calmar mi inquietud. La preocupación por ellos seguía latente, como un zumbido constante en mi mente, mientras intentaba juntar las piezas de un rompecabezas que no tenía sentido.

Decidí profundizar en mi investigación. Con cada detalle que encontraba, cada rumor que escuchaba, la intriga aumentaba. Una tarde, mientras revisaba algunos documentos antiguos en la sala de archivos del hospital, noté una conexión entre los DiFranco y ciertos incidentes recientes. No podía ignorar que los nuevos grupos de italianos que habían llegado a la isla parecían estar relacionados con ellos.

—Hannah, ¿qué haces aquí tan tarde? —me preguntó Andrea, interrumpiendo mis pensamientos.

—Solo investigando un poco. Hay algo raro en todo esto —respondí, sin apartar la vista de los papeles dispersos sobre la mesa.

Andrea frunció el ceño, claramente preocupada. —Ten cuidado, ¿quieres? A veces es mejor no saber demasiado.

Sus palabras resonaron en mí, pero mi curiosidad era más fuerte que mi miedo. En mi mente, comenzaba a formar una imagen de la conexión entre Marco, los DiFranco y las misteriosas desapariciones. Sin embargo, a pesar de la aparente calma en el hospital, la tensión en el aire era palpable.

Con el tiempo, sentí que las cosas estaban mejor sin Marco. La ausencia de sus besos y su risa era difícil de aceptar, pero la amenaza que me había hecho quedó grabada en mi mente. No quería ser su víctima, y eso me daba la fuerza para seguir adelante, por más doloroso que resultara. Había aprendido a cuidar de mí misma, a confiar en mis instintos.

Una noche, mientras analizaba las últimas pistas que había encontrado, recibí un mensaje de texto inesperado. Era de Marco. —¿Podemos hablar? Creo que he cometido un error.

El mensaje hizo que mi corazón latiera con fuerza. Por un momento, dudé. ¿Debería dejar que sus palabras me atraparan de nuevo? Pero mi determinación fue más fuerte que cualquier emoción confusa que pudiera sentir. No podía permitir que su influencia volviera a invadirme.

—No estoy segura de que sea buena idea —respondí, y apagué el teléfono, decidida a no dejarme llevar por la nostalgia. La verdad estaba ahí, esperándome. Y no me detendría hasta descubrirla, incluso si eso significaba enfrentar a las sombras del pasado que se ciernen sobre la isla.

Ahora, el eco de su ausencia resonaba en cada rincón. Curiosamente, sentía que, de alguna manera, así estaba mejor. La atmósfera se sentía más ligera, como si el peso de la incertidumbre se hubiera disipado, aunque la verdad seguía acechando.

Mientras tanto, mi relación con ciertos miembros de la policía comenzó a florecer. Las interacciones en el hospital se volvieron más frecuentes, y las llamadas eran una mezcla de profesionalismo y un leve roce de camaradería. Fue entonces cuando conocí al Sheriff Lucas Carter. Su cabello claro y sus ojos verdes capturaron mi atención, pero era su manera de hablar, tan tranquila y directa, lo que realmente me hacía sentir un cosquilleo en el estómago. A medida que intercambiamos palabras, me daba cuenta de que había una conexión que iba más allá de lo profesional.

Con Amor, Hannah.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora