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Querido lector,
Hoy me siento impulsada a escribirte, no solo como un ejercicio de reflexión, sino como una conexión que me gustaría establecer contigo. En este viaje de la medicina, a menudo nos olvidamos de las pequeñas cosas, de las historias que nos rodean y de los momentos que nos enseñan más que cualquier clase o libro.
Cada paciente que atendemos lleva consigo una historia, una lucha, y a veces, en medio del caos del hospital, es fácil perder de vista esa humanidad. Pero creo que es vital recordar que detrás de cada diagnóstico hay una persona, un ser humano con sueños, temores y esperanzas. He aprendido que escuchar puede ser tan poderoso como curar.
En este camino, me he encontrado con personas que me han cambiado. Algunos días son difíciles, y la carga puede ser abrumadora. Pero también hay momentos de luz: esas sonrisas de agradecimiento, los pequeños avances que celebramos, y las conexiones genuinas que formamos. Estos momentos son un recordatorio de por qué elegí este camino.
Así que, mientras sigues tu propio camino, espero que nunca pierdas de vista las historias que se entrelazan en tu profesión. Cada día es una oportunidad para aprender, para crecer y para tocar vidas. Espero que encuentres en estas palabras una chispa de reflexión que te acompañe en tu viaje.
Con Amor, Hannah.
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A veces, el mundo parece dividirse entre quienes se atreven a brillar y quienes se esconden detrás de las sombras. Jaime, con su risa contagiosa y su energía desbordante, siempre había sido de los primeros. A su lado, yo me sentía como un eco, una sombra que seguía su luz, observando cómo iluminaba cada rincón del hospital con su presencia. Sin embargo, había más en su historia que la chispa que mostraba a los demás.
Era una tarde tranquila en el hospital, el ruido habitual había disminuido, y el sol comenzaba a descender, tiñendo el cielo de un suave naranja. Mientras tomábamos un descanso en el patio, sentados bajo la sombra de un frondoso árbol, noté un cambio en Jaime. Su expresión, que generalmente brillaba de entusiasmo, estaba cubierta por una capa de melancolía.
Mientras hablaba, comprendí que su sonrisa, esa que siempre parecía tan natural, en realidad era una máscara que había construido a lo largo de los años. Su infancia había estado marcada por la constante comparación con su hermano mayor, un éxito en el deporte y un modelo a seguir en su familia. En cada reunión, cada cumpleaños, cada cena familiar, las palabras de elogio para su hermano resonaban en sus oídos, convirtiendo a Jaime en una sombra en su propio hogar. La presión de ser el hermano menor era palpable; siempre debía esforzarse más para ser escuchado, para ser visto.
En su voz, podía sentir la lucha interna que había enfrentado. Mientras narraba su historia, me imaginé a un joven Jaime, sentado en un rincón de la sala de estar de su hogar, sintiéndose invisible entre los aplausos y las risas que se dirigían a su hermano. Esa imagen me partió el corazón. La necesidad de validación se había convertido en un impulso que lo empujó a decidir estudiar medicina, no solo como una carrera, sino como un grito de resistencia.
La historia de Jaime comenzó mucho antes de llegar a la isla. Desde pequeño, siempre había sido un niño curioso y lleno de energía, ansioso por explorar el mundo que lo rodeaba. Sin embargo, a medida que crecía, también se dio cuenta de que había algo que lo diferenciaba de los demás: su carácter extrovertido lo llevó a brillar en el centro de atención, pero al mismo tiempo, se convirtió en blanco fácil para las comparaciones.
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Con Amor, Hannah.
Roman pour AdolescentsEn un mundo donde el amor y el desamor son dos caras de la misma moneda, Hannah se enfrenta a un corazón destrozado, marcado por recuerdos de pérdidas y promesas olvidadas. A través de cartas, ella desvela sus pensamientos más profundos y vulnerable...