Capítulo 32: Detective Hannah

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Al igual que en la facultad, comencé con mi investigación, tratando de unir los puntos para encontrar respuestas a lo que estaba ocurriendo. Las noches en el hospital se habían vuelto un eco de susurros y sombras, un lugar donde la tranquilidad había sido reemplazada por la incertidumbre. Cada llegada de un paciente secuestrado era una pieza más en un rompecabezas que parecía no tener solución.

Mientras revisaba los registros de los pacientes, mis ojos se detenían en cada detalle, cada nombre, cada fecha. Sabía que había un patrón oculto, una trama que se deslizaba entre las líneas de los informes. La preocupación por Marco se mezclaba con la necesidad de entender lo que estaba sucediendo, y su reciente ausencia pesaba sobre mí como una losa.

Durante una de mis largas noches de insomnio, decidí hablar con Andrea. Era una de las pocas personas en las que podía confiar, y su perspectiva siempre había sido aguda. La encontré en la sala de descanso, sumida en la lectura de un libro. —¿Andrea? —dije, haciendo una pausa para que levantara la vista—. Necesito tu ayuda.

Ella cerró el libro y me miró con curiosidad. —Claro, ¿qué sucede?

—He notado un patrón en las desapariciones y en las lesiones de los pacientes. Me preocupa que haya algo más grande en juego aquí.

Andrea frunció el ceño, pensativa. —¿A qué te refieres?

Le expliqué mi teoría sobre los secuestros, las similitudes entre los casos, y cómo los médicos parecían ser los objetivos principales. Su rostro se volvió serio, y se inclinó hacia mí, como si lo que iba a decir fuera un secreto.

—He escuchado rumores de que hay una conexión entre ciertos grupos en la isla. Los nuevos italianos que llegaron parecen estar relacionados con la mafia. Algunos de ellos han estado merodeando por el hospital, pero nadie quiere hablar de ello.

Mis pensamientos se dispararon al instante. Sabía que Marco había estado lidiando con su propia historia familiar y que su pasado italiano podría estar involucrado de alguna manera. —¿Crees que esto tenga algo que ver con él? —pregunté, sintiendo una mezcla de miedo y determinación.

—No lo sé. Pero si estás investigando, deberías tener cuidado. No te conviene hacer olas.

Asentí, reconociendo el peligro que conllevaba.

Pasaron los días, y mientras me adentraba más en mi investigación, las pistas comenzaron a encajar lentamente. Hablé con algunos compañeros de trabajo que habían estado en la isla por más tiempo, tratando de obtener información que pudiera ayudarme. Pero la mayoría eran evasivos, como si temieran involucrarse.

Finalmente, decidí visitar a Jaime. Aunque su estado de confusión había mejorado, aún tenía un aire de misterio sobre lo que había vivido. Cuando entré en su habitación, me recibió con una sonrisa tenue, pero sus ojos delataban algo más.

—Hannah, ¿cómo estás? —preguntó, su voz aún un poco ronca.

—Preocupada. Estaba pensando en lo que pasó. ¿Recuerdas algo más?

Jaime miró hacia la ventana, como si intentara recordar algo que no podía alcanzar. —Hay fragmentos, imágenes que vienen y van. Pero no puedo conectar los puntos.

—¿Algo sobre los italianos que llegaron? —pregunté, intentando estimular su memoria.

Él me miró, sorprendido. —¿Italianos? ¿Por qué?

Con Amor, Hannah.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora