Con Amor, Hannah.

Capítulo 39: Viajes y Despedidas

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Jaime fue el primero en irse, y aunque lo habíamos hablado tantas veces, su despedida fue más dolorosa de lo que jamás imaginé. Lo habíamos tomado a la ligera, con bromas y risas, creyendo que todo sería fácil, como un "hasta luego" temporal. Pero cuando el momento llegó, la realidad golpeó de una manera que ninguno de los dos había anticipado. La idea de estar lejos de él, de no contar con su risa y sus comentarios sarcásticos en los momentos más difíciles, dolía más de lo que estaba preparada para admitir.

La noche de su partida, quedamos en vernos en el aeropuerto. Caminé hacia la terminal sintiendo que cada paso era más pesado que el anterior, como si el suelo se tragara mis fuerzas con cada movimiento. Cuando lo vi, sentado en una de las sillas de espera, con su mochila a los pies y esa expresión agridulce en su rostro, supe que esto iba a doler más de lo que estábamos dispuestos a reconocer.

—Pensé que llegarías antes —dijo con una sonrisa ligera, levantándose para abrazarme.

—Sabes que siempre me gusta llegar con estilo —respondí, tratando de añadir un toque de humor, aunque ninguno de los dos estaba de humor para bromas.

Nos sentamos en silencio, mirando las pantallas que anunciaban los vuelos. Cada vez que escuchábamos el anuncio de un nuevo embarque, sentía cómo el tiempo se escapaba entre mis dedos. Intentamos hablar de cosas sin importancia, como su nuevo reto en neurocirugía y las clases que estaban a punto de comenzar, pero cada palabra se sentía vacía, como si ambos estuviéramos evitando hablar de lo que realmente importaba: de cómo nuestras vidas iban a cambiar.

—Entonces... Johns Hopkins —dijo de repente, con los ojos fijos en la pantalla.

—Sí —respondí—. No pensé que volvería allí, pero parece que todo está alineándose para que lo haga.

—Va a ser raro no tenerte cerca... —dijo con una sonrisa torcida, intentando ser casual—. Aunque debo decirte algo importante antes de que me vaya.

Le miré, curiosa por el tono que estaba utilizando, y entonces soltó esa broma que sólo él podía hacer en un momento así. —La Viuda Negra no puede seguir cobrando vidas sin mí cerca para encubrirlo. No lo olvides, ¿de acuerdo? —dijo, guiñandome un ojo, como si estuviera hablando de algo trivial.

Me reí, aunque el nudo en mi garganta no desaparecía. A veces, Jaime usaba el humor para disfrazar lo que realmente sentía. Y, en ese momento, lo entendí mejor que nunca. —¿Y quién va a encubrir tus errores, neurocirujano en formación? —respondí, siguiendo su juego, aunque sabía que detrás de esa broma había una verdad difícil de ignorar.

—Bueno, supongo que tendré que aprender a ser autosuficiente —respondió, encogiéndose de hombros, con esa sonrisa suya que nunca se desvanecía del todo.

El altavoz anunció su vuelo, y la realidad nos golpeó como un tren. "Última llamada para el vuelo con destino a Boston." Ese era su destino, su nueva vida lejos de la isla, lejos de mí.

Nos levantamos, sabiendo que no había mucho más que decir. Nos abrazamos, pero esta vez no fue un abrazo cualquiera. Fue largo, profundo, lleno de todo lo que no estábamos diciendo. Jaime, con su humor constante, su energía inagotable, estaba diciendo adiós, y yo... yo me quedaba atrás. —No dejes que Johns Hopkins te cambie, Hannah —susurró cerca de mi oído—. Sigue siendo tú, ¿vale?

—Y tú no dejes que Boston te vuelva más insoportable de lo que ya eres —le respondí, tratando de mantenerme fuerte.

Le vi caminar hacia la puerta de embarque, y en ese momento, sentí que algo dentro de mí se rompía. Observé cómo entregaba su boleto, cómo cruzaba la puerta sin mirar atrás, y supe que lo extrañaría más de lo que había imaginado. No era solo mi compañero de bromas y cirugías. Era una parte de mi vida que, a partir de ahora, estaría lejos. Cuando el avión despegó, observé cómo se perdía en el cielo oscuro. No sabía cuánto tiempo estuve parada allí, pero cuando me moví, lo sentí: una parte de mí se había ido con él.