Capítulo 34: Aire Primaveral

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La llegada de la primavera estaba cerca, el hielo de la isla comenzaba a derretirse, al igual que mis sentimientos. El frío que había calado en mi ser durante el invierno finalmente daba paso a un cálido soplo de aire fresco, que prometía renacer con los días soleados. Al fin podría usar el tan anhelado uniforme color vino, y el hospital se llenaría de colores otra vez, vibrando con la energía de un nuevo comienzo.

Recorría los pasillos con una mezcla de ansiedad y expectativa, observando cómo los primeros brotes verdes asomaban entre la nieve derretida. La vida parecía resurgir en cada rincón, trayendo consigo la promesa de nuevas oportunidades. Mis pasos resonaban en el suelo pulido, y por un momento, sentí que también yo estaba lista para florecer.

El ambiente en el hospital se sentía diferente; los pacientes llegaban con sonrisas más brillantes, llenos de esperanza, y los compañeros de trabajo compartían bromas entre turnos. Andrea, siempre atenta, me miró con complicidad y dijo: — ¿Lista para mostrarte en ese uniforme nuevo? Te va a quedar genial.

— Espero que sí —respondí, tratando de disimular mi nerviosismo—. No estoy acostumbrada a ser el centro de atención.

La primavera también traía consigo la llegada de nuevos residentes, y con ellos, rumores que se esparcían como el polen en el aire. Algunos decían que los italianos habían comenzado a moverse por la isla con más fuerza, mientras otros hablaban de nuevos secretos oscuros que se cernían sobre el hospital.

Mientras caminaba hacia la sala de descanso, vi a Lucas en el pasillo, conversando animadamente con un grupo de policías. Su cabello claro brillaba bajo la luz del sol que entraba por la ventana, y sus ojos verdes parecían destilar una calidez que nunca había notado antes. Me sorprendió cómo el simple hecho de verlo podía alterar mi ritmo cardíaco.

— ¡Hey, Hannah! —me saludó, su voz sonaba como un cálido abrazo en medio del bullicio—. ¿Lista para la primavera?

— Lo intento —contesté, tratando de ocultar mi emoción—. Es difícil no sentirse un poco más viva con el buen tiempo.

Mientras hablábamos, Jaime se acercó, con una sonrisa que brillaba como el sol. — Parece que todos se están preparando para la temporada de renacimiento —dijo, guiñandome un ojo—. Incluso tú, Ciru-Hannah.

Me detuve un momento, una risa escapando de mis labios al recordar cómo había comenzado a bromear con ese apodo las últimas semanas. — ¡Jaime! No me llames así. No quiero que empieces a hacer carteles con eso.

— ¿Por qué no? —rió él—. "Ciru-Hannah, la cirujana que corta por lo sano."

Me reí, sintiendo que ese momento de ligereza me recordaba lo que solíamos ser antes de que las cosas se complicaran.— Está bien, está bien, solo si prometes que no harás una camiseta con eso.

Jaime se encogió de hombros, sonriendo. — Quizás podría considerar un merchandising. "Ciru-Hannah: ¡Corta con gracia!"

Al reírnos, noté a Marco al fondo, su expresión oscura y distante contrastando con la energía alegre que me rodeaba. Su envidia era palpable, pero no dejé que eso me afectara. Disfrutaba de los días con Jaime y Andrea, como había sido antes, recordando que el calor de la primavera también traía consigo la posibilidad de nuevos comienzos.

Jaime continuó insistiendo en que le diera una oportunidad a su amigo, como si se tratara de un trato inquebrantable que necesitaba cumplir. "¿Por qué no? Es un buen tipo, y me parece que hay algo entre ustedes", decía, su tono lleno de emoción y esperanzas.

Con Amor, Hannah.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora