Capítulo 35: Adiós, Hannah.

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Marco había renunciado al hospital hace unas semanas, y aunque pasaba de vez en cuando, su sonrisa era más triste, distante, vacía. Era como si la luz que una vez brilló en él se hubiera apagado, dejándolo atrapado en una penumbra que solo él podía sentir. A veces, lo veía acercarse al vestíbulo, con las manos en los bolsillos y la mirada perdida en el suelo. Era un recordatorio constante de lo que habíamos sido y de lo que se había perdido.

Lucas, por su parte, trataba de ser amable, ofreciéndome su apoyo, incluso en esos momentos en los que todo parecía desmoronarse a mi alrededor. Pero la verdad era que a pesar de su cercanía, me sentía más sola que nunca. Jaime había vuelto a insistir en que le diera una oportunidad a Lucas, pero me negué. Aludí a que el amor ya no era algo para mí, que mis emociones estaban en una especie de pausa, como un reloj parado en un tiempo que ya no podía recordar.

Jaime se apoyó en la mesa del café, observando con una sonrisa traviesa.

—Vamos, Hannah, solo dale una oportunidad. Lucas es un buen tipo, y además, se nota que le gustas. ¿No te parece que deberías abrirte un poco?

Rodé los ojos, intentando ocultar mi incomodidad. —Jaime, no tengo tiempo para eso, además la última vez que te hice caso solo tuve problemas. Estoy ocupada con el trabajo, y el amor ya no es algo para mí.

—¿Así que te vas a encerrar en tu caparazón? —preguntó, arqueando una ceja—. Solo piénsalo. Al menos podrías salir a cenar con él una vez.

—No es solo una cena, sabes que no soy así —repliqué, tomando un sorbo de mi café, tratando de ignorar el calor que comenzaba a subir a mis mejillas.

—Tienes razón, no eres así. Eres la reina del drama. —Se rió, pero su tono cambió a uno más serio—. Solo quiero que seas feliz, Hannah. Lucas es diferente. No es como Marcus.

—No lo sé. Me resulta incómodo que todos hablen de nosotros. No quiero ser el centro de atención.

Jaime frunció el ceño, mirándome fijamente. —A veces tienes que arriesgarte. Te lo digo como amigo. Lucas está dispuesto a ser paciente contigo, y tú lo estás dejando escapar.

Suspiré, mirando por la ventana. —Quizás tengas razón, pero ahora mismo, no estoy lista para eso. He pasado por tanto y no sé si quiero volver a abrirme.

—No te estoy pidiendo que te cases con él, solo que le des una oportunidad. Si no funciona, al menos sabrás que lo intentaste.

—Lo pensaré, pero no prometo nada —respondí, sintiéndome atrapada entre el deseo de dejarme llevar y el miedo a volver a sufrir.

—Eso es todo lo que pido. ¡Y si te va mal, siempre puedes regresar a tu rutina de siempre, con tu café y tu trabajo!

Ambos nos reímos, pero en el fondo sabía que Jaime tenía razón. La vida era demasiado corta para cerrarse a nuevas oportunidades, pero el eco de mis heridas pasadas aún resonaba en mi mente. Esa mañana, recuerdo haber visto a Marcus sonreír, triunfante, como si no hubiera nadie por encima de él. Era la misma sonrisa arrogante que me había molestado en el pasado, pero ahora se sentía como un veneno que se instalaba en mis venas. Se acercó a saludarme.

—Hannah, qué gusto verte —dijo con un tono de desprecio disfrazado de cordialidad—. No esperaba encontrar a la gran cirujana tan ocupada.

Intenté mantener la calma, pero sus palabras me irritaron. —Marcus, ya no eres bienvenido aquí —le dejé en claro, sin rodeos—. No importa lo que hagas, ya no volverás a tener un lugar en mi corazón.

Con Amor, Hannah.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora