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Los meses pasaron con una rapidez inquietante, trayendo consigo la nieve y el frío implacable a la isla. Con cada nevada, las calles se transformaban en paisajes de ensueño, pero en el hospital, ese mágico manto blanco no lograba ocultar las sombras que se habían posado en mi corazón. La soledad se había vuelto mi compañera habitual; me había distanciado de los demás residentes, convirtiéndome en un enigma, una figura reservada en medio del bullicio del hospital.
Con el advenimiento del invierno, una nueva ola de personal llegó al hospital. Entre ellos, se encontraban rostros que rápidamente se convirtieron en tema de conversación, especialmente entre las enfermeras que no podían evitar murmurar sobre la vida personal de los recién llegados.
—¿Has visto al italiano? —preguntó Andrea, mientras tomábamos un café en la sala de descanso. Su voz estaba llena de emoción, como si estuviera compartiendo un secreto jugoso.
—No, pero he escuchado que se llama Marco. Dicen que tiene una sonrisa que derrite el hielo —respondí, tratando de sonar indiferente, aunque una parte de mí sentía curiosidad.
—¿Y qué hay de la rusa? Dicen que se llama Katya y que es una experta en cirugía —continuó Andrea, sus ojos brillando con entusiasmo. —Al parecer, su cabello blanco es natural, y los chicos no pueden dejar de mirarla.
Mientras hablábamos, recordé cómo el frío de la isla se había infiltrado en mi alma, endureciéndola. Observaba desde la distancia, sintiendo que no encajaba en esa burbuja de jovialidad que se había formado a mi alrededor. La energía que una vez tuve para socializar se había desvanecido, dejando solo una chispa de lo que solía ser.
En medio de nuestras conversaciones, Andrea me miró con una expresión seria, como si pudiera leer mis pensamientos. —¿Hannah, estás bien? Te noto diferente —dijo, preocupada.
—Estoy bien, solo... ocupada —respondí, el tono de mi voz más frío de lo que pretendía.
Andrea arqueó una ceja, sin parecer convencida. —Sabes que puedes hablar conmigo, ¿verdad? —insistió, intentando romper la barrera que había levantado entre nosotras.
Decidí cambiar de tema, no porque no valorara su amistad, sino porque la distancia se había convertido en una coraza que temía romper. —¿Has escuchado algún chisme sobre los nuevos? —pregunté, tratando de sonreír, pero la mueca no llegó a mis ojos.
—Bueno, todos dicen que el chino es un genio en medicina de emergencia, y que tiene un sentido del humor muy particular. Se llama Wei, y cada vez que entra a la sala, parece iluminar el lugar —dijo Andrea, animándose de nuevo. —Pero lo que realmente me intriga es el drama que se ha creado entre él y Katya. Dicen que ya han tenido sus roces.
Mi mente se llenó de imágenes de los nuevos compañeros: el italiano con su carisma, la rusa de cabello blanco con un aire de misterio, y el chino que parecía tener una personalidad vibrante. Pero incluso mientras escuchaba a Andrea, sentía que me encontraba lejos de todo eso, como si estuviera observando una película desde la última fila del cine.
A medida que las fiestas se acercaban, el ambiente en el hospital se volvía más ligero, y la música de las celebraciones resonaba en los pasillos. Mientras los demás disfrutaban de la alegría festiva, yo me quedaba al margen, ocupada en mis pensamientos y en la rutina diaria del hospital. Una parte de mí anhelaba volver a conectar con el grupo, pero la otra me decía que era más seguro permanecer en mi mundo de silencio.
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Con Amor, Hannah.
Teen FictionEn un mundo donde el amor y el desamor son dos caras de la misma moneda, Hannah se enfrenta a un corazón destrozado, marcado por recuerdos de pérdidas y promesas olvidadas. A través de cartas, ella desvela sus pensamientos más profundos y vulnerable...