Con Amor, Hannah.

Capítulo 40: Baltimore

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Ese día, mientras terminaba de empacar mis cosas, el departamento se sentía extrañamente vacío, más de lo que realmente estaba. Las paredes, que antes habían sido testigos de tantas noches de estudio, risas y lágrimas, ahora parecían frías, despojadas de vida. Cada rincón me recordaba los momentos vividos, las conversaciones con Andrea, las largas llamadas con Jaime, y los silencios en los que simplemente reflexionaba sobre todo lo que había cambiado.

La mayoría de mis pertenencias ya estaban guardadas en la casa de Andrea. Ella había insistido en que no debía preocuparme por ello, que podría dejar todo en su casa hasta mi regreso. Sin embargo, no pude evitar llevarme algunas cosas conmigo. Aunque sabía que iba a un lugar nuevo, lejos de la isla, había algo en mí que necesitaba mantener un vínculo, un recordatorio tangible de lo que dejaba atrás.

Tomé la bufanda de Marco, esa que había encontrado en el auto, aún impregnada de su aroma. La doblé con cuidado, como si en cada pliegue intentara conservar su esencia, su presencia. También empaqué una pequeña libreta que solía usar para anotar mis pensamientos, algo que había hecho parte de mí en esos momentos de soledad. Y por supuesto, una foto que tenía con Jaime, tomada en uno de esos días en los que nos sentíamos invencibles, como si nada pudiera separarnos.

A medida que guardaba esas cosas, sentí una punzada de nostalgia, pero también de consuelo. Sabía que llevarme esas pequeñas piezas de la isla, de quienes se habían ido y de quienes extrañaba, me ayudaría a no perderme a mí misma en el proceso. Era mi manera de mantenerlos cerca, a pesar de la distancia, de las decisiones que había tomado y de todo lo que estaba por venir.

Al cerrar la maleta, un suspiro escapó de mis labios. Sabía que dejar el departamento era solo el primer paso, pero también entendía que, de alguna forma, nunca podría alejarme completamente de la isla ni de las personas que la habitaron conmigo.

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Querido Lector,

Hoy es uno de esos días en los que el silencio pesa más de lo habitual. Estoy a punto de cerrar una puerta que ha estado abierta durante mucho tiempo, una puerta que conectaba mis recuerdos más profundos con la realidad que, hasta hace poco, vivía cada día. Empacar mis cosas ha sido más difícil de lo que pensaba, no porque me aferre a los objetos en sí, sino porque cada uno de ellos tiene una historia que contar, una parte de mí que no sé si estoy lista para dejar atrás.

La bufanda que una vez fue de Marco... su aroma todavía me alcanza de vez en cuando, como un susurro en el viento. La he guardado como si fuera lo único que me conecta con él, como si de alguna manera, al tenerla cerca, pudiera sentir su presencia, su sacrificio, y todo lo que dejó sin decir. No sé si alguna vez podré desprenderme completamente de ese peso.

Mañana empezaré una nueva vida, una nueva etapa. No sé qué me espera al otro lado, pero llevaré conmigo lo más importante: los recuerdos, las lecciones, y las personas que marcaron mi vida de una manera que nunca podré olvidar. Esta despedida no es fácil, pero he aprendido que, a veces, cerrar ciclos es la única manera de avanzar.

A donde vaya, llevaré un poco de esta isla conmigo. Y, aunque el futuro me asusta un poco, sé que es hora de seguir adelante.

Con Amor, Hannah.

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Mi vuelo me llevó lejos de la isla, ese pequeño rincón del mundo que ahora llamaba hogar. Aunque sabía que solo serían dos años, esa distancia se sentía abrumadora. La despedida me pesaba más de lo que esperaba, incluso con la promesa de un regreso. Jaime, Andrea, el Dr. Woods... todo lo que dejaba atrás se mezclaba con un vacío que no podía ignorar.