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El primer día en el hospital fue más que interesante. Al llegar, me recibió una mujer cuya presencia imponía respeto. Tenía una postura rígida y su mirada parecía atravesarme como si evaluara cada uno de mis movimientos. Al principio pensé que me había equivocado de lugar, creyendo que me había topado con una oficial de policía en lugar de una doctora.
—Hannah Jhonson, ¿cierto? —dijo mientras revisaba una carpeta con mi nombre—. Puedes pasar.
Asentí, intentando controlar mis nervios, y entré a su oficina. Desde el primer momento, la atmósfera fue incómoda. Ella me hizo varias preguntas sobre mi formación y experiencia, y con cada respuesta notaba una ligera fruncida en sus labios, como si dudara de todo lo que decía.
—Has logrado bastante para tu edad —comentó sin levantar la mirada—. Aunque algunas de tus experiencias parecen... impresionantes, quizás demasiado.
El comentario me golpeó. Me sentí como si mis logros fueran examinados bajo una lupa implacable. No sabía qué responder sin parecer a la defensiva. —He tratado de aprovechar cada oportunidad que he tenido —dije forzando una leve sonrisa, intentando sonar tranquila.
Ella me observó por un momento más, luego cerró la carpeta con un golpe seco que resonó en la sala. —Bien, Johnson. Estás aceptada. Espero que puedas estar a la altura de lo que presentas en papel.
Salí de la oficina con una mezcla de alivio y ansiedad. ¿Estaba a la altura? ¿Realmente podría destacar en un lugar como este? Pero no había tiempo para dudas. Mi objetivo era claro, y no iba a permitir que una primera impresión me detuviera.
Al ingresar al grupo de internos, conocí a varios compañeros. Uno de ellos era Jaime, quien desde el primer momento me recordó a Jossie. Era el tipo de persona que parecía no tener miedo a nada, ni siquiera a equivocarse. Su personalidad extrovertida llenaba cada espacio en el que se encontraba.
—¡Ey! —me dijo, extendiéndome la mano con una sonrisa desbordante—. Tú debes ser Hannah, ¿no? Me llamo Jaime. Ya verás, este lugar es una locura, pero uno se acostumbra.
Su entusiasmo era casi contagioso, aunque en ese momento me sentí un poco abrumada. Le devolví la sonrisa. —Gracias, Jaime. Eso espero... aunque todavía no sé si estoy lista para tanta "locura".
Él rió, como si hubiera hecho el mejor chiste del día. —Oh, nadie lo está, créeme. Pero aquí estamos. Si necesitas algo, solo dímelo. No soy un experto, pero me las arreglo.
Aunque al principio me pareció un poco abrumador, pronto descubrí que Jaime era de esas personas que siempre logran sacarte una sonrisa, incluso en los momentos más tensos. Su compañía era un respiro en medio del caos del hospital.
Pero el verdadero centro de atención fue Marcus, uno de los cirujanos más prestigiosos del hospital. Desde el primer momento que lo vi, me llamó la atención su aire seguro, casi arrogante. Era un hombre de piel morena y cabello oscuro, siempre perfectamente arreglado, lo que destacaba aún más su presencia en medio del bullicio del hospital. Pero lo que realmente noté fueron sus miradas.
—Jhonson, ¿no? —me dijo el primer día que me lo crucé, con una sonrisa ladeada—. Así que tú eres la nueva interna. Tendré que asegurarme de que no te pierdas por los pasillos.
Su tono era juguetón, pero no invasivo. No pude evitar sonrojarme un poco.
—Espero no ser un desastre —respondí, intentando parecer profesional.
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Con Amor, Hannah.
أدب المراهقينEn un mundo donde el amor y el desamor son dos caras de la misma moneda, Hannah se enfrenta a un corazón destrozado, marcado por recuerdos de pérdidas y promesas olvidadas. A través de cartas, ella desvela sus pensamientos más profundos y vulnerable...