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Había estado saliendo de vez en cuando con Marco, el italiano, compartimos turnos y descansos en el hospital. Su energía vibrante iluminaba incluso las mañanas más frías, y a pesar de que el invierno se aferraba a la isla con su manto blanco, había algo cálido en su presencia. Marco era experimentado, y su manera de hablar sobre medicina y psiquiatría me intrigaba, aunque su tono siempre tenía un matiz de superioridad. A veces, me recordaba a esos profesores que se creían por encima de los estudiantes, pero, a diferencia de ellos, Marco tenía un encanto que me mantenía cerca.
—¿Por qué no consideras una especialidad en psiquiatría? —me preguntó una tarde mientras tomábamos café en la sala de descanso, su mirada fija en mí como si realmente le importara mi respuesta.
—No estoy segura —respondí, tratando de no dejar que su tono me molestara—. Hay muchas áreas en las que puedo especializarme.
Él sonrió, un gesto que combinaba simpatía con un poco de desafío. —La psiquiatría te enseñará más sobre ti misma de lo que crees, Hannah. Hay algo fascinante en entender la mente humana, incluso más que el cuerpo. Es un mundo donde el lenguaje puede ser tan elusivo como la propia vida.
Me detuve a pensar en sus palabras. La verdad era que había un deseo latente de explorar ese camino, pero mi experiencia reciente me hacía dudar. El camino hacia la psiquiatría era complicado, y no estaba lista para abrir viejas heridas, ni para enfrentar mis propios demonios.
Mientras tanto, Jaime había comenzado una relación con la rusa, Katya. Ambos parecían encajar, como dos piezas de un rompecabezas que de repente se unieron. Los veía de reojo en la cafetería, riéndose y compartiendo secretos que solo ellos parecían entender. Aunque Jaime no me hablaba, me sentía feliz por él.
—¿Has visto a Jaime últimamente? —pregunté a Andrea una mañana, mientras nos preparábamos para un nuevo turno.
—No mucho —respondió, encogiendo los hombros—. Pero Katya parece ser una buena influencia. Lo he visto sonreír más.
Al mismo tiempo, Marcus continuaba con sus intentos de reconquistarme, pero sus esfuerzos sólo resultaban en celos y comentarios que nunca funcionaban. —¿Sigues saliendo con el italiano? —me preguntó un día con un tono que no podía ocultar su desdén.
—Eso no es de tu incumbencia —le respondí, dejando claro que sus celos no me afectarían.
—No sé por qué te preocupas tanto por él. No es tan interesante como crees.
—Puede que no lo sea para ti, pero eso no significa que no lo sea para mí —repliqué con firmeza.
Las cosas en el hospital eran cada vez más complicadas, y mientras las relaciones se entrelazaban, yo me encontraba en una encrucijada. Con Marco, disfrutaba de conversaciones profundas sobre psiquiatría y su cultura italiana, pero sabía que debía tener cuidado. No estaba dispuesta a dejarme llevar por las apariencias.
Con las sorpresas que la vida traía cada día, el hospital se convirtió en un campo de pruebas de emociones y relaciones. Mientras algunos encontraban amor, otros parecían perderse en la confusión. Y yo, atrapada en mis propios pensamientos, me preguntaba cuál sería mi próximo paso en este intrincado juego. Pero había una chispa de esperanza en todo esto. Quizás, en medio de las sorpresas, había algo valioso que aún no había descubierto. Tal vez, solo tal vez, la vida me estaba empujando a abrir mi corazón una vez más.
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Querido Lector,
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Con Amor, Hannah.
Novela JuvenilEn un mundo donde el amor y el desamor son dos caras de la misma moneda, Hannah se enfrenta a un corazón destrozado, marcado por recuerdos de pérdidas y promesas olvidadas. A través de cartas, ella desvela sus pensamientos más profundos y vulnerable...