Capítulo 4 : Bitácora de Viaje

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Nichols, Florida (1 año)

Después de haber vivido diez años en Doral, nos mudamos a Nichols. El ritmo era más lento y las casas estaban dispersas entre vastos campos de naranjas. Allí conocí a Sara, una chica que compartía mi amor por los libros. Pasábamos horas en la vieja biblioteca, fue la primera amiga que recuerdo tener. Al final del año, mi corazón se desgarró al decirle adiós. La promesa de que seguiríamos en contacto se sintió frágil, como un hilo delgado.

Clay Hill, Florida (6 meses)

En Clay Hill, el tiempo pasó rápidamente. Fue un pueblo pequeño, donde la comunidad se unía para todo. Recuerdo las festividades de otoño, donde los niños corrían con sus calabazas, llenando el aire de risas y felicidad. Aquel medio año fue un soplo de aire fresco en medio de la rutina de mudanzas. Aquí, conocí a Ben, un chico que también soñaba con ser médico. Compartimos sueños y miedos bajo el cielo estrellado. Pero, como siempre, el destino nos llevó a separarnos, y cuando nos despedimos, prometimos que nuestras ambiciones nos volverían a reunir algún día.

Vidalia, Georgia (1 año)

Vidalia fue un cambio radical. La ciudad era famosa por su cebolla dulce, pero lo que realmente me atrapó fue la calidez de la gente. Aquí, el calor del verano se sentía diferente, como si cada persona que conocía me brindara un pedazo de su corazón. En la escuela, me uní a un club de ciencias que despertó en mí un interés renovado por la medicina. Recuerdo el proyecto de ciencias que hice sobre el sistema circulatorio, el orgullo que sentí al presentar mi trabajo ante la clase. Aún así, el día de nuestra despedida, las lágrimas se deslizaron por mis mejillas; dejé atrás un lugar que me había enseñado tanto.

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Greenville, Carolina del Sur (1 año)

Greenville fue un lugar donde el arte y la naturaleza se entrelazaban. Pasear por el centro de la ciudad, con sus murales coloridos y la gente alegre, era un respiro después de tantas mudanzas. Allí, conocí a Lily, una artista que me mostró cómo el arte podía ser una forma de sanación. Juntas exploramos parques y museos, creando una conexión que sentí en lo más profundo de mi ser. A pesar de lo fugaz de nuestras vivencias, el tiempo que pasamos juntas se sintió eterno, como si hubiésemos compartido un fragmento de nuestra alma. Pero la vida siguió su curso, y otra despedida se presentó.

Martinsville, Virginia (6 meses)

En Martinsville, la vida transcurrió con un aire de familiaridad. Me uní a un club de lectura en la escuela, compartir mis pensamientos sobre los libros con mis compañeros me ayudó a ganar confianza y a atreverme a ser yo misma. Sin embargo, al final de esos meses, el tiempo llegó de nuevo para separarnos.

Con Amor, Hannah.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora