El aire en el comedor estaba lleno de risas y conversaciones mientras los chicos se reunían alrededor de la mesa, emocionados por el almuerzo del Día de la Madre que habían preparado con tanto cariño. Aunque el día tenía un significado especial para algunos, para otros era la primera vez que celebraban con un sentimiento genuino de pertenencia. Ariana, que hasta hace poco había evitado participar, ahora se sentía diferente. Sentada junto a Abril, que le sonreía con ternura, la niña finalmente entendía lo que significaba tener una familia.
Abril, por su parte, observaba a los chicos interactuar entre ellos con el corazón lleno de orgullo y amor. Sabía que para muchos de ellos, ella había sido más que una cuidadora; había sido un refugio, una guía, una madre en todos los sentidos posibles. Sus pensamientos volvieron a la conversación que había tenido con Franco y Ariana momentos antes. Aunque no lo buscaba, el reconocimiento de ellos la conmovía profundamente.
— ¡Ya está listo el almuerzo! — exclamó Marcos, llevando los últimos platos a la mesa, seguido de una pequeña ovación de los chicos.
— ¡A comer! — gritó Piojo, mientras los chicos se lanzaban a sus sillas, riendo y discutiendo sobre quién se serviría primero.
Ariana, sentada en su lugar, miró a su alrededor. Por primera vez en mucho tiempo, no se sentía como una extraña. El calor de la familia improvisada que había encontrado la envolvía, y por primera vez en años, el Día de la Madre no le parecía tan ajeno. Sonrió para sí misma, sintiendo una chispa de esperanza en su corazón, y levantó su vaso para brindar.
— Por Abril, la mejor mamá del hogar, aunque no se lo esperara — dijo Ariana, con una pequeña sonrisa. Los demás chicos, sorprendidos por su iniciativa, la siguieron inmediatamente, levantando sus vasos entre risas y aplausos.
Abril, que no se lo esperaba, no pudo evitar emocionarse. Con los ojos brillando, levantó su propio vaso, agradecida por los maravillosos chicos que tenía a su alrededor.
— Por todos ustedes — dijo Abril—. Porque son lo mejor que me ha pasado en la vida.
— Vos fuiste lo mejor que nos sucedió. — Azul levantó su copa. — Vos estuviste para nuestros primeros días de clase, para acompañarnos con las lecciones del cole, para contenernos en nuestros momentos más oscuros, con tus alas invisibles nos diste esa felicidad de tener un lugar en el mundo. Sos la mamá con quien jamás habíamos soñado y eso es todo, te quiero un montón, ma.
Las palabras de Azul resonaron en el comedor, cargadas de sinceridad y amor. Abril sintió cómo su corazón se llenaba al escuchar a la niña expresar lo que muchos de ellos sentían. Los chicos, uno por uno, comenzaron a asentir, sus miradas revelaban que, aunque no siempre lo habían dicho en voz alta, compartían el mismo sentimiento.
— Yo también quiero decir algo — interrumpió Franco, poniéndose de pie tímidamente. — Yo nunca pensé que iba a encontrar un lugar como este, ni una persona como vos, Abril. Siempre pensé que no necesitaba a nadie, que podía arreglármelas solo. Pero cuando llegué acá y vi cómo te importaba cada uno de nosotros… me di cuenta de que estaba equivocado. Vos me enseñaste lo que es confiar, lo que es sentirse parte de algo. Gracias por ser esa mamá que nunca pensé que tendría.
Abril, conmovida hasta las lágrimas, se llevó una mano al pecho, tratando de mantener la compostura. Los chicos comenzaron a aplaudir con entusiasmo, celebrando las palabras de Franco. El ambiente se había transformado en uno lleno de calidez y gratitud, donde el amor que sentían por Abril era palpable en el aire.
— Basta, que me van a hacer llorar — dijo Abril entre risas, limpiándose una lágrima que había escapado de sus ojos. — En serio, no sé qué hice para merecerlos, pero les aseguro que cada uno de ustedes es un regalo en mi vida.