El vínculo entre Azul y Franco, aunque recién descubierto, se sentía como algo que siempre había estado allí, latente, esperando el momento adecuado para revelarse. En ese hospital, bajo la luz tenue del atardecer, ambos comprendían que su misión juntos iba mucho más allá de las fronteras de su universo. Era una misión de amor, de unión, y de restaurar lo que se había perdido.
Franco, conmovido, soltó un suspiro profundo mientras miraba a su hermana. Él había venido a ese universo buscando respuestas, una solución, pero lo que no esperaba era encontrar una familia que lo aceptara de inmediato, una familia que, a pesar de las adversidades, se mantenía unida. Azul, por su parte, había recuperado algo más que la vista; había encontrado una pieza del rompecabezas de su vida que ni siquiera sabía que faltaba.
- Vamos, tenemos mucho que contarle al teñido y a los demás - dijo Azul con entusiasmo.
- Sí, tenemos que decirles todo - agregó Franco, todavía con la mirada en su hermana.
Juntos, se dirigieron al interior de la habitación donde Alejo descansaba, allí vieron al rubio en su flikiti dormilón.
La chica se acercó a la camilla y movió la cabeza. En seguida tomó la mano del rubio.
- Hola pa, soy yo, Azul, me gustaría contarte algo, hoy me besé con un chico lindo, se llama Mauro y es re bueno, además también vino Fach, el Franco del otro universo, el nuestro está afuera con la abuela y con los tíos, además con la abuela volvimos a abrir el hogar y están nuevos chufos y la tia Abril está cuidando a todos. Todavía extrañamos a mamá Belén, pero también te extrañamos a vos. - la menor bajó la mirada.
En ese momento la mano de Alejo se movió. - ¿Pa, me escuchas?
La mano del rubio se movió en respuesta.
Franco se acercó.
- Hola teñido. No sé si hace falta presentarme, yo soy Franco, no soy de acá, vine del otro universo y también soy tu hijo. Me duele admitirlo pero te extraño y te necesito, por favor, volvé. - el chico se largó a llorar y Azul lo abrazó.
El ambiente en la habitación se cargó de emociones intensas mientras Franco lloraba en los brazos de Azul. Aunque Alejo seguía inmóvil, ambos hermanos sentían que su presencia, su amor, estaba alcanzando al hombre que tanto querían despertar. Era como si, en ese instante, el vínculo que compartían, a pesar de las fronteras de los universos y del tiempo, cobrara una nueva dimensión.
Azul, manteniendo su abrazo a Franco, sintió una energía diferente en la sala. No era solo la mano de Alejo que se había movido; había una conexión invisible que unía a todos los presentes en ese espacio. El amor, la familia, las pérdidas y los reencuentros parecían converger en ese pequeño hospital.
- Pa... - murmuró de nuevo Azul, apretando suavemente la mano de su padre-. Sé que nos escuchás. Por favor, volvé, te necesitamos.
Franco, secándose las lágrimas, intentó recomponerse. Su mirada era una mezcla de tristeza y esperanza. A pesar de la adversidad, no estaba dispuesto a rendirse. Sabía que si algo podía salvar a Alejo de ese "flikiti dormilón", como lo llamaban, era el amor de sus hijos.
- Azul tiene razón - dijo Franco, respirando hondo-. Te necesitamos, Alejo. No solo en este universo, sino también en el mío. Ya he visto lo que pasa cuando no estás... Y no quiero que eso se repita acá.
En ese momento, la respiración de Alejo se hizo más profunda, como si algo dentro de él estuviera respondiendo a las palabras de sus hijos. El sonido del monitor cardíaco en la habitación parecía acompasar ese cambio, ese despertar lento pero evidente.
