Abril observó con satisfacción cómo los niños disfrutaban la comida. Era un alivio verlos sonreír después de un día tan difícil, y aunque aún sentía el peso de las emociones en su pecho, por un momento pudo compartir la ligereza de la alegría que invadía la mesa.
— ¿Podemos hacer esto más seguido? — preguntó Mauro con una sonrisa mientras levantaba su tenedor, lleno de pasta.
— Claro —respondió Abril, mirando al nene con cariño. — Siempre que quieran.
Lucía, que había estado más callada, tomó un sorbo de su bebida antes de hablar.
— Creo que lo que hizo todo más especial fue que cocinaron juntos. Se sintió... no sé, como en los viejos tiempos —dijo ella, lanzando una mirada nostálgica hacia sus tutores. — Muchas gracias por el Rincón de Luz y por todo el amor que nos han brindado.
Cris y Gustavo se miraron por un momento, compartiendo un entendimiento silencioso. La vida había cambiado mucho para ellos, pero esa unión familiar seguía siendo su ancla.
— Tal vez deberíamos hacerlo una tradición —propuso Gustavo—. Una cena juntos cada semana, cocinando entre todos.
— ¡Sí! — exclamó Sabrina con entusiasmo—. Yo puedo ayudar con los postres.
— Y yo puedo aprender a hacer algo más que sándwiches —agregó Valeria, bromeando, lo que provocó risas entre todos.
Abril se dejó llevar por la risa contagiosa de sus chufos y sintió que, poco a poco, el nudo en su pecho se deshacía. El día había comenzado con tanto dolor y confusión, pero al final, allí estaba, rodeada de su familia, compartiendo un momento sencillo, pero significativo.
— Es una buena idea —concedió Abril, su voz suave, pero llena de una nueva energía—. Creo que nos vendría bien hacer algo así más seguido.
El sol ya había comenzado a desaparecer en el horizonte, cubriendo el patio con una cálida luz dorada. El aire fresco de la tarde les acariciaba la cara mientras seguían disfrutando de la comida y de la compañía mutua.
Cris, observando a los chufos interactuar y reír, se sintió más esperanzada. Había mucho por sanar, pero en momentos como este, podía ver el camino hacia adelante más claro.
— A veces, lo más simple es lo que más nos une —murmuró para sí misma, sonriendo al ver a su familia reunida.
La noche cayó lentamente sobre ellos, pero el calor familiar se mantuvo, fuerte y reconfortante, una promesa de que, sin importar los desafíos que enfrentaran, siempre encontrarían consuelo en estar juntos.
Cuando los niños se preparaban para dormir, Nadia llamó a Valeria para una charla privada, las dos se fueron al comedor donde Nadia empezó a hablar con Vale.
— ¿Enana, como te sentís con todo lo sucedido hoy?
— La verdad, no lo sé, fue loco ver a todos con sus Emotihadas desordenadas, digo, Abril es regida por el hada de la alegría y no sabe actuar ante la tristeza, Franco es regido por la fortaleza y le cuesta mostrar sus debilidades. Valentín es regido por la empatía y siempre se pone en lugar de los demás, está ahí listo para abrazar a todos y no tiene nadie para contenerlo. Azul suele ser regida por la alegría pero aveces se pone nostálgica y eso le produce una tristeza monumental que le cuesta sacar afuera y eso hace que le agarre fiebre en los aniversarios del portal y en los cumples de su madre. Ella extraña a Belén pero le cuesta más actuar porque al faltarle la vista, ella no tiene idea de cómo es la cara de su madre y eso le produce un vacío que no se llena por ningún lado. — Valeria compartió sus observaciones.
